El ciclista total
Como la vida misma, el Tour de Wout van Aert se pareció muy poco al que había planificado, aunque el resultado colmó sus objetivos. Recién coronado campeón belga, se presentó en Brest con la firme intención de vestir de amarillo. Para ello existían dos alternativas: hacerse acreedor de la prenda en las dos duras jornadas iniciales o bien limitar pérdidas y asaltar el primer puesto en la crono de Laval.
La primera opción se evaporó rápido. Quizá Van Aert no se encontraba en ese momento al 100%, disputada una única carrera en dos meses. De hecho, el premio tampoco llegó en la crono; Pogacar y Van der Poel mejoraban sus prestaciones globales tras cinco días de carrera.
En principio, así se agotaba su licencia, ya que centrado en el amarillo
Van Aert había contado con cierta libertad para pelear por tan noble objetivo, renunciando incluso a filtrarse en las primeras llegadas masivas. Sin embargo, con Roglic casi eliminado, Jumbo-Visma lanzó a Van Aert en la octava etapa dentro de una fuga de fantasía, trufada por varios de los mejores clasicómanos del pelotón. Ganó Mohoric; Van Aert y Van der Poel ofrecieron una atractiva batalla en las colinas próximas a Le Creusot en pos del liderato del Tour.
Adaptado al nuevo plan, ya en Alpes se olvidó de la general para ponerse al servicio de su nuevo líder, el danés Jonas Vingegaard, aunque en Valence volvió a la carga finalizando segundo en la tercera de Cavendish. El chico para todo brillaba en cualquier terreno, si bien su mejor actuación llegaría en el mítico Mont Ventoux. En una fuga de 16 que incluía a reputados escaladores, Van Aert impuso su pedaleo en la segunda ascensión al Gigante de la Provenza para coronar en solitario y lograr en Malaucène una de las mejores victorias de su carrera, lo que en su caso resulta una aseveración de peso.
Liberado de nuevo tras apoyar a la revelación del Tour en Pirineos, el belga probó en dos días que se trata de uno los pocos -¿el único?- capaces de vencer en montaña, al sprint e incluso contra el crono. En el Tour de Francia, no en cualquier lugar. El triple campeón del mundo de ciclocross arrasó en la CRI de Saint-Émilion, rodando a 51,5 km/h, avisando en meta: quería repetir en París y, de paso, evitar que Mark Cavendish superara el récord de triunfos de su paisano Eddy Merckx.
Parecía difícil, pero no hay terreno que se le resista. A rueda de Mike Teunissen, los Jumbo-Visma bordaron el último kilómetro de los Campos Elíseos, completando el hat-trick perfecto. "Acabar con tres triunfos estaba completamente fuera de mis expectativas. Una victoria así no tiene precio", zanjaba en París un Van Aert que pocas horas después tomaba un vuelo rumbo a Tokio y al que no parece sensato marcar límites a su carrera.