Ciclismo a Fondo

Lágrimas de victoria

- Texto Ainara Hernando

Llora, se tira al suelo, se abraza con su masajista. Él le besa. Jesús hunde su cabeza sudada, cuencas como pozos profundos bajo los ojos del cansancio entre sus hombros, esconde con las manos su rostro emocionado, pero es imposible camuflar tanta emoción. Le echan agua encima para refrescars­e, para rebajar esa explosión de sensacione­s que vive dentro y salen como un huracán cuando gana la séptima etapa de La Vuelta. Pero resulta imposible. "Es que cuesta mucho ganar", dice como sintiendo la necesidad de justificar sus lágrimas.

Cuesta mucho ganar. El de Mota del Cuervo es el mejor ejemplo. También del sacrificio, el trabajo duro y la seriedad en una carrera como la suya, tan impoluta, plagada de buen hacer y dedicación absoluta. A este deporte que tanto ama, a sus colores. A lo que le manden siempre. Tres años separan sus dos grandes triunfos en La Vuelta, este de Cistierna y Ares del Maestrat en 2019. "Cada uno es diferente y único", dice. Alguien como él, que basa sus victorias en el sacrificio, no puede elegir.

Por eso en Cistierna se queda "sin palabras" y con el rostro bañado en lágrimas. "Es un sentimient­o de emoción". Es una victoria de fe. Porque cuando se planta en el último kilómetro con Battistell­a, italiano y pillín; Fred Wright, rápido; Jimmy Janssens y Harrison Sweeny, se dice, se escucha: "Quedará quinto Herrada". Y no. "Sabía que todos íbamos muy cansados, pero tenía buenas piernas. Aunque había gente rápida en el grupo, si esperaba a última hora contaba con mis opciones".

Esa era la clave. "Conservar la cabeza fría, porque las fuerzas las tenía muy justas. Había que esperar al último momento. Cada uno había guardado un punto para el sprint". Ahí ya supo que se la iba a jugar, no antes, "porque cuando me metí en la fuga costó mucho irnos. El pelotón puso un ritmo muy alto subiendo San Glorio y no pensábamos que íbamos a llegar. Pero nos entendimos bien, jugué mi baza y aguanté hasta el final". El triunfo fue para los de siempre; los de casa. "Para Rocío, mi pareja -que un día después cumplía años-, y para toda mi familia, que están en los buenos momentos y en los no tan buenos".

Volvió a probar suerte camino del Monasterio de Tentudía, pero Rigoberto Urán le doblegó. "Me ha sobrado el último ataque", confesaba después de un agónico desenlace que le dejó un largo rato tendido en el suelo hasta recuperar el aliento, casi mareado. "Lo he visto cerca, pero me precipité cuando me fui solo a 500 metros. Al final esperé para aguantar al sprint, pero no podía más. Lo he dado todo". Eso siempre lo hace Jesús Herrada, que realizó un último intento en la jornada de la Sierra de Guadarrama.

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Foto Luis Ángel Gómez/Sprint Cycling Agency

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