Otra lección de eternidad
Llovían las críticas y los comentarios antes del Tour, por la mala forma, los escasos resultados y el pobre rendimiento. Y al Movistar Team y a Alejandro Valverde no les quedó otra que aguantar el chaparrón y ser pacientes. Esperar. La experiencia es un grado y el murciano, veterano como nadie, supo no caer en el nerviosismo. Porque al final llegaron los frutos. Pero otra vez con críticas, como casi siempre. Cuando apareció la montaña y tanto él como Enric Mas estuvieron delante, aunque sin ser protagonistas, también llovieron críticas. Por no aprovechar a Valverde para luchar por etapas y tenerlo ahí, amarrado a una lucha por un puesto de honor en la general. Es lo que él eligió y lo que el equipo le mandó. No despegarse de la estrella emergente, Enric Mas, ser su maestro y a la vez pelear hasta donde pudiese en la clasificación.
Y Alejandro Valverde cumplió, como siempre, dando otra lección de talento y clase. El ciclista eterno y único. "Me hubiera gustado estar mejor, pero ya tengo cuarenta años -no se cansó de recordar-. No soy ningún crío". En efecto. Valverde se vio las caras con la generación de niños que podrían ser sus hijos. Y estuvo con ellos, tanto en Pirineos como en Alpes, casi hasta el final, aunque no pudo retener el top10 -hubiera sido el más veterano de la historia- al venirse abajo en la crono. Duodécimo. "Psicológicamente acabo bien, aunque de forma me encantaría estar mejor -repitió en París-, pero cuando se han producido movimientos he estado ahí". Siempre está ahí.