CLÁSICA DE SAN SEBASTIÁN
Neilson Powless dio la campanada en una carrera atípica y marcada por el mal tiempo. El estadounidense del EF Education-Nippo se marchó junto a Mohoric, Honoré y Rota tras coronar Erlaitz para acabar abriendo su cuenta de triunfos a lo grande.
El estadounidense Neilson Powless gritó de alegría bajo la lluvia.
Escalando Jaizkibel, el monte que es la casa, sello y garantía, el imprescindible de la Clásica de San Sebastián que ahora con los años, cosas del ciclismo moderno, se ha quedado lejos e insulso, insignificante como una tachuela más en el camino por todo lo que queda por delante y lo poco que ya define en la preciosa hasta bajo el aguacero carrera vasca, trepando por esas faldas que son el balcón de Donosti, Juanma Gárate conduce y piensa desde la larga y tediosa fila de coches que marcha por detrás del pelotón. Reflexiona sobre esta carrera con la que ha crecido y se ha curtido como ciclista, primero soñándola, después disputándola, va “demasiado bloqueada” para su gusto y el de sus muchachos del EF; es hora de mover un poco el árbol.
Gárate, ciclista antes, director del EF Education-Nippo ahora, chico listo y avispado siempre, sabe “lo que es perder esta carrera muchas veces” y hoy no le apetece repetir esa sensación. Tiene el equipo justo para pasar desapercibido y ser valiente, sin complejos, y luchar por todo sin perder absolutamente nada, pues no caerá en el pozo de las críticas si fracasa en el empeño. Así que decide saltar al vacío. Cambia el irundarra de estrategia allí mismo y comienza a ejecutarla un poco más adelante, a los pies de Erlaitz.
PREMIO AL ARROJO
Le sale bien a Gárate. Es el premio a la valentía y al saber hacer. Al desconocido también. Así termina esta historia que comienza con ese cambio de táctica que nace de la idea de casi todos, “llevar la carrera tranquila, meternos en la fuga inicial con Julien El Fares y Caicedo. Después dejar a nuestras dos mejores bazas para la parte final, pero hemos cambiado de planes”. Lo que no varía son sus cartas, su apuesta: Simon
Carr y Neilson Powless, dos dorsales anónimos borrados del mapa por los Julian Alaphilippe, Adam y Simon Yates, Bauke Mollema, Egan Bernal o Luis León Sánchez, las grandes estrellas y ruedas pesadas del pelotón de esta Klasika tan mermada por los Juegos Olímpicos de Tokio.
Eso, la ausencia de los grandes, el cansancio de los que han venido y la tromba de agua que no cesa de principio a fin de una edición que menos de veraniega tiene de todo, condiciona su desarrollo hasta que en Erlaitz, Juanma Gárate manda a sus chicos que es hora de dinamitar la carrera, de ir a por la txapela que espera abajo, en el Boulevard de la capital guipuzcoana, dándole un vuelco total al día bajo la tormenta.
16 ESCAPADOS
Hasta entonces ha sido una procesión de kilómetros sin demasiado que contar más allá de la numerosa fuga que marcha en cabeza. Los 16 hombres son Javier Romo, Johan Jacobs, Aleksandr Riabushenko, Lilian Calmejane, Valerio Conti,
Mikael Cherel, Romain Hardy, Xandres Vervloesem, Tsgabu Grmay, Jérémy Cabot, Víctor Cabedo, Dani Navarro, Mikel Bizkarra, Jon Barrenetxea, José Joaquín Rojas y Jokin Murguialday. Al Deceuninck-QuickStep, que ha venido a lucir el brillante arcoíris de Alaphilippe entre la lluvia, no le vale y tira para que esa fuga no se convierta en un bidón y acabe jugándose la victoria. Al llegar a Jaizkibel la escapada se hace añicos por la simple ley del más fuerte. Y ese, ahí delante, es Javier Romo (Astana-Premier Tech), que sigue dando destellos de la calidad que atesora al marcharse solo.
Era la favorita número uno y no falló. Annemiek van Vleuten se anotó con absoluta superioridad la edición femenina de la
Clásica de San Sebastián. Bajo el aguacero, la neerlandesa arrancó en el paso por Murgil, a más de nueve kilómetros de la línea de meta. Directa desde Tokio y tras pasar el disgusto de haberse visto campeona olímpica en la prueba de ruta, resarciéndose después con el brillante triunfo en la contrarreloj, Van Vleuten llegaba a la salida de Donosti como la gran candidata y cumplió los pronósticos. La carrera, que homenajeó a Maialen Chourraut, medalla de plata en los Juegos de Tokio, contó con una fuga que marcó el devenir de la prueba hasta su momento crucial. Baril, Cordon-Ragot, Guderzo, Muzic, Rooijakkers y Ane Santesteban marcharon en cabeza desde la ascensión a Jaizkibel. Las chicas del Movistar Team ejercieron de patronas, controlando el pelotón para que la escapada no tomase demasiada ventaja y poder jugarse con su mejor carta, la de Van Vleuten, el triunfo final. Gloria Rodríguez, Jelena Eric, Sara Martín, Alicia González y Lourdes Oyarbide se emplearon a fondo para bajar los dos minutos con los que contaba el sexteto. A pie de la ascensión a Murgil, Sara Martín llevó en volandas a Van Vleuten para que ella hiciese el resto. Otra obra de arte de la neerlandesa con su sello de calidad. Ataque y victoria. En el podio le acompañaron Ruth Winder y Tatiana Guderzo.
En el Boulevard donostiarra, con el objetivo amarrado bajo el brazo, Van Vleuten mostraba su alegría por tener "mi primera txapela
¡por fin! Me quedé varias veces a las puertas en la Emakumeen
Bira y tenía ganas de llevarme una para casa. Me encanta correr en Euskadi". Contaba que la prueba fue "dura por la lluvia, incluso favorecía que se hiciesen más cortes, pero las chicas del equipo han estado fantásticas. Estoy muy orgullosa de ellas. Hemos corrido todas juntas y muy fuertes.
Me siento cansada por el jet lag y por el viaje. Apenas he dormido y eso lo ha hecho más duro, aunque lo he logrado y es una gran sensación".
Por detrás, a Juanma Gárate no le gusta lo que ve. Una carrera demasiado parada, casi aburrida, bloqueada. Y se pone a pensar una manera de hacer estallar aquello. De su lado tiene una buena baza que pocos conocen y será su gran carta, la de Neilson Powless. El chico estadounidense curtido en el JumboVisma que aún no ha ganado todavía en la máxima categoría, pero a quien el día antes, a esas mismas horas pero con menos lluvia y más sol -así es Euskadile llevó a ver ese encadenado mágico de subidas, desde Jaizkibel hasta Murgil, pasando por Erlaitz, y le habló con amor de su tierra y de la Clásica.
Powless, americano nativo, es ciclista y descendiente de la tribu Oneida.
Se dice de sus antepasados que poseían la destreza sobrenatural de hacerse invisibles frente al enemigo y mimetizarse con las rocas del bosque, lo que les hacía partir con una gran ventaja en la batalla. Esa es sin duda la mejor arma que poseía Neilson Powless hasta la fecha: su anonimato.
ATAQUE DE LANDA
Para que la carrera despierte y se anime tiene que venir el de siempre, Mikel Landa. La afición vasca, tan leal incluso con un día invernal como el que ha salido en pleno mes de julio, le espera enfervorizada y el alavés no falla.
En Erlaitz se muestra y luce como le gusta, para hacer las delicias de la parroquia y recordar que está de vuelta. Ese movimiento leve, pero suficiente para hacer saltar del sofá a sus acólitos landistas recordándoles lo largo que ha sido este tiempo sin él, lo ve Juanma Gárate desde atrás y sabe que es el momento de empezar a ir a por la txapela.
Primero había mandado al británico Simon Carr, que cumple de maravilla con su labor, y luego mete a su guerrero oneida en el zafarrancho de combate que se forma por detrás en su persecución: Mikkel Honoré, Matej Mohoric, Lorenzo Rota y Neilson Powless, al que tanto le ha hablado de la belleza de esta carrera. Olvidado queda el último Tour de Francia, en el que lució menos (43º) que en su debut un año atrás.
Por detrás, todo lo que tirará el TrekSegafredo con Juanpe y Brambilla y el UAE Team Emirates de la joya Ayuso -que debutó en el World Tour con un notable 18º puesto- no servirá para nada. La carrera, con un Deceuninck QuickStep totalmente despreocupado al contar con Honoré delante, tiene su desenlace escrito. Basta sentarse para verlo. Para sufrirlo también porque ya en la bajada de Murgil, una curva mal trazada por Mohoric, el gran favorito al que todos marcaban, se lleva por delante a Rota y desestabiliza a Honoré, que sacaría fuerzas para volver a amarrarse al dúo de cabeza.
Con esa tensión desemboca la Clásica en su Boulevard. Un sprint a tres bajo el agua. Mohoric se lanza desde lejos, demasiado lejos, pensando que con su favoritismo todo iba a poderlo. Honoré, que bastante ha hecho con mantenerse en pie, está a verlas venir por si suena la campana. Powless, invisible para sus enemigos hasta que coge la rueda del campeón esloveno de Bahrain Victorious, le toma la medida a la perfección, se abre en el momento justo y le remata lo suficiente como para saber que ha salido vencedor de esta batalla.
La primera de su cuenta. “Competir en el País Vasco, con estas carreras y con su gente, es especial. Y teniendo a Juanma Gárate de director, que me ha explicado todos sus secretos, mucho más”, explicaba. Ganar aquí, con tantos seguidores como había en las cunetas, es muy bonito”.