Cinco Dias

Hacia la plena igualdad tan importante como urgente

Es imprescind­ible acabar con los frenos que ralentizan el progreso de los últimos años

- Presidenta del Consejo General de la Abogacía Española Victoria Ortega

Ni siquiera la pandemia que asola el planeta desde hace ya más de un año nos podrá restar un ápice de ilusión a la hora de celebrar una vez más que el trayecto hacia la plena igualdad es un viaje sin retorno. Creo que nuestras abuelas estarían muy contentas si vieran dónde estamos hoy en la recuperaci­ón de derechos que, siendo nuestros, se nos negaron durante siglos. Y puedo asegurar con rotundidad que quienes habiendo sido madres hoy afrontan la última etapa de sus vidas sienten cierta envidia sana por la fuerza con la que las mujeres del presente hemos alcanzado metas que a muchas de ellas les parecieron impensable­s hace apenas unas décadas.

Sin embargo, sigue siendo un reto irrenuncia­ble para el conjunto de la sociedad hacer entender a quienes están en los centros de la toma de decisiones que la inclusión de mujeres en los puestos de responsabi­lidad no es solo una cuestión de justicia, sino también de inteligenc­ia en la apuesta por la eficiencia económica y social. No es preciso que tengamos que esperar sine die a que se materialic­e la paridad en los puestos de poder para darnos cuenta del tiempo que podíamos haber ganado porque los beneficios de contar con más mujeres son ya más que evidentes. Y es por eso por lo que debemos aprovechar un año más esta celebració­n para reclamar con rotundidad un nuevo salto adelante en la igualdad real. Un paso más, decisivo, en la materializ­ación del derecho a la igualdad de oportunida­des. La sorpresiva irrupción de la epidemia y sus consecuenc­ias no hacen más que reforzar la necesidad de hacer entender a todos la urgencia de completar cuanto antes el viaje, de hacerlo posible aquí y ahora. No tenemos tiempo que perder.

Por eso resulta imprescind­ible acabar con los frenos que de forma más o menos consciente están ralentizad­o el progreso que habíamos conseguido acelerar en los últimos años. Frenos como los discursos públicos sobre igualdad que no se ven respaldado­s por los hechos que les proporcion­en solidez en el devenir cotidiano de las organizaci­ones. O los que nos autoimpone­mos las mujeres asumiendo que completar el relevo en los puestos de mando es cuestión de generacion­es.

Ya no podemos permitirno­s el lujo de esperar que transcurra­n los lustros para ser consciente­s de que podíamos haber hecho más. Ni de mirar a los demás para tantear lo que están haciendo quienes nos rodean.

Que las mujeres sean una minoría o incluso una excepción en la relación de consejeros o directivos del mundo de la empresa o de los grandes despachos de abogados, lejos de ser una excusa para tranquiliz­ar a quienes ralentizan la incorporac­ión de la mujer a los puestos de mayor responsabi­lidad, empieza a ser un bochorno. Algo está calando, sí, cuando esa imagen provoca rechazo; pero algo no estamos haciendo bien del todo si no podemos evitar que algo así se perpetúe.

Aprovechan­do un nuevo 8 de marzo, creo que es el momento de impulsar una vez más el resorte que todas llevamos dentro y de comprender que, si ya hemos conseguido lo más difícil, nada justifica que nos detengamos ahora, cuando nuestro destino está mucho más cerca de lo que nunca imaginamos. Se lo debemos a aquellas abuelas soñadoras que vivieron para que sus nietas tuviéramos un mundo más justo e igualitari­o. A las madres que lucharon para que algún día sus hijas gozasen de las mismas oportunida­des que nuestros hermanos. Y, lo que es mucho más importante, se lo debemos a quienes siendo todavía unas niñas no entendería­n cuando crucemos el ecuador del siglo XXI que hubiésemos dejado de remar o atemperado nuestro ímpetu cuando la orilla de nuestro destino estaba tan cerca. Lo tenemos que hacer porque nuestro país no puede permitirse más dilaciones en aquello que nos impulsa a avanzar juntos como sociedad, ni nosotras tampoco.

Se lo debemos a aquellas abuelas soñadoras que vivieron para que sus nietas tuviéramos un mundo más justo e igualitari­o

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