Exhibiciones de fondo
El gesto de Matej Mohoric pidiendo silencio y cerrando la boca con una cremallera imaginaria en Libourne, su segunda victoria en la antepenúltima jornada, quedará como una de las imágenes del Tour 2021. Una foto premeditada, reconoció en meta, alimentada por el registro un par de días antes de una cincuentena de gendarmes en las habitaciones y vehículos del hotel del Bahrain Victorious en Pau, el mismo en el que estaban Movistar Team y Groupama-FDJ. "Nos han tratado como a criminales. Cuando revisan tus fotos personales y tus mensajes te sientes mal, pero no tengo nada que ocultar. Es incluso bueno que la policía visite a los equipos, colaboramos con la investigación", sentenciaba el esloveno, que lamentaba no haber dispuesto de tiempo para el masaje y tener que cenar unos bocadillos en la habitación.
Las ganas de reivindicarse y de limpiar la imagen del equipo pudieron más que el trastorno de la rutina. En Libourne parecía que todo estaba preparado para que Cavendish batiese el ínclito récord, incluso con la bendición de Merckx, presente en la salida en Mourenx, final de una de sus grandes gestas en su primer Tour de 1969, pero Mohoric llegó sin compañía tras resolver una fuga de 21 corredores de mucho nivel: Stuyven, Bernard y Theuns -que no pudieron hacer valer la superioridad del Trek-; Casper Pedersen, Teunissen... y Politt, otro que buscaba su segundo parcial y que inició una ofensiva en una cota a 25 km de meta que concluyó con el esloveno en solitario tras un certero contraataque. El grupo de nueve intentó reorganizarse, pero Mohoric, sin mirar atrás, cadencia lenta, no dio opción. Ya no puede usar la postura aerodinámica que popularizó en el Mundial de Florencia 2013, pero ahora apuesta por otra particularidad en cuanto a desarrollos con un plato grande de 55 dientes que, dice, le permite recuperar más en bajadas o falsos llanos. Catorce días antes, en Le Creusot, la etapa más larga de esta edición -y la más larga desde 2000 con 249 km-, Mohoric había cerrado el círculo de triunfos en las tres grandes. Todos con un denominador común, ya que la de Cuenca en La Vuelta’17 -207 km- y la de Gualdo Tadino del Giro’18 -244 km- fueron las más largas de sus ediciones. Como en Libourne, en la preciosa etapa maratón se deshizo de otro grupo de hasta 29 ciclistas, con una importante nómina de insignes -Van der Poel de amarillo, Asgreen, Van Aert, Nibali, Yates...- y del que saltó junto a Brent Van Moer, otro que apunta excelentes maneras, cuando faltaban casi 90 km. Se les unirían Campenaerts y Stuyven, el último que le aguantó en la inédita subida a Signal d’Uchon, desde donde restaban 18 km en los que aprovechar su plato de 55. Esa victoria también tuvo un gesto con las manos, el de un corazón para celebrar la que definió como la mayor victoria de su carrera, apenas mes y medio después de su escalofriante caída en el Giro de Italia.