Últimos cantos de una Odisea
La vida de cualquier deportista de élite es una Odisea: un viaje que desde lejos parece épico y glorioso, pero que observado de cerca se construye de sacrificios sordos, rutinas férreas e incontables momentos de cansancio, soledad y duda.
Dan Martin (1986, Birminghan-Reino Unido; nacionalidad irlandesa) detenta el mérito de contar ya 14 años en lo más alto del ciclismo. Es un héroe atípico en estos tiempos de deporte post-metrosexual: desgarbado y adusto, sin carisma ni ascendente, incluso antiestético sobre la bicicleta. Apreciaciones que no son óbice para reconocer en él un titán que ha logrado navegar por todos los mares y mareas que le ha dispuesto este ciclismo bello y cruel. Se ha quebrado varias veces todos los huesos y esperanzas posibles, con una cuenta de penitencias infinitamente más larga que la de pecados y recompensas. Sólo triunfa mediante gestas. Es la viva prueba de que la bici no es un camino de rosas.
Ahora su derrota le dirige rumbo a casa; está concluyendo su Odisea y nos toca disfrutar de sus últimos cantos antes de extrañar una presencia que ya es familiar en las mejores carreras del mundo.
Dan Martin no es vueltómano por vocación; más bien se ha visto abocado a ello por los designios de sus equipos (Garmin, QuickStep,
UAE, Israel) y de sus virtudes. Ciclista agonista, sus actuaciones y victorias más memorables han llegado en clásicas (Lombardía, LiejaBastoña-Lieja) en las que su determinación, su instinto y, por qué no decirlo, sus ladinas trazas le conferían un punto de ventaja frente a la exuberancia de los grandes favoritos, las estrellas que emiten y absorben toda la luz. También en las grandes vueltas ha triunfado así: dos etapas en el Tour y dos en La Vuelta con ataques audaces que nadie pudo, quiso o supo responder.
Faltaba una muesca rosa en su extenso palmarés y la talló en Sega di Ala, a su manera. Una escapada amplia, una presencia discreta, una resolución taimada, una agónica escalada hasta la cima y el triunfo. Cruzó la meta negando con la cabeza, "no me creí que fuera a ganar hasta que faltaron cien metros para el final", y se adjudicó el preciado carnet de socio del club de ganadores de etapa en las tres grandes vueltas. Su esfuerzo hasta Milán le recompensó con un décimo puesto en la general: su sexto top10 sin haber pisado podio en una ronda de tres semanas. No sabemos si habrá más. Disfrutemos de este raro héroe mientras siga en alta mar, y no lo olvidemos cuando se retire.