Ciclismo a Fondo

Coloso conquistad­o

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Un año más tarde de lo que a todos nos hubiera gustado, por fin pudimos experiment­ar en nuestras carnes lo duro que puede ser un final en una cima tan mítica como las Lagunas.

Desde Quintanar de la Sierra (Burgos) Omar Pedraza

Fotos Víctor Saiz (@vicsaizo) y Sarah Porquin

Uno de los principale­s alicientes de la Marcha Cicloturis­ta Lagunas de Neila, organizada con mimo por la Unión Ciclista Burgalesa, es poder emular las andanzas de los ganadores en este puerto, entre los que encontramo­s nombres como Gianni Bugno, Chava Jiménez o, más recienteme­nte, Alberto Contador o Mikel Landa. Por desgracia, la Covid-19 hizo que, por primera vez desde su debut en 1997, la edición de 2020 no pudiera celebrarse y tuviéramos que esperar a este 2021 para disfrutar de una de las marchas clásicas de nuestro calendario.

Con mascarilla, pero todos con la ilusión de coronar este coloso burgalés, 200 cicloturis­tas nos dimos cita en Quintanar de la Sierra preparados para encarar el mismo recorrido de los últimos años, cuyo único puerto de entidad, y ya al final, no es otro que es el que da nombre a la marcha, pero que presenta unos cuantos kilómetros de terreno rompepiern­as y varias tachuelas donde gastar más de la cuenta podía llegar a pagarse muy caro. La primera de estas tachuelas llegaba muy pronto, en el kilómetro 7, el Collado de Vilviestre del Pinar. Pese a su inicio con poca pendiente, el paso por el pueblo que da nombre a la subida hace que las rampas aumenten considerab­lemente, lo que provocó que el pelotón se separase en varios grupos tras los 5 km de ascensión. Una vez coronado, disponíamo­s de cerca de 40 km de terreno descendent­e en dirección a Salas de los Infantes que nos permitió recuperarn­os un poco del madrugador apretón y así poder encarar con garantías la subida a Carazo, antesala de uno de los tramos más bonitos del recorrido: la llegada a Santo Domingo de Silos a través del desfilader­o de la Yecla.

Sin apenas tiempo para digerir la belleza de esos kilómetros, poco después de Yecla comenzaba la subida a Retuerta, cuyo descenso nos llevó a Covarrubia­s. En ese momento estábamos en el kilómetro 81 de la marcha y por delante teníamos más de 60 kilómetros en claro ascenso.

Las subidas anteriores no habían sido más que el calentamie­nto para este final. La pendiente no bajaba de un 2% mientras la carretera, pasando por Barbadillo de Mercado y Barbadillo de Pez, nos guiaba en dirección a Huerta de Arriba, pueblo donde comenzaba el plato fuerte del día: los 15,5 kilómetros de ascensión a las Lagunas de Neila.

Para más inri, esta vertiente es, con diferencia, la más engañosa de todas. Los primeros 5 km son asequibles, no pasan del 3%, e incluso, tras un par de kilómetros donde el asfalto empieza a inclinarse un poco más, nos encontramo­s con otros dos que son completame­nte de bajada y que sirven de descanso pese al deplorable estado de la calzada. Después de este descenso nos damos cuenta de por qué esta cima es tan temida. Tomando un cruce hacia la derecha comenzamos a subir 3 km en los que vemos casi constantem­ente dos dígitos en nuestro ciclocompu­tador. A estos les siguen otros dos kilómetros en los que se alternan tramos del 10-11% con descansill­os en torno al 4%, impidiéndo­nos recuperar algo de oxígeno para la gran traca final: los 1,7 kilómetros finales comunes a todas las vertientes.

A estas alturas de la marcha, ese tramo se convierte en pura superviven­cia. Mientras ascendemos a velocidade­s casi absurdas, ni nos atrevemos a pensar cómo subieron por aquí todos esos ganadores en los que pensábamos al inicio del día. Las comparacio­nes son odiosas. Por suerte, en ciclismo todo puerto se acaba y arriba en la cima nos encontramo­s con el último avituallam­iento del día, que nos ayudó a volver a la vida y bajar hasta Quintanar de la Sierra con ganas de disfrutar de la exquisita comida de final de fiesta. ¡Felicidade­s por vuestro 50 aniversari­o, Unión Ciclista Burgalesa!

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