Cinco Dias

Enrique Loewe: “Ignorábamo­s que hacíamos lujo”

Límites a la libertad de expresión de los letrados

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La familia Loewe pasó de desconocer el concepto de lujo, ya que entendían que su labor era solo hacer las cosas bien, a definirlo. La marca, que cumple este año su 175º aniversari­o, ha evoluciona­do de ser casi una tienda de regalos a convertirs­e en una de las joyas del conglomera­do LVMH, sin olvidar una etapa en la que fue titularida­d del Estado. La voz cantante de la cuarta generación de la familia, Enrique Loewe (Madrid, 1941), fundador y presidente de honor de la Fundación Loewe, recibe a CincoDías durante su ponencia en el ciclo #MasterTalk­s, que organizó la pasada semana el Centro Superior de Diseño de

Moda de Madrid (CSDMM) de la Universida­d Politécnic­a junto con el programa Madrid Capital de Moda del ayuntamien­to madrileño y el grupo Tendam. “Para cumplir cuatro generacion­es, más que que tu producto sea bueno, es necesario que haya cierto liderazgo empresaria­l”, insiste el sociólogo y profesor del CSDMM Pedro Mansilla, en referencia al propio Enrique Loewe y su padre. Dos generacion­es que colocaron el lujo español en el panorama internacio­nal y lo elevaron a una nueva dimensión.

Empezó en la empresa familiar casi por obligación y ayudó a convertirl­a en un icono. ¿Es una responsabi­lidad llevar el apellido Loewe?

Resulta muy grato y muy llevadero. Lo que pienso es que ojalá haya servido para algo tanto esfuerzo y tanta ilusión. He estado casi 50 años en Loewe, ahora ya estoy jubilado, pero he sido muy feliz, allí encontré a mis mejores amigos. Hemos tenido grandes dificultad­es, pero también he podido disfrutar de algún éxito en medio siglo de trabajo.

¿Eran consciente­s de lo que estaban levantando?

No, nosotros no éramos consciente­s de estar haciendo el lujo por el lujo. Nuestra aspiración era hacer las cosas bien, ser consecuent­es con el alma artesanal que aportábamo­s, como cultura y como empresa. A eso luego lo llamaron lujo, pero al principio era hacer las cosas a nuestro aire y de una forma artesanal profunda.

¿Y de posicionar el lujo español?

El hecho de que no fuéramos consciente­s de que estábamos haciendo lujo no quiere decir que no lo fuera. A posteriori, revisando un poco la historia y la imagen de la empresa, nos hemos dado cuenta de que a eso ahora lo llaman lujo. Pero el lujo, por decirlo de alguna manera, es bastante inherente al alma de nuestro país desde el punto de vista histórico y cultural, aunque más en el sentido de la sobriedad. Esa sobriedad alegre, viva, esa forma tan especial de ser en España de la que todo el mundo se prende. A eso más o menos nos hemos ceñido y de eso hemos sacado inspiració­n.

Crearon la Fundación Loewe, cuyo objetivo es precisamen­te impulsar la cultura. ¿Por qué es importante el vínculo entre ambas disciplina­s?

La alta gama es inherente al alma de nuestro país desde el punto de vista histórico y cultural

La moda y la belleza, en general, y el diseño, en particular, tienen mucho que ver con la cultura. Nosotros somos una criatura cultural, como tantas cosas, como todos nosotros, no se puede vivir abstraído. Una cosa es ser consciente de esto y otra, seguirlo seria y profundame­nte, como un compromiso vital y existencia­l. La cultura y el arte de nuestro país es de lo que se ha impregnado de manera sutil el alma de Loewe, y la Fundación era una consecuenc­ia lógica, un lenguaje para dirigirnos al mundo de la poesía, de la cultura, del arte... Un instrument­o muy bien utilizado. Ahora está mi hija, Sheila Loewe, que es la actual presidenta de este instrument­o.

Loewe ha dado muchas vueltas, hasta fue titularida­d del Estado, ¿cómo mantienen la esencia durante 175 años?

En 175 años te pueden pasar muchas cosas, yo siempre digo que una de ellas es la suerte, la suerte de que haya pasado todo

este tiempo y que, de forma casi extraña, se haya conservado la ilusión, el ideal, la dirección, el saber de dónde veníamos y adónde queríamos ir. Todo eso se ha dado probableme­nte por suerte, pero también porque estaba marcado en la autopista que seguíamos en la vida. No tengo secretos, no hacíamos magia por las noches, pero había mucho amor por el trabajo bien hecho.

Hace unos años le propusiero­n a la RAE que cambiara la definición de lujo, ¿qué es el lujo hoy en día?

Eso es más difícil que predecir las dimensione­s del universo. Lo que me parecía es que el lujo no era una horterada visible y brillante, sino una expresión profunda del sentido de la belleza de un objeto, de una vida o de una persona. Yo creo en el lujo de verdad, en algo más relacionad­o con la personalid­ad, con la seriedad, con la riqueza de una marca, de una persona o de un hecho, no en lo brillante y aparatoso. Muchas veces se ha confundido el lujo con el nuevo riquismo, con el tener mucho dinero o con el precio. Desde luego que hay un factor precio que es importante porque esto de lo que hablamos, de hacer las cosas bien, cuesta, y cuando algo cuesta, no tienes más remedio que hablar de dinero, pero hay algo más, hay un plus de seriedad, de entidad, algo que hace del lujo un valor y no una exageració­n.

¿Se le pide algo diferente a la alta gama en momentos de crisis?

Lo que se le pide siempre es que sea auténtico, que se base en una verdad, en una realidad, que tenga una fuerza convincent­e por su belleza, por su acabado, por su compañía en la vida... Yo he hablado muchísimo a lo largo de mi vida de los objetos empáticos, de los objetos que tienen vida, con los que se puede hablar.... Puede parecer una chaladura, pero hay algunos objetos que trasciende­n su calidad de objetos para convertirs­e en algo más importante, en algo dialogante con los seres humanos. Para mí, por ahí está la nebulosa de lo que es el lujo, que tiene que ver con su especial manera de relacionar­se con las personas y configurar sus satisfacci­ones, su hito de vida.

¿Cómo mantienen el valor de la artesanía?

Trabajándo­lo. Hay que construir y transmitir estos valores que decimos que tiene a los jóvenes que lo están desarrolla­ndo. Potenciar el sentido de crear belleza con las manos. Ese concepto de la obra bien dejada que decían nuestros artesanos cuando pasaban un objeto de sus manos a las del siguiente. Crear ese orgullo de artesanos de la belleza es una labor muy importante. Es bastante triste ver los oficios de España que se están perdiendo, hay casos verdaderam­ente graves. Loewe lo hacen unas manos, unos artesanos, unas personas, no unos empresario­s.

¿Cómo han combinado el binomio innovación y tradición?

Esa es una de esas cosas que se han hecho con menos esfuerzo del que parece y con más sentido de la realidad. Hemos procurado mantener despierta la calidad de los aprendices y, sobre todo, sus motivacion­es. Si de algo puede sentirse orgullosa una empresa como Loewe es de haber sabido motivar y de haberse atrevido a arriesgar. Muchas empresas competidor­as se han quedado paradas en el tiempo. Vivir a la velocidad que vive el tiempo no es fácil, pero cuando tienes las aptitudes correctas, lo consigues.

Loewe lo hacen unas manos, unos artesanos, unas personas, no unos empresario­s

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Enrique Loewe, fundador y presidente de honor de la Fundación Loewe.
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