De vuelta a las carreras
Ha sido un año muy largo. Demasiado. Lleno de videollamadas, entrevistas por teléfono y seguimiento de carreras por televisión. La maldita distancia social.
Pero ahora que el mundo remonta, vuelve a salir el sol. Y la luz es el regreso a las competiciones. Nada ha cambiado en un año de pandemia, pero en realidad todo es diferente. Ahora, o por lo menos de momento, para colgarse una acreditación en las citas del World Tour hay que pasar por las banderillas en la nariz y la boca 72 horas antes de que empiece la carrera. PCR y que sea negativo, claro. Gel hidroalcohólico siempre cerca; toma de temperatura. Las nuevas normalidades. Todo eso hay que presentar en Bilbao para retirar la credencial y poder acceder a la sala de prensa, que ahora se ha convertido en un desierto. El Covid-19 ha vaciado de periodistas las carreras y las ha plagado de mamparas. Las conferencias de prensa de los ganadores siguen siendo, de momento, por videollamada desde la meta. La maldita distancia social.
Eso es lo más difícil después de un año entero lejos de la familia ciclista. Se supone que hay que chocar codos, mirarse de lejos con una mano en el corazón a modo de saludo. Al principio, aunque sea con mucho esfuerzo, se puede intentar, lograrlo incluso. Pero llega un momento que las emociones se desbordan y es imposible contenerse. No estamos hechos para aguantarnos abrazos y menos después de tanto tiempo; después de tantas cosas.
Son reencuentros mágicos aunque las salidas y metas estén plagadas de vallas que limitan. La prensa ya no puede estar en los parkings de buses ni en la línea de llegada. El contacto se limita a una zona mixta, un cubículo por el que pasan los ciclistas a dos metros de distancia y hay que tirar de palos selfie o estirar mucho los brazos para grabar declaraciones. La Itzulia pidió al público no acudir, pero eso es difícil en una tierra donde el ciclismo es religión y en un año en el que el Euskaltel-Euskadi regresaba a su casa. La marea naranja que se pudo ver en las cunetas recordó esos tiempos no muy lejanos en los que éramos libres y jaleábamos a los ciclistas, aunque ahora sea con mascarilla. Ya queda menos para volver a ser los que fuimos.