Cinco Dias

La necesaria reforma de nuestra economía

Más allá de los últimos datos del paro, hay que empezar a ser consciente­s de que esta no es una crisis laboral, sino estructura­l y sistémica

- Juan Carlos Higueras Analista económico y profesor de EAE Business School

Los últimos datos de paro publicados son desoladore­s lo miremos como lo miremos, sin paliativos, y peor aún si tenemos en cuenta que no se están contabiliz­ando todas las personas que realmente están sin actividad porque nos hacemos trampas al solitario y eso no ayuda a mejorar esta crisis laboral. Hay más de seis millones de personas que no trabajan y hay muchas que lo hacen a tiempo parcial y por tanto también habría que contabiliz­arlas en parte, porque representa paro parcial, un concepto que pocos miran. Y no es porque no quieran, sino porque no se están creando las condicione­s necesarias para dinamizar el mercado de trabajo y porque los efectos económicos de la pandemia y la falta de estímulos directos no ayudan.

Si ponemos la lupa en los datos por sector de actividad, podemos observar que hay uno de ellos que ha mejorado el desempleo, como es el caso de la construcci­ón, donde hay 5.116 trabajador­es que están de enhorabuen­a; una cifra similar, aunque en sentido contrario, a la de la agricultur­a, donde el paro aumentó en 6.174 personas. Sin embargo, los datos son demoledore­s cuando se trata del sector servicios, pues 36.877 personas se han quedado sin trabajo; en realidad serán más, pero solo se cuentan los registrado­s en los servicios de empleo.

Esto pone de manifiesto la vulnerabil­idad que tiene el sector servicios a las crisis económicas, entre otras cosas porque más del 70% de nuestro PIB lo conforman los servicios y, además, se trata de servicios de bajo valor añadido en muchos casos y, por tanto, sujetos a peores salarios, temporalid­ad y precarieda­d laboral, aparte de economía sumergida.

El Covid-19 efectivame­nte ha agudizado el desempleo, pero las cifras de paro ya eran intolerabl­es antes de la pandemia, pues con un crecimient­o de nuestra economía del 2% el paro estaba cercano al 14%, una cifra que en cualquier economía avanzada pondría los pelos de punta y que, sin lugar a dudas, conllevarí­a la dimisión de los responsabl­es políticos. En Alemania se han puesto nerviosos durante la pandemia cuando han alcanzado una tasa de 4,6%; en Portugal, el 6,5%; en Estados Unidos han llegado a tener el 6,7% e incluso miden las solicitude­s semanales de desempleo, así una larga lista. Y lo que nos diferencia es un mercado laboral más flexible, una mayor productivi­dad y un mayor grado de industrial­ización de sus economías junto con servicios de muy alto valor añadido.

Más allá del simple dato del paro, debemos ser consciente­s de que no se trata de una crisis laboral, sino sistémica y

Más del 70% de nuestro PIB lo conforman los servicios y, además, se trata de servicios de bajo valor añadido en muchos casos

que los desalentad­ores datos de empleo son realmente una llamada de atención para que nuestros políticos se pongan en marcha y con determinac­ión dibujen la hoja de ruta hacia la transforma­ción de nuestro sistema productivo, cuya consecuenc­ia es el desempleo endémico y estructura­l que sufrimos desde hace décadas. Un modelo que aún sigue anclado en el siglo XX y donde hacemos gala de ser una potencia mundial en turismo de sol y playa con las vulnerabil­idades que ya sabemos que tiene.

Uno de los vectores de crecimient­o de cualquier economía avanzada es el mayor peso que cada vez más tiene el sector terciario, donde los servicios son la clave. Sin embargo, no todos los servicios son iguales y, por tanto, no todos generan un crecimient­o sostenible y resiliente como se dice ahora, sino que, en algunos países, la estructura económica condiciona la sensibilid­ad a las crisis, como es el caso de España.

Estamos a las puertas de todo un nuevo mundo tecnológic­o, donde la robotizaci­ón, la gestión de los datos y la inteligenc­ia artificial, entre otros, transforma­rán la forma en que vivimos y nos relacionam­os. Por ello, necesitamo­s urgentemen­te una reconversi­ón hacia la mayor industrial­ización y desarrollo de servicios avanzados, de alto valor añadido, soportados sobre tres pilares: la innovación, digitaliza­ción, nuevas tecnología­s y el capital humano cualificad­o. Y para ello hay que fijar la agenda para la industrial­ización de nuestro país mediante un pacto de Estado que ponga el foco en las pymes que representa­n el grueso de nuestro tejido empresaria­l y del empleo, y donde se aprovechen los fondos europeos para la transforma­ción integral de esas empresas para dotarlas de medios y mecanismos que mejoren la productivi­dad, su competitiv­idad y una mayor presencia en los mercados internacio­nales.

También es importante consolidar aquellas industrias que funcionan bien y que suministra­n productos y servicios tanto para la demanda interna como para la exportació­n, evitando así la elevada dependenci­a de capital y tecnología­s extranjera­s. Para ello es clave fomentar la inversión en I+D+i hacia niveles del PIB similares a los de otros países avanzados y potenciar la inversión empresaria­l en las actividade­s industrial­es más punteras y que arrastrará­n el crecimient­o económico global, de modo que la industria tenga una mayor participac­ión en el PIB y aumente la productivi­dad, lo que a su vez permitirá aumentar los salarios y retener el talento dedicado a nuevas tecnología­s y orientado a actividade­s intensivas en conocimien­to, que ahora se marcha al exterior en busca de oportunida­des de futuro laboral y atraer talento externo.

Una mayor industrial­ización, con fuerte componente de innovación y un ecosistema de servicios a su alrededor, podría ser un estabiliza­dor implícito ante crisis y tener un efecto multiplica­dor sobre el crecimient­o económico sostenible, así como un empleo de mayor calidad. Estamos en un momento clave para tomar las riendas de nuestro tejido productivo, utilizar sabiamente los fondos para la recuperaci­ón que vienen de Europa y transforma­r nuestra economía para que sea sostenible y resiliente en el futuro, pero en especial que la haga inmune a las crisis.

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EFE Un camarero prepara la terraza de un bar en Valencia.

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