Ciclismo a Fondo

A-Fortunato

- Texto Ainara Hernando Foto Luca Bettini/Bettini Photo

De pequeño -de más pequeño todavía-, Lorenzo Fortunato jugaba al fútbol. Como casi todos los niños, aunque él era bueno. Jugaba en el San Lazzaro di

Savena, el equipo de su pueblo y por el mismo que había pasado antes Alberto Tomba. Él era el encargado de marcar los goles; delantero. Y hacía unos cuantos, "pero el equipo no era gran cosa. Yo marcaba y siempre perdíamos. Si metía un gol, recibíamos cuatro", recuerda ahora él. Se dio cuenta de que ahí no tenía nada que hacer. Que no importaba lo bueno que fuera porque eso es el fútbol, ser parte de un grupo, de un todo, apenas un pequeño eslabón en una enorme cadena en la que la victoria o la derrota no dependen de uno. Y se cansó de aquello.

Por eso se subió a la bicicleta. El ciclismo era diferente, una lucha contra uno mismo. "Me gustó desde el primer momento". Ahí las cosas sólo dependían de él. Encima se le daba bien, "porque empecé pronto a ganar". Una escalada rápida y fácil, muy similar a la que protagoniz­ó camino del majestuoso Zoncolan, que aunque no se subió por su vertiente más dura y aquello no fue un maracaná ciclista como en tiempos no tan pasados, Fortunato centró y remató el gol de su vida.

El suyo y el del Eolo-Kometa, el del desbocado Alberto Contador que a gritos y emocionado vivió el primer gran triunfo de la historia de su equipo, con sus bicis Aurum, en su debut en una grande. Fortunato -que cumplió 25 años el segundo día de la Corsa Rosa- y su escuadra sabían a la perfección cuál era su guerra en esta carrera, la de las escapadas en busca de un triunfo parcial. Daba igual dónde y resultó ser en el escenario más bello de todos: el Monte Zoncolan. "Por la mañana, Ivan Basso me dijo: Entra en la escapada y gana la etapa; y sucedió", explicaba él. Fortunato se metió en la fuga que al Ineos le interesaba permitir para su propia tranquilid­ad. Hicieron camino hasta que a falta de once kilómetros, Tratnik cambió el ritmo. Al esloveno sólo pudo seguirle uno: el A-Fortunato del día. Juntos se entendiero­n y marcharon trepando las faldas del coloso Zoncolan hasta que restando dos kilómetros, el italiano del Eolo-Kometa aceleró y se fue disparado a por la victoria.

"Me di cuenta de que había ganado a 150 metros de la meta cuando oí a Zanatta -su directorpo­r la radio diciendo que hiciese un sprint. Por detrás escuchaba a Basso que gritaba". La emoción. "Esto es un sueño hecho realidad, algo grandioso. Doy las gracias a mis directores deportivos, a Ivan Basso y a Contador, a Luca Spada y a todo el personal del equipo Eolo-Kometa, porque sin ellos nunca habría alcanzado este éxito. El equipo crecerá y yo creceré con él; estoy seguro de ello". Un golazo en toda regla.

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