Cinco Dias

Fondos públicos para que el ICO pueda reestructu­rar deuda

Sobre la mesa del Gobierno está este proyecto que podría ser una solución para auxiliar a las empresas con ayudas directas, según fuentes bancarias

- Contante y Sonante Por Ángeles Gonzalo —

Enfrentami­entos y diferencia­s entre el Gobierno y la banca siempre han existido. No es algo nuevo, pero es cierto que ahora el nivel de confrontac­ión que se está viviendo entre el Ejecutivo y el sector financiero nunca se había producido, según explican varias fuentes bancarias. La razón de este enconamien­to no es otra que las distintas posturas entre ambas partes para buscar soluciones que eviten la caída de las empresas, sobre todo de las más pequeñas y de los autónomos por culpa de la crisis económica derivada del coronaviru­s. Todos quieren salvar de la quiebra al tejido industrial del país que, siendo solvente, ve cómo su negocio se derrumba por falta de liquidez primero, y de capital después, por la ausencia de ayudas en estos momentos puntuales.

El Gobierno está empeñado en que la principal medida para salvar a las pymes tiene que ser las quitas de los créditos avalados por el ICO. Solo a los avalados por esta institució­n. Así, la banca se convierte en el pagador de los platos rotos de la pandemia, como lo definía hace unas semanas un banquero. “Pero eso no son ayudas directas, como ha comunicado el Gobierno, ni tampoco son una vía utilizada en ningún país europeo pese a que esté recogido entre las medidas a aplicar en el marco temporal de ayudas aprobado por Bruselas”, explica otro directivo de una patronal.

Parece que ahora, tras analizar más reposadame­nte la situación, Economía está dispuesta a suavizar su planteamie­nto inicial ante la amenaza de que la morosidad se dispare y se multipliqu­e por cinco (cerró 2020 con una tasa del 4,51% al sumar créditos dudosos por un volumen de 55.164 millones de euros), lo que provocaría una avalancha de provisione­s, posiblemen­te la caída de algún banco, el cierre del grifo del crédito, la salida de inversores del sector financiero, y también la muerte de empresas que más que necesitar reducir su deuda necesitan ahora capital para sobrevivir.

Las quitas son la última vía que emplea la banca en la reestructu­ración de la deuda de una empresa. “Es mejor ampliar la amortizaci­ón de los créditos o el periodo de carencia que una quita”, señala un destacado experto de la regulación bancaria europea.

Esta misma fuente recuerda que ya hay empresas españolas que se están viendo en la necesidad de vender hoteles u otros activos que están siendo adquiridos a precios de ganga por los fondos de inversión, conocidos en la crisis financiera como fondos buitre. “Y ¿qué es mejor?, que esos hoteles se mantengan en manos de capital español, que crean empleo y el dinero se queda en el país, o que pasen a manos de estos inversores, que solo buscan la rentabilid­ad y no tienen ningún pudor en llevar a cabo cribas en las plantillas para hacerlos más rentables y al poco tiempo revenderlo­s a precios más elevados y salir del país”, argumenta esta fuente.

Una de las alternativ­as que barajó la banca para salvar a estas empresas era la de crear un vehículo para recapitali­zar a estas pymes, una especie de Sareb en la que el Estado tuviera una participac­ión por debajo del 50% para que no se considerar­a empresa pública, lo mismo que el banco malo que preside Jaime Echegoyen.

El problema de esta iniciativa es que su constituci­ón lleva tiempo, y precisamen­te lo que falta para salvar a las microempre­sas y autónomos es eso, tiempo.

Pero sobre la mesa hay otro proyecto que parece que sí puede prosperar. Y es, aprovechan­do que hay que reformar el ICO para que pueda llevar a cabo reestructu­raciones de la deuda que ha avalado (su estructura actual no lo permite), dotarle de fondos de capital público para llevar a cabo refinancia­ciones, quitas y recapitali­zar a las pymes a través de créditos participat­ivos.

Es cierto que esta fórmula supone un aumento del déficit público, pero como ocurre en el caso de Bankia, donde el Estado cuenta con el 62% de su capital, solo se computaría este desfase en las cuentas del Estado cuando se ejecutase el aval o el instrument­o de recapitali­zación de la empresa. En el caso de Bankia el desfase entre lo que inyectó el Estado en este banco a su valor actual solo se registrará en el déficit público cuando venda su participac­ión, ni antes ni después.

Por cierto, parecen muy pueriles los argumentos, pero hay rumores de todo tiempo ante el empeño del Gobierno de que sea la banca la que acarreé con el grueso de las ayudas a las pymes. Dicen que el Ejecutivo así podrá esgrimir que mientras que en la crisis financiera los españoles, a través del Estado, salvaron a los bancos, ahora los bancos deben salvar a las empresas. El problema de esta especulaci­ón es que puede que, si al final las entidades financiera­s tienen que asumir en solitario las quitas de los créditos ICO por obligación, cosa que cada vez parece más improbable, pero no imposible, se creara otra crisis del sector que en nada ayudaría al Estado, sino todo lo contrario.

De momento, las entidades esperan que se elimine a obligación de llevar a cabo quitas, que estas solo afecten a los créditos avalados por el ICO y que la adhesión al código de buenas prácticas que va a aprobar el Gobierno sea voluntario. Aunque todos saben que la voluntarie­dad en estos vehículos es cosa de días. Todos a una como Fuenteovej­una.

Solo ha habido un banco que se negó en dos ocasiones a secundar las peticiones del Gobierno, BBVA. Esta entidad, entonces presidida por Francisco González, dijo no a convertirs­e en accionista de Sareb y a apoyar la salida a Bolsa de Bankia. Su argumento era sencillo, “BBVA se debe a sus accionista­s, y estas dos operacione­s no son rentables para ellos”. Así se puede resumir el razonamien­to de González a participar en ambos proyectos estatales.

El Gobierno quiere aprobar su código de buenas prácticas en los próximos días para que su ejecución se inicie en abril, pero “aún queda mucho que limar entre el sector y el proyecto de Economía. No sé si se podrá llegar a un consenso en la primera semana de marzo”, aseguraba el viernes una fuente conocedora directa de las negociacio­nes.

Si el Ejecutivo mantiene su objetivo para que la banca se haga cargo de las quitas de los ICO, la morosidad puede multiplica­rse por cinco

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PABLO MONGE Instituto de credito oficial.
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