Anulado
Cuando en invierno el Jumbo-Visma se reforzó con Tom Dumoulin, la incógnita de quién lideraría el potente equipo neerlandés flotaba en el aire a pesar del poderío exhibido por Primoz Roglic en cada carrera en la que se colgaba un dorsal. Desde La Vuelta hasta el Dauphiné, incluso retirándose y cediendo el amarillo que iba a ser suyo, la duda planeaba entre todos. En cambio, en el seno de la escuadra no tuvieron dudas de quién iba a ser el capitán y quién el sacrificado. A Tom Dumoulin le tocó lo segundo. Así, como borrado del mapa, corrió esta ronda gala, en la que tampoco destacó como gregario de lujo frente a las exhibiciones de Sepp Kuss, el impresionante Van Aert o un Robert Gesink que estuvo mejor que nunca.
Completamente anulado, y dando la impresión de que el Jumbo-Visma le fichó para eliminar un rival y convertirlo en un peón más de su ejército, acabó tan derrotado como los demás. "Me hubiera gustado ir a por más". Ni pudo ni le dejaron. "Vine aquí con la ambición de ganar el Tour con el equipo, pero también con la idea de ser yo quien lo consiguiese. Eso desapareció en la segunda semana; Primoz estaba a un gran nivel y he trabajado para defender su amarillo. Lo que quieres y lo que sucede son diferentes cosas. Es ciclismo; das todo lo que tienes y no siempre recibes tanto como das", dijo, resignado. Ni la crono final pudo llevarse a pesar de sus magníficos tiempos, segundo frente al ciclón Pogacar que barrió a todos.