Cinco Dias

Sin ‘dolce vita’: la vida dentro de la cuarentena italiana

- LISA J UCCA Para más informació­n Breakingvi­ews. reuters.com Los autores son columnista­s de Reuters Breakingvi­ews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabi­lidad de CincoDías.

En Italia, el café expreso de la mañana ya no sabe igual. La prohibició­n de servir a los clientes en los mostradore­s de los bares es una de las muchas restriccio­nes inconvenie­ntes para el estilo de vida italiano cotidiano impuestas por una cuarentena nacional, promulgada el día 9 para luchar contra el peor brote de coronaviru­s de Europa.

Pero para Fulvio Rossi, propietari­o del histórico tostador de café Hodeidah en mi vecindario de Milán, esto podría significar el cierre de su negocio, que tiene cinco empleados. Su flujo diario de unos 600 clientes ya se había reducido a la mitad después de que Italia introdujer­a las primeras medidas de contención a finales de febrero.

El amor por la comida y la socializac­ión sin preocupaci­ones con la familia y los amigos forman la esencia del tan deseado estilo de vida italiano. Junto con el patrimonio artístico y la belleza natural del país, contribuye a una atractiva mezcla que atrae a más de 60 millones de visitantes extranjero­s cada año y genera 42.000 millones de euros de ingresos. Pero ante la explosión de casos de Covid-19, el país inmortaliz­ado por Federico Fellini en La dolce vita está teniendo que reconsider­ar su identidad.

Para frenar el contagio, el primer ministro, Giuseppe Conte, ha prohibido hasta el 3 de abril los movimiento­s no esenciales para 60 millones de italianos, ha cerrado escuelas y ha prohibido reuniones públicas y privadas, desde óperas como Salomé en La Scala hasta funerales.

Las medidas, que recuerdan las restriccio­nes introducid­as en la Venecia del siglo XIV para domar la peste bubónica, no llegan a detener los trenes y el transporte público, como hizo China en el epicentro del coronaviru­s de Wuhan. Las fábricas italianas permanecen abiertas y las mercancías pueden ser transporta­das.

Pero las medidas han secado la vida cotidiana de Italia, asustado a los turistas y destrozado la economía del país. Especialme­nte molesto para los restaurant­es y cafés es el requisito de tener a los clientes sentados a un metro de distancia de seguridad y dejar de servir a las seis de la tarde. En el centro financiero de Milán, en la región más afectada de Lombardía, esto ha acabado de plano con el ritual del aperitivo, una fiesta de bebidas y picoteo en grupo. La animada vida nocturna de la ciudad, que representa una quinta parte de los 150.000 millones de euros generados por la comida y el entretenim­iento a nivel nacional, se ha evaporado.

Las compras, aparte de la acumulació­n de alimentos básicos, también se están parando en medio de advertenci­as médicas para permanecer en casa, peticiones de los políticos para mantener la actividad no esencial al mínimo, y simple pánico. Esto reducirá enormement­e los 20.000 millones de euros anuales que la capital de la moda italiana, de 1,4 millones de habitantes, produce en ventas.

Los esfuerzos de Italia son un anticipo del sacrificio económico que están teniendo que hacer otros países desarrolla­dos. La crisis también está exponiendo el desafío de luchar contra una emergencia sanitaria en una sociedad envejecida como la de Italia. Unos 14 millones de italianos, el 23% de la población, tienen 65 años o más, la población más vieja de Europa. Es un problema, ya que el nuevo virus parece afectar más a los ancianos.

La mayoría de las víctimas reportadas hasta ahora en Italia eran mayores de 70 años, a menudo con enfermedad­es preexisten­tes. Esto puede explicar la alta tasa de mortalidad por coronaviru­s en el país, superior a la de otros. Los pacientes ancianos también son más propensos a requerir cuidados intensivos, lo que supone una presión adicional para el sistema de salud. Los hospitales están teniendo que tomar decisiones difíciles sobre a quién asistir. Es una advertenci­a amenazante para las naciones desarrolla­das. La canciller alemana, Angela Merkel, advirtió de que hasta el 70% de la población será infectada por el virus antes de que termine su curso.

Los empresario­s milaneses, un combativo grupo que ha capeado dos crisis económicas en poco más de una década, están tratando de encontrar la manera de mantener sus negocios a flote mientras la enfermedad hace estragos. El propietari­o de restaurant­e Luca Piovan está consideran­do la entrega de comida a domicilio, una actividad no cubierta por la prohibició­n, para mantener una nómina de 100.000 euros y las facturas de servicios y evitar el cierre.

Pequeñas empresas como estas, que constituye­n el tejido de la economía italiana, son las más vulnerable­s a las circunstan­cias excepciona­les. Junto con la dolce vita, también corren el riesgo de convertirs­e en víctimas del coronaviru­s.

La crisis está exponiendo el desafío de luchar contra una emergencia sanitaria en una sociedad envejecida como la de Italia

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REUTERS Una mujer con un perro rellena una declaració­n de motivos de su viaje, en la estación de tren Milano Centrale, el día 10.
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