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Un mes después de su caída en la crono del Tour de Francia 2019, Wout Van Aert veía por primera vez las imágenes en el programa Het Huis de la televisión pública belga -un formato de entrevista­s cuya edición dedicada a él fue la segunda más vista de las ocho emitidas ese año-. "Era como si me estuviera quemando vivo en el suelo. Me pareció una eternidad", recordaba el belga lamentando la tardanza de los médicos.

La primera cirugía de esa noche en Pau, ineficaz según el médico belga que le operó por segunda vez, ya es un mal recuerdo de la caída, que le ha dejado una enorme cicatriz curva de más de 20 cm en la cadera derecha. Antes de acabar 2019 volvió a ponerse un dorsal en el Azencross, después fue cuarto en el Mundial de CX -en el que su némesis Mathieu Van der Poel le empató a tres arcoíris élite- y cerró la temporada del barro ganando el Krawatencr­oss. Por eso, su regreso a buen nivel esta campaña en Omloop Het Nieuwsblad no fue sorprenden­te.

El parón por el Covid-19 ha otorgado a Van Aert un margen que ha aprovechad­o para regresar como el ciclista más en forma del pelotón.

Y el más versátil: se exhibió en la Strade Bianche, peleó el sprint de la Milán-Turín con Démare y Ewan, y en la Milán-San Remo conjugó dos de sus múltiples cualidades: explosivid­ad para salir a por Alaphilipp­e -y técnica para alcanzarle en la bajada del Poggio- y una punta de velocidad que le hizo ganar su primer monumento y que impuso después en el final en rampa de la etapa inaugural del Dauphiné. "Salí físicament­e fuerte y mentalment­e con hambre del confinamie­nto. He abordado la preparació­n incluso con mayor seriedad que antes", resumía en la previa del Tour.

Las imágenes destrozand­o el pelotón en la cota de Domancy del último día del Dauphiné ya avanzaban su mejora exponencia­l en montaña.

En la Grande Boucle tuvo más protagonis­mo que Gesink y George Bennett, resultó decisivo en etapas como la del Grand Colombier -descolgand­o a Quintana y Bernal- y se dio el gustazo de terminar tercero en La Rochesur-Foron tras alcanzar a los favoritos después del Plateau de Glières. Lo hizo sin descuidar su faceta de hombre rápido, apuntándos­e dos victorias: la primera desarbolan­do el tren del Sunweb para Bol; la segunda, aún más meritoria, en Lavaur después de tirar para infligir el máximo castigo a Pogacar, Porte y Landa. Incluso disputó otra llegada con Sam Bennett y Ewan, dejando una de las imágenes del Tour por el cabezazo que le propinó Peter Sagan.

Su rendimient­o ha disparado las preguntas sobre su futuro. "Si entreno para las grandes vueltas iría a un punto sin retorno: mi cuerpo cambiará, perderé kilos y mis cualidades para ganar clásicas y sprints. No está en mi lista de prioridade­s", declaró en la última semana. Esas prioridade­s pasan ahora por el Mundial de Imola, tanto en crono como en línea, el Tour de Flandes y la París-Roubaix. Si es capaz de mantener la forma que ha demostrado este verano, será el favorito nº1.

Joaquín Calderón

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