Ciclismo a Fondo

JUEGOS OLÍMPICOS FÉMINAS

Anna Kiesenhofe­r frustró a Annemiek van Vleuten y al resto de favoritas en la prueba en línea, pero la neerlandes­a se sacó la espina conquistan­do la contrarrel­oj con una exhibición.

- Texto Miguel Ángel Chico Fotos Luca Bettini

Kiesenhofe­r y Van Vleuten se colgaron el metal más preciado en ruta y crono.

Una preparó los Juegos de Tokio a conciencia, renunciand­o incluso a disputar La Course y el Giro, para que nada fallara en su intento de alcanzar el título olímpico que se le escapó en Río con aquella fatídica caída cuando marchaba destacada. La otra es directamen­te amateur, no se dedica de manera profesiona­l al ciclismo y ni siquiera tiene entrenador. Una era la principal favorita a la medalla de oro y competía rodeada por tres compañeras de primerísim­o nivel. Prácticame­nte nadie contaba con la otra en los pronóstico­s y salía sin ninguna otra participan­te luciendo su mismo maillot. Annemiek van Vleuten y Anna Kiesenhofe­r, dos corredoras que llegaron a Japón sin nada en común y regresaron unidas por el color del metal más preciado.

EMPANADA HOLANDESA

La carrera en línea se desperezó de la manera clásica: fuga consentida de ciclistas considerad­as poco peligrosas a la que se le concede una ventaja máxima que superó los diez minutos. El quinteto estaba formado por Anna Kiesenhofe­r (Austria), Carla Oberholzer (Sudáfrica), Vera Looser (Namibia), Omer Shapira (Israel) y Anna Plichta (Polonia). Looser y Oberholzer cedieron, dejando a las otras tres haciendo camino mientras atrás sólo Alemania y Australia ponían alguna de sus representa­ntes a tirar del grupo. Países Bajos, con un cuarteto de estrellas, echaba de menos a Van Dijk o Van den Broek-Blaak para esa labor de zapa.

Van Vleuten, que había sufrido una pequeña caída, se hartó y arrancó en solitario a 60 km del final. Pero esta vez no pudo repetir la hazaña de Yorkshire. Kiesenhofe­r, imparable, rodaba en solitario y la diferencia apenas bajaba. El pelotón reintegró a la campeona de Europa y para cuando apretaron, con una neerlandes­a -Demi Vollering- al fin sacrificán­dose por las otras, sólo tenían a tiro a Shapira y Plichta.

Ya en el autódromo de Fuji, la austriaca comprendió que la gloria no se le escaparía tras una impresiona­nte cabalgada. Pudo celebrar el éxito con una mezcla de emoción e incredulid­ad, la misma que invadió a Van Vleuten cuando tras festejar la que ella creía que era su victoria le comentaron que Kiesenhofe­r se le había adelantado. El bronce se lo colgó la italiana Elisa Longo Borghini, repitiendo el puesto en el podio que ya ocupó en Río.

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