"Este tío va a ser muy bueno, Joseba"
Abril de 2019, Eibar. Última etapa de la Itzulia con victoria parcial para Yates mientras Ion Izagirre se lleva el amarillo final. Pasé a recoger a un gran amigo que se encontraba en la zona de autobuses: Iñigo San Millán, fisiólogo y responsable del grup
Juntos viajábamos hasta Vitoria, su Vitoria querida. Hablamos mucho, teníamos ganas de ponernos al día.
Iñigo, aparte de su labor para el equipo, trabaja en varios proyectos relacionados, entre otros asuntos, con la investigación del cáncer.
El tiempo pasa rápido. Aunque seguíamos en contacto gracias al universo de la conectividad, teníamos ganas de vernos. Trabajamos juntos en ONCE y Saunier, aunque nos conocíamos desde hace muchos años. Un enfermo del entrenamiento y los datos desde que era universitario, protocolos en test innovadores y sobre todo ideas revolucionarias. Sé que alguno no le pillaba el hilo. Nunca olvidaré aquel test de laboratorio con palés de diez minutos con cada carga. No he hecho una prueba tan dura en mi vida.
De ONCE, Saunier y la universidad en EE.UU. al UAE Team Emirates. De nuevo en el ciclismo tras unos años de asueto y en un proyecto ilusionante. Sus palabras desprendían ilusión. Control, mucho control de su labor en el equipo, y ganas de trabajar. No es fácil ordenar un proyecto emergente plagado de caras nuevas y alguna que otra precocidad. Recuerdo como si fuese ayer cuando sentado en el sofá frontal del salón de casa me dijo tajantemente: “Este tío va a ser muy bueno, Joseba”. Se refería a Pogacar. En realidad, Iñigo es quien me enseñó cómo debía pronunciar su apellido. “Está por hacer. Si poco a poco, muy poco a poco, se quita algo de peso, va a hacer muchas cosas. Sus datos son una pasada; tiene unos números exagerados”.
Aquel encuentro finalizó con un emplazamiento a presente-futuro de control por mi parte del esloveno. Tenía claro que si Iñigo lo decía era por algo. Un reto a la batalla de la precocidad controlada.
Matxin echó el ojo y se lo guindó a Patrick Lefevere ante sus ojos. Una apuesta seria por el ganador del Tour del Porvenir de 2018. Aquel muchacho imberbe de sonrisa permanente apuntaba a lo más alto y en La Vuelta de 2019 lo confirmó.
LA MADUREZ DEL REY
Donovan canta que El cielo es azul por la mañana. En este caso, para el joven esloveno el cielo es amarillo. El amarillo del Tour que ya domina desde la edición 2020, donde gracias a su madurez consiguió mantener sus opciones y materializarlas al toque de campana. De príncipe aprendiz de Eslovenia a rey absoluto en sólo una crono.
La vida cambia en un suspiro, aunque al que tiene algo, como es su caso, y sigue trabajando, todo le llega tarde o temprano. En este mundo no podemos dejar nada al azar.
Recuerdo que Manolo Saiz nos decía: “Señores, hoy comienza el Tour del año que viene. Aun con el dorsal puesto y ya hay que pensar en dentro de 365 días...”. Pues sí, esa es una de las cosas con las que Pogacar ha conseguido ganarme. Madurez y compromiso durante casi un año para llegar al máximo nivel a un Tour muy difícil.
Autogestión y acción-reacción en momentos donde estoy seguro que por lo menos en alguno se sintió solo. Tampoco le ha hecho falta mucho más. El caso es que de cara a 2022 estoy convencido que ha cogido apuntes. Sin mucho equipo, solo por momentos y ha logrado la mayor renta entre primero y segundo de esta década. Un verdadero espectáculo únicamente a su alcance ahora mismo. No sé si tenemos Pogacar para rato o no, lo que me importa es que el chico desarrolle todo su potencial sin que se presione a sí mismo con retos fantasiosos. Los récords están bien, pero se te pueden complicar cuando menos te lo esperas. Si no que se lo pregunten a Cav. Con eso ordenado, podemos decir que tenemos Pogacar de sobra... y para mucho tiempo. Que lo disfrutemos.