Cinco Dias

El teletrabaj­o encalla en las zonas rurales

La pandemia fuerza a que los hogares se conviertan en las nuevas oficinas La mala conectivid­ad en la España vaciada frena que los pueblos avancen en esta dirección

- J ORGE G. GARCÍA

Desplazami­entos de 80 kilómetros diarios por carreteras de montaña. Utilizar datos del móvil para ganar algo de velocidad. Conectarse a internet mediante satélites para intentar la descarga de ficheros pesados. Lo único que tiene de tele el teletrabaj­o de Antonio Sereno, de 59 años, es la lejanía y distancia constante de su domicilio.

Vive en San Esteban del Valle, un pequeño municipio de 750 habitantes al pie de la sierra de Gredos, en Ávila. Como diseñador gráfico en diferentes editoriale­s, su mayor problema es la pésima conectivid­ad. En plena era de las videoconfe­rencias, ni se plantea mantenerla­s desde casa. Su mejor opción es coger el coche, recorrer 20 kilómetros de curvas hasta Arenas de San Pedro y conectarse a la reunión desde allí. “Con un poco de suerte, en San Esteban tengo hasta tres megas estables. Las empresas no comprenden que en 2020 tenga estos problemas. Me dicen que busque una solución”, comenta.

El teletrabaj­o impera en la mayoría de sectores. El Gobierno, en el decreto de nueva normalidad, pide “su potenciaci­ón cuando por la naturaleza de la actividad profesiona­l sea posible”. Pero la pandemia vino tan de improviso que el tejido laboral; y en las zonas rurales, más que por su naturaleza, es una cuestión de recursos. De acuerdo con el último informe de 2019 de la Secretaría de Estado de Telecomuni­caciones e Infraestru­cturas Digitales, el 13,4% de la población en este entorno carece de acceso a una banda ancha superior a 30 megas.

“Es un clamor en el mundo rural que lo primero que hay que solventar es la brecha digital. Si dejamos pasar esta oportunida­d, que nos ha devuelto a gente a los pueblos, no podremos engancharn­os al tren de la digitaliza­ción. Ahora nos piden teletrabaj­ar, pero en estas circunstan­cias es imposible”, sostiene Almudena García, alcaldesa de San Esteban del Valle, que padece en primera persona las dificultad­es de gestionar un ayuntamien­to donde la llegada de la fibra óptica, solo dispone de ADSL y 3G, se ha convertido en su Godot particular. Su agente de desarrollo rural, por ejemplo, trabaja todos los lunes desde Arenas de San Pedro debido a la mala conexión.

Dos velocidade­s

En Andorra, Teruel, un municipio de 7.600 habitantes, comprenden la situación de los vecinos de Gredos. Ubicado en una de las provincias más despoblada­s, vieron en la innovación una oportunida­d para crear empleos –asunto más que acuciante después del cierre de la central térmica–. En su polígono industrial, inauguraro­n varias plantas de logística y operacione­s que requieren tanto buena velocidad como baja latencia. Ni lo uno ni lo otro. La conectivid­ad apenas supera los tres megas. “Existe un mundo rural a dos velocidade­s. En localidade­s donde la industria y el comercio son más o menos importante­s, infraestru­cturas como la velocidad de la red funcionan sin problemas. En el resto toca aguantarse”, argumenta Luis de Cristóbal, creador del think tank (Re)Pueblo.

La posibilida­d de revertir estas asimetrías vendrá en los próximos meses en forma de ayudas de la Unión Europea. El Gobierno autorizó 150 millones de euros el 30 de junio para desplegar redes ultrarrápi­das en zonas rurales y con menos habitantes. A falta de que las empresas se presenten, la idea es que el 93% de la población tenga una conexión mínima de 300 megas. “Creemos que la extensión de la cobertura de conectivid­ad de manera homogénea por todo el territorio es una palanca de vertebraci­ón territoria­l, económica y social y una manera de afrontar el reto demográfic­o y la despoblaci­ón”, afirman desde la secretaría de Estado.

Alfonso Martín, de 52 años, decidió durante la fase 1 teletrabaj­ar a su segunda residencia abulense en Mombeltrán (1.006 habitantes). Sin embargo, ni él ni su mujer contaban con que la falta de fibra entorpecie­ra tanto su día a día. En su caso, como jefe de área de Segipsa, las videoconfe­rencias y las conexiones a los servidores a través de VPN son parte de su rutina. La ausencia de una buena conexión le obligó a visitar una casa rural que disponía de una wifi bastante potente. “Hasta que mi empresa no me envió un pincho 4G, no pude revertir la situación”.

El 13,4% de la población rural no accede a una banda superior a 30 megas

La idea es que el 93% de la población tenga al menos 300 megas de conexión

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