A propósito de Tom
Desde que el 28 de octubre de 2020 Tom Dumoulin se bajara de la bici en la octava etapa de La Vuelta, camino de Moncalvillo, hasta que reapareció el 6 de junio en la crono inicial de la Vuelta a Suiza, habían pasado 220 días -31 semanas y algo más de 7 meses-. Un periodo muy largo sin competir -y sin lesión mediante- que se saldó con una actuación más que digna en la ronda helvética, brillando en la peculiar CRI del penúltimo día en la que se clasificó quinto a 56 segundos de un desbocado Rigoberto Urán. Durante su larga inactividad hemos leído/escuchado de todo, especialmente en las redes sociales, aunque una de las sentencias más repetidas es que estaba cumpliendo una sanción encubierta. Así como suena. Se daba credibilidad a cualquier historia relacionada con el corredor del Jumbo-Visma... menos a la que él mismo relató en un comunicado el 23 de enero. Como si la depresión o los bajones anímicos no existieran o los deportistas de élite no atravesaran los baches que sufre cualquier mortal. Más allá de los triunfos que pueda alcanzar en este comeback, en el que mira con ilusión a los Juegos Olímpicos, me gustaría que el mocetón neerlandés volviera a disfrutar de la bici. En el camino está.