Casi normal
Tras el paréntesis de 2020 y con la incertidumbre en su celebración ante la nueva ola, La Nico nos brindó una fantástica jornada de cicloturismo en la sierra de Guadarrama.
Valentía. Es sin duda la palabra que mejor define a la organización de la Marcha Cicloturista Sotosalbos, sobre todo si tenemos en cuenta que se disputa en un pueblo pequeño y a cargo de un club que prima la pasión por la bici y las ganas de homenajear por quinta vez al ciclista segoviano Nico Abad, fallecido a causa del cáncer.
Por supuesto, teniendo que realizar algunas modificaciones a causa de la situación que vivimos, como la obligatoriedad de utilizar mascarillas en salida, meta y avituallamientos, algo que fue escrupulosamente cumplido por la práctica totalidad de los participantes; una comida final adaptada a las circunstancias; o eliminar la entrega de dorsales enviando la bolsa de corredor a cada participante unos días antes de la prueba. Y como en ocasiones anteriores, el cupo de 500 dorsales se cubrió rápidamente, demostrando que la gente tenía ganas de regresar a las marchas.
El menú sobre la bici fue el mismo de años anteriores y que tanto lleva a engaño a quienes afrontan su trazado por primera vez. A la vista de la hoja de ruta, los clásicos puertos de Navacerrada y Navafría copan la atención como principales dificultades del día. Sin embargo, pocos se fijan en el perfil quebrado de los últimos treinta kilómetros, que esconden una auténtica encerrona por algunas de las carreteras más desconocidas de Segovia.
VIENTO, PUERTOS Y REPECHOS
Tras varios días de sofocante calor, la mañana amaneció fresca y con un ligero viento oeste que amainaba los ánimos en el tramo inicial, en el que el pelotón rodó rápido y compacto. La clásica subida a Navacerrada puso a cada uno en su sitio para desde ahí enfilar hacia el valle del Lozoya en un descenso de Cotos exquisito gracias al renovado asfalto. Casi un aperitivo cuando te plantas ante Navafría y sus 12 eternos kilómetros. Un puerto sin apenas pendientes duras, pero que siempre
se hace eterno. Al otro lado, tirón de orejas a la Diputación de Segovia por una carretera que a este paso vamos a tener que transitar en la bici de gravel y... ¡empieza lo bueno!
Una carreterita secundaria, estrecha, de asfalto botoso y salpicada de repechos nos lleva hasta Pedraza, uno de los pueblos más bonitos de España. Desde aquí hasta la llegada, territorio de clásicas a lo largo del río Cega, con el viento casi frontal como inesperado compañero. Los 14 kilómetros que separan el pequeño pueblo de Rebollo de la Cuesta, otro de apropiado nombre, suponen la puntilla para aquellos que sólo se fijaron en Navacerrada y Navafría cuando vieron el perfil. Por suerte, el final está cerca y todos cruzamos la meta habiendo disfrutado de una marcha como las de antes, de las de club, en las que lo primero es el ciclista y, sobre todo, de algo muy parecido a aquella normalidad que recordábamos.