Ciclismo a Fondo

De carne y hueso

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Como esos apodos de los que cuesta desprender­se, a Jay Vine le perseguirá durante toda su carrera la historia del concurso de una marca de software con el que ganó su primer contrato profesiona­l. Quizá no sea para menos, nadie puede presumir de haber triunfado en dos etapas de la Vuelta a España gracias en buena parte a su rendimient­o sobre un rodillo. Natural de Townsville (Australia), en la zona norte de Queensland, la pandemia truncó un 2020 que comenzó codeándose frente a ciclistas WT en el Herald Sun Tour (5º). Competía para un modesto conjunto Continenta­l y sus pocas actuacione­s no llamaron la atención de los grandes. Alpecin y su novedoso programa de captación llegó al rescate. Al año siguiente debutó en La Vuelta finalizand­o tercero en Pico Villuercas a pesar de una aparatosa caída. Esta temporada subió al podio tanto de Turquía como de Noruega, segundo en ambos casos. Con el palmarés aún inmaculado, Vine, 26 años, viajó a Utrecht deseoso de mostrarse desde las primeras rampas de entidad. Lo más impactante de su victoria en el Pico Jano resultó que no doblegó al pelotón desde una fuga, sino que inició el puerto con los favoritos y saltó casi desde abajo, a 7 kilómetros de coronar, manteniend­o el pulso a Evenepoel y Mas en la parte final. Un estreno como profesiona­l al que ni la niebla en meta restó el reconocimi­ento que bien merecía. "He peleado por un momento así durante los últimos años. Me parece algo increíble".

Alejado pero ni mucho menos descartado en la general, el oceánico se olvidó de un top 10 que parecía factible con esas piernas. Prefirió seguir luchando por etapas y por un jersey de la montaña que se enfundó en Colláu Fancuaya, en parte por el abandono de Langellott­i pero sobre todo por su segundo triunfo de etapa. Dos en apenas 48 horas, en esta ocasión resolviend­o una fuga repleta de hombres de la valía de Marc Soler, Thibaut Pinot, Mikel Landa o Alexey Lutsenko. Desde su ataque a 6 km de la cima asturiana, Vine se concentró en su pedaleo y en los vatios que le marcaba el medidor. Había transcurri­do una semana de carrera, pero la distancia sobre sus perseguido­res y su fortaleza en los puertos ponía en seria duda que alguien pudiera siquiera discutirle el jersey blanco a puntos azules de mejor escalador.

Si bien es cierto que pagando el esfuerzo de su arrollador inicio, el australian­o siguió acertando con las fugas -4º en Sierra Nevada, 7º en Peñas Blancas-. El maillot era suyo casi de forma matemática a pesar de la reacción de Carapaz. Sin embargo, una caída a tres días de concluir La Vuelta acabó con su sueño de regalar el podio de Madrid a su esposa, la primera persona a la que Jay Vine mencionaba en cada entrevista. "Supongo que tendré que llevar a Bre a Madrid en otra ocasión".

Texto Andrés Cánovas Foto Rafa Gómez/Sprint Cycling Agency

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