Ciclismo a Fondo

Un chico para todo

- Texto Ainara Hernando Foto Peter De Voecht/PN/Bettini Photo

Ganar, liderar, trabajar, escaparse. 21 días con sus 21 etapas dan tiempo para muchas cosas, pero hay que tener las piernas y la calidad para poder hacerlo. Si alguien era capaz de brillar en todos los terrenos es el magnífico arcoíris y su aún más espléndido portador que tanto lo engrandece. Julian Alaphilipp­e, dueño de la mayor parte de jaleos, pintadas y pancartas de los aficionado­s que volvían a las cunetas tras un año de pandemia, dio la talla en todas las facetas en las que el Deceuninck-QuickStep necesitó de sus servicios.

En Brest, donde el Tour arrancó, sacó sus mejores armas, sus estrepitos­as piernas y su chispa sin igual, unidas a la inteligenc­ia que atesora, con la que tuvo claro que o se adelantaba a Van Aert y Van der Poel o no iba a lograr batir a las dos fieras que ahora dominan y todo lo quieren. D’Artagnan desenfundó la espada desde lejos, a dos kilómetros de la meta. Tiempo suficiente para ir tiñendo las barras de su arcoíris por el amarillo de primer líder del Tour de Francia. "Si me dicen que esto iba a pasar no me lo hubiera creído", confiesa después de dedicar el triunfo a su hijo recién nacido. Un día le duró el liderato y Alaphilipp­e no volvió a levantar los brazos en todo el Tour. Pero se entregó como nadie a la causa, hombre de equipo total, una vez que Mark Cavendish resurgió de sus cenizas y empezó a empacharse a victorias. "Tener a un campeón del mundo trabajando para prepararte el sprint es increíble", no se cansó de repetir el británico en todos sus éxitos. Y así fue. El francés se vació como un lanzador más, sin que se le cayesen los anillos mientras mantenía su posición en la general. Hasta que llegaron los Alpes y sucumbió. Camino de Le GrandBorna­nd tuvo que despedirse de todas sus opciones con los más de 18’ que le cayeron. Pero entonces, lejos de hundirse, supo reinventar­se y empezar a divertirse. Cuando en las montañas sus dotes como lanzador no hicieron falta, Loulou se metió en fugas de calidad en busca de repetir triunfo de etapa. Por ejemplo, en el Mont Ventoux, en la que se formó hacia Nîmes junto a Imanol Erviti, en Andorra y en la de Luz Ardiden.

Para todo y en todos los terrenos. "No me queda remordimie­nto alguno de este Tour. Me he entregado al máximo y una vez perdí las opciones de la general, lo que quería era mostrar este maillot tan bonito que llevo". Lo honró por todo lo alto. "En muchos momentos mis piernas no han sido las más fuertes y notaba la falta de energía para seguir los ataques en las etapas de montaña, pero es normal. Ha sido un Tour muy especial vestido con el arcoíris y coronando en cabeza puertos míticos como el Mont Ventoux con él. Es algo que me quedará para siempre".

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