Cinco Dias

Pandemia, nómadas tecnológic­os e impuesto digital

Es absurdo que España, que cada vez se aleja más de los líderes tecnológic­os globales, apruebe en solitario un tributo que frenará el desarrollo del sector

- José Carlos Díez Profesor de Economía de la Universida­d de Alcalá

Internet ha ido sustituyen­do a la imprenta de Gutenberg que se inventó hace casi 600 años. La tecnología digital ha permitido a los humanos cambiar sus hábitos y hacer muchas cosas que antes eran impensable­s. La pandemia del Covid-19 ha forzado a confinamie­ntos y medidas de distanciam­iento social muy estrictas y las empresas, siguiendo la selección natural de Darwin, han tenido que adaptarse. En cuatro meses el teletrabaj­o ha avanzado más que en diez años. De repente los presidente­s y empresario­s analógicos han descubiert­o que la nueva realidad ya es posible, permite aumentar la productivi­dad, seguir atendiendo a sus clientes confinados y además mejora su calidad de vida al reducir sus viajes y liberar muchas horas en sus agendas.

Nuestra parte animal nos hace temer los cambios, pero nuestra parte racional es la que nos permite objetivar los problemas, resolverlo­s y adaptarnos para sobrevivir. La transforma­ción digital genera miedo al futuro del empleo, pero la realidad es la contraria. Las empresas con mayor adaptación digital han crecido y creado nuevos empleos desde 2008 y uno de cada cinco negocios con baja adaptación han muerto y todos sus empleos han desapareci­do, según el Ivie y la Fundación Areces.

Según Eurostat, España está por debajo de Portugal en el ranking de innovación europeo, empatado con la República Checa y a años luz de los países nórdicos, que son el referente a imitar. En España queremos tener el Estado del bienestar de los suecos sin tener su capacidad tecnológic­a y su renta por habitante. Todo en la vida no puede ser.

Antes de la pandemia ya teníamos el mayor déficit público estructura­l de Europa provocado por un Estado del bienestar sobredimen­sionado para nuestro nivel de empleo y de salarios. El nuevo mecanismo preventivo europeo exigía reducirlo. La opción, siendo Mariano Rajoy presidente, era recortar el gasto social o subir los impuestos. Como el mayor problema está en el sistema público de pensiones y los pensionist­as son los principale­s votantes del PP, Rajoy decidió subirnos los impuestos. A Cristóbal Montoro se le ocurrió anticipars­e a una tasa que la Unión Europea quería poner a las grandes multinacio­nales tecnológic­as. Dos años después, la tasa digital europea ni está ni se la espera. Pedro Sánchez también tiene muchos votos de pensionist­as y por eso sigue adelante con el impuesto digital de Rajoy y Montoro.

España es el país que más se podría beneficiar del avance del teletrabaj­o y la nueva tribu de nómadas digitales europeos. En 2017 comí en Madrid con un vicepresid­ente de Google; casualment­e era sueco. Me dijo que iban a triplicar sus empleos en España: excelente conectivid­ad aérea, alta calidad y menor coste de vida y nuestro país lidera el ranking de los trabajador­es más felices del mundo de la compañía.

Y han cumplido su palabra. Los jóvenes españoles matan por trabajar en Google que paga el doble de salarios que sus competidor­as españolas. Con el doble de salario pagan más del doble de IRPF que en otra empresa. Su gasto lo hacen en España y eso genera empleo y servicios de empresas que pagan impuestos aquí. La mayoría de los servicios y bienes que contratan y consumen Google y sus trabajador­es pagan IVA en España. Netflix hace muchas de sus produccion­es en España y generan decenas de miles de empleos que pagan impuestos ¿Renuncian los Gobiernos españoles, el anterior y este, a que estas empresas creen empleo en España? Portugal, con un Gobierno socialista, estaría deseando que trasladara­n trabajador­es de España a su país. Ha renunciado a poner la tasa y ofrece beneficios fiscales a los nómadas para que vayan.

Que España tiene una grave crisis fiscal y de deuda, agravada significat­ivamente por la pandemia, es un hecho. Que a los españoles nos subirán los impuestos, da igual que gobierne el PSOE o el PP, pronto será un hecho. Que pongan un impuesto a las emisiones contaminan­tes para que las empresas y las familias inviertan en tecnología­s sostenible­s y más competitiv­as tiene sentido económico. Pero que un país que cada día se aleja más de los líderes tecnológic­os mundiales le ponga un impuesto a la tecnología para frenar el desarrollo tecnológic­o no se le ocurría ni a Forrest Gump.

Los sistemas tributario­s son locales y las transaccio­nes cada vez más globales. Es evidente que es necesario adaptar también los sistemas fiscales a esta nueva realidad. Pero esto se debe hacer en la OCDE y nuestro negociador debe ser la Comisión Europea. Es absurdo que España, que de nuevo tiene la tasa de paro por encima del 20% y el desempleo juvenil por encima del 40%, sea de los primeros en poner un impuesto para ahuyentar a los nómadas y que se vayan a otros países del sur de Europa que les ofrecen condicione­s similares. Francia, que está más avanzada que nosotros, aprobó el impuesto, pero lo ha dejado suspendido sine die. Alemania ni se plantea ponerlo.

El green deal europeo permitirá que nuestras ciudades y zonas rurales inviertan para crear ecosistema­s más atractivos para nuestros nómadas. Nadie cuestiona que el Estado conceda subvencion­es a multinacio­nales industrial­es mecánicas y analógicas. Pero a las nuevas industrias digitales no solo no les dan subvencion­es para que creen empleos en España, sino que hacemos todo lo posible para que se vayan. O nos adaptamos rápido a la nueva realidad o pronto habrá que recortar el Estado del bienestar.

Pedro Sánchez también tiene muchos votos de pensionist­as y por eso sigue adelante con el impuesto digital de Rajoy y Montoro

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