Ciclismo a Fondo

El sueño de Sam

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Las lágrimas de Sam Bennett en la entrevista televisiva tras la 10ª etapa eran de liberación. "Es un sueño que no sabía si llegaría", dijo emocionado. Con la voz entrecorta­da agradeció al equipo "haberme dado esta oportunida­d", a su mujer y a toda la gente que había creído en él.

En su palmarés lucían tres victorias en el Giro, dos en La Vuelta, tres en París-Niza... y otras muchas hasta un total de 46. Pero el irlandés sabía que su primera diana en el Tour -lograda ante Ewan, Sagan...-, alcanzada en su tercera participac­ión tras las ya lejanas de 2015 y 2016, le llevaba a otro nivel como velocista. Y le servía para recuperar un maillot verde que ya no perdería hasta París, aguantando una guerra de guerrillas por parte del Bora, dispuesto a sacarle de la carrera con su ritmo infernal en algunos puertos al inicio de las etapas defendiend­o las opciones de Peter Sagan, que se quedó sin su octavo entorchado en esta clasificac­ión.

Bennett ha conquistad­o el maillot verde a base de regularida­d, batiéndose el cobre con los mejores velocistas en todas las llegadas masivas. En las seis que hubo acabó entre los cuatro primeros: 4º en Niza, 2º en Sisteron, 3º en Privas, 1º en Isla de Ré, 2º en Poitiers y 1º en París. Y luego, estando muy atento en la mayoría de los sprints intermedio­s, allí donde Sagan buscó minimizar a base de estrategia su inferiorid­ad en el cuerpo a cuerpo. Ewan y Van Aert se anotaron dos etapas como él, pero Bennett fue el más constante, contando siempre con la ayuda de su impagable escudero y lanzador, Michael Morkov.

Volviendo al principio de este relato, las lágrimas de Bennett eran las de quien ha recorrido un largo camino hasta triunfar en la carrera más prestigios­a. El pasado otoño abandonó el Bora-Hansgrohe tras seis temporadas porque no quería seguir siendo el tercer velocista del equipo, a la sombra de Sagan y Ackermann. Siempre supeditado a sus intereses, por eso no le llevaron al Tour en los tres últimos años.

No sin problemas y tras una batalla legal, rompió con Bora y fichó por Deceuninck-QuickStep, donde tomó el relevo de Viviani y compartió galones como velocista principal con Fabio Jakobsen. Un paso adelante en su carrera y un enorme desafío en un equipo acostumbra­do al éxito. Este año había ganado en el Down Under, Race Torquay, Vuelta a Burgos y Tour de Valonia; faltaba el paso definitivo.

En la isla de Ré, tras una etapa muy nerviosa por la amenaza del viento, al fin pudo levantar los brazos en el Tour. Y doce días después lo repitió en los Campos Elíseos parisinos, en la volata más deseada, donde se impuso con autoridad minutos antes de subir al podio como vencedor de la clasificac­ión por puntos. Con esta triple recompensa, Sam Bennett se consagra como uno de los mejores sprinters del pelotón, cerca de cumplir treinta años y en su décima temporada como profesiona­l. "Es un sueño que piensas que nunca se cumplirá. Ha tardado, pero ha llegado".

Fernando Belda

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