JUEGOS OLÍMPICOS FÉMINAS
Anna Kiesenhofer frustró a Annemiek van Vleuten y al resto de favoritas en la prueba en línea, pero la neerlandesa se sacó la espina conquistando la contrarreloj con una exhibición.
Kiesenhofer y Van Vleuten se colgaron el metal más preciado en ruta y crono.
Una preparó los Juegos de Tokio a conciencia, renunciando incluso a disputar La Course y el Giro, para que nada fallara en su intento de alcanzar el título olímpico que se le escapó en Río con aquella fatídica caída cuando marchaba destacada. La otra es directamente amateur, no se dedica de manera profesional al ciclismo y ni siquiera tiene entrenador. Una era la principal favorita a la medalla de oro y competía rodeada por tres compañeras de primerísimo nivel. Prácticamente nadie contaba con la otra en los pronósticos y salía sin ninguna otra participante luciendo su mismo maillot. Annemiek van Vleuten y Anna Kiesenhofer, dos corredoras que llegaron a Japón sin nada en común y regresaron unidas por el color del metal más preciado.
EMPANADA HOLANDESA
La carrera en línea se desperezó de la manera clásica: fuga consentida de ciclistas consideradas poco peligrosas a la que se le concede una ventaja máxima que superó los diez minutos. El quinteto estaba formado por Anna Kiesenhofer (Austria), Carla Oberholzer (Sudáfrica), Vera Looser (Namibia), Omer Shapira (Israel) y Anna Plichta (Polonia). Looser y Oberholzer cedieron, dejando a las otras tres haciendo camino mientras atrás sólo Alemania y Australia ponían alguna de sus representantes a tirar del grupo. Países Bajos, con un cuarteto de estrellas, echaba de menos a Van Dijk o Van den Broek-Blaak para esa labor de zapa.
Van Vleuten, que había sufrido una pequeña caída, se hartó y arrancó en solitario a 60 km del final. Pero esta vez no pudo repetir la hazaña de Yorkshire. Kiesenhofer, imparable, rodaba en solitario y la diferencia apenas bajaba. El pelotón reintegró a la campeona de Europa y para cuando apretaron, con una neerlandesa -Demi Vollering- al fin sacrificándose por las otras, sólo tenían a tiro a Shapira y Plichta.
Ya en el autódromo de Fuji, la austriaca comprendió que la gloria no se le escaparía tras una impresionante cabalgada. Pudo celebrar el éxito con una mezcla de emoción e incredulidad, la misma que invadió a Van Vleuten cuando tras festejar la que ella creía que era su victoria le comentaron que Kiesenhofer se le había adelantado. El bronce se lo colgó la italiana Elisa Longo Borghini, repitiendo el puesto en el podio que ya ocupó en Río.