Resurrección y gloria
Entre febrero de 2018 y el pasado abril, Mark Cavendish estuvo más de tres años sin ganar una carrera. Una eternidad para un sprinter, y más teniendo en cuenta sus registros previos en el campo profesional, superando el centenar y medio de triunfos. La carrera del ciclista de la Isla de Man parecía finiquitada tras su nefasto paso por el Bahrain, donde no alcanzó ni una posición entre los diez primeros, pero el pasado diciembre DeceuninckQuickStep le firmó un contrato de mínimos que obraría el milagro, devolviéndole a la élite de los velocistas. A su más que palpable mejora a nivel físico y psicológico -se enfrentó a una depresión según confirmó las últimas semanas- y el inigualable trabajo en su favor de sus compañeros de equipo, se le sumaron durante el Tour un aluvión de circunstancias favorables en forma de rivales ausentes (Ackermann, Bennett, Gaviria, Groenewegen y Nizzolo), tempranamente retirados
(Démare, Ewan, Merlier y Sagan) o ausentes de la lucha en la mayoría de llegadas masivas
(Van Aert), que contra pronóstico le permitieron igualar el histórico registro de 34 triunfos parciales de Eddy Merckx, cifra que soñó con superar hasta la última jornada en París.
Exultante pero realista, Patrick Lefevere, uno de los mentores de la hazaña, reconocía la euforia que se había vivido en el seno del equipo. "Llevo trabajando a un nivel muy alto desde 1993 y nunca había visto algo así. Todos lloramos tras la primera victoria, incluso el más frío, Wilfried Peeters". El mánager belga no se dejaba llevar por la emoción para valorar las posibilidades a futuro del Misil de Man. "He visto muchos ejemplos similares y debería entender que esto seguramente no se repita. Me gustaría protegerle de ello, incluso en el caso de que siga con nosotros. Las referencias a lo logrado en este Tour serán constantes y las cosas podrían no funcionar".
PÓQUER PARA EMPATAR
Maillot verde en París, como consecuencia directa de sus cuatro victorias parciales en Fougères, Châteauroux, Valence y Carcassonne, pero también de la enconada lucha en los sprints intermedios con Matthews y Colbrelli, Mark Cavendish no tenía previsto acudir al Tour. Sólo el revuelo interno generado entre Patrick Lefevere y Sam Bennett, velocista titular de la formación, le abrió las puertas de una presencia que afrontó con dudas. "Estaba nervioso y bloqueado al principio, pero seguro de ser competitivo hasta cierto punto. Más que en el rendimiento en las llegadas, mi verdadera preocupación era la montaña; este año apenas había competido en etapas con puertos. Me consolaba saber que al menos había mucho llano donde exprimir mi potencial", expresó.
Tal y como reconoció durante la carrera el danés Brian Holm, uno de sus directores que mejor le conoce en el plano deportivo y humano, el registro del astro belga no aparecía en su orden de prioridades de los últimos tiempos. "Puedo asegurar que no habíamos hablado de ello. Su respeto por el gran campeón belga es inmenso y en su pretensión nunca estuvo pensar en la marca por el hecho de rebasarle -aseguraba-. Hay que tener en cuenta que desde 2014 acumuló una sucesión de problemas que le impidieron alcanzar una cifra que estaba claramente a su alcance: el abandono del Tour en Yorkshire tras la primera etapa, el incidente de 2017 con Sagan que provocó su expulsión o la mononucleosis que contrajo ese mismo año y le mermó en los dos siguientes".
Sus siete compañeros formaron en torno a su figura un sólido bloque que aglutinaba a campeones del mundo de ruta y pista (Alaphilippe y Morkov); ganadores de monumentos y grandes clásicas (Asgreen y Ballerini); y renombrados especialistas en el trabajo colectivo (Declercq y Devenyns). Acabó resultando fundamental gracias a su trabajo en todos los sentidos. "Cavendish había corrido únicamente tres veces junto a Ballerini y Morkov, sus lanzadores aquí, pero posee una capacidad de adaptación a estas situaciones que es otra de sus grandes virtudes", explicaba el danés. En la montaña, Declercq, Devenyns y el propio Morkov fueron su guardia pretoriana con la que cerró numerosas jornadas la carrera. "Formaban delante mío una V que me protegía del viento. Y no dejaron de animarme en ningún momento. He de ser honesto y reconocer que no abandoné gracias a ellos", se sinceraba el británico.