Ciclismo a Fondo

JUEGOS OLÍMPICOS C.R.I.

El esloveno Primoz Roglic se colgó el oro tras una descomunal crono en la que aventajó en más de un minuto a todos sus rivales. La emoción estuvo en la lucha por la plata y el bronce, que conquistar­on Tom Dumoulin y Rohan Dennis.

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Oro para Eslovenia con la sensaciona­l contrarrel­oj que firmó Primoz Roglic.

Fernando Belda Luca Bettini/Bettini Photo

Pocos ciclistas como Primoz Roglic saben levantarse tras sufrir duros golpes. Cual ave fénix. A la inesperada pérdida del Tour de Francia 2020 respondió ganando la Vuelta a España; tras quedarse sin una París-Niza que ya tenía en el bolsillo, por una caída en la última etapa, se recompuso y ganó una Itzulia plagada de estrellas. Su ánimo es inquebrant­able para superar el infortunio.

A estos Juegos Olímpicos llegaba el esloveno tras su temprano abandono del Tour con el cuerpo dolorido y cubierto de vendas por la fuerte caída que sufrió en la tercera etapa. Había dudas sobre su estado, pero él había aprovechad­o el tiempo para recuperars­e y preparar a conciencia una contrarrel­oj de enorme exigencia. En tierras japonesas Roglic sanó sus heridas -físicas y anímicasco­n el bálsamo de la gloria olímpica, tras protagoniz­ar una contrarrel­oj monumental en la que arrasó a sus potentes adversario­s.

LLUVIA DE ESTRELLAS

El título olímpico contrarrel­oj se ponía en juego con un cartel de altura -con hasta una decena de legítimos aspirantes a las medallas-, unas duras condicione­s de calor y humedad, y sobre un circuito rompepiern­as de 22,1 kilómetros, con salida y llegada en el autódromo de

Fuji, al que había que dar dos vueltas para completar 44,2 km. 423 metros de desnivel acumulado presentaba cada una de las vueltas a un circuito que no permitía respiro, con tres tramos de ascenso, uno de ellos de cinco kilómetros con rampas de hasta el 10% de pendiente.

Territorio de la máxima exigencia sobre el que Primoz Roglic desplegó toda su potencia y determinac­ión -a una media de 48,16 km/h- para terminar doblando a dos especialis­tas como Kasper Asgreen y Joao Almeida, que habían salido 1’30” y 3’ antes, respectiva­mente. 24 días después de abandonar herido el Tour, el esloveno, con hambre de revancha, se sacaba la espina con una exhibición contrarrel­oj. Salió fuerte y fue a más en la segunda vuelta para superar en más de un minuto a sus principale­s rivales, que a su vez mantenían una preciosa lucha por las otras dos medallas en juego. Apenas 5” separaron al segundo del quinto clasificad­o.

La plata fue para otro resucitado, Tom Dumoulin, compañero de Roglic en el Jumbo-Visma, quien se subía al podio olímpico seis meses después de retirarse temporalme­nte para replantear­se su futuro como ciclista. Cuando en mayo decidió volver a competir lo hizo pensando en esta cita. Regresó para los Juegos e hizo que mereciera la pena firmando una enorme crono que le reportó su segunda medalla de plata olímpica, tras la que lograra en 2016 en Río por detrás de Fabian Cancellara. El neerlandés no pudo ocultar su emoción tras cruzar la meta.

El tercer puesto, y la medalla de bronce, fue para el australian­o Rohan Dennis, doble campeón mundial de la especialid­ad, que no estaba cuajando una gran temporada y se resarció de la decepción de Río, donde fue quinto a sólo ocho segundos del bronce. Por cuarenta centésimas escasas superó al suizo Stefan Küng, cuarto, y por dos segundos al italiano Filippo Ganna, vigente arcoíris de la disciplina, al

que las caracterís­ticas del trazado no favorecían, pese a lo cual estuvo en la pelea hasta el final.

Tras ellos, sexto, se clasificó Wout Van Aert, quien partía entre los máximos favoritos en un circuito de fuerza que le iba como anillo al dedo, pero el belga se fue desinfland­o con el paso de los kilómetros. En la referencia de la primera vuelta -km 22,1- se mantenía en la lucha, 5º a solo 10” de Roglic, pero en el segundo giro pagó los esfuerzos acumulados en las últimas semanas y empezó a perder tiempo con rapidez. Acabó a 1’41” del esloveno.

Kasper Asgreen, Rigoberto Urán, Remco Evenepoel y Patrick Bevin completaro­n el top-10 de una contrarrel­oj olímpica que tuvo un nivel descomunal y que dejó un sabor amargo al ciclismo español con el abandono de Ion Izagirre por problemas musculares.

EMOCIÓN HASTA EL FINAL

Al tener que dar dos vueltas al circuito de Fuji, y para que la prueba transcurri­era de la manera más limpia posible, los 39 participan­tes salieron en tres bloques de 13. En el primero de ellos, el canadiense Hugo Houle marcó los mejores tiempos, que fueron rebajados en el segundo grupo por

Remco Evenepoel, que pese a llegar antes que nadie a Tokio para aclimatars­e estuvo lejos de las medallas, y por un Rigoberto Urán que corrió de menos a más. El colombiano -que había sido octavo en la prueba en líneaconse­rvó los mejores registros hasta que empezaron a salir los ciclistas del tercer y último bloque, en el que estaban la mayoría de los favoritos.

Entonces todo cambió y rápidament­e los Roglic, Dumoulin, Ganna, Dennis, Van Aert, Küng y Cavagna se colocaron al frente de la clasificac­ión en todos los puntos intermedio­s para brindarnos una de las mejores y más emocionant­es cronos de los últimos tiempos. La igualdad era máxima, hasta el punto de que al primer paso por meta seis corredores estaban separados por sólo 15”: Roglic lideraba con Dumoulin y Ganna a 8”; Dennis a 9”; Van Aert a

10” y Küng a 15”. Todo era posible. Fue entonces cuando el ex saltador de esquí apretó los dientes y aumentó el ritmo.

Del km 22 al 31, con el segundo paso por el repecho más duro, fue donde abrió hueco y consolidó su triunfo. La gloria olímpica le esperaba y él no iba a parar hasta alcanzarla. De hecho, tan absorto rodaba, que cuando cruzó la meta siguió pedaleando.

Primoz Roglic sabe caer y levantarse, sabe perder y seguir luchando hasta volver a ganar. El guerrero que nunca se da por vencido sanó sus heridas proclamánd­ose campeón olímpico contrarrel­oj. La Vuelta a España le espera con los brazos abiertos.

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