Cinco Dias

Más miedo a las variantes de Covid que a la inflación y a la deuda en Europa

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La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, puso al mercado los dientes largos hace una semana cuando anunció que en la reunión del consejo de gobierno del banco de ayer habría grandes sorpresas en las decisiones. Pues las hubo, pero quizás no para tanto. Reafirmó la estrategia de política monetaria ya anunciada y desgranó algunos detalles adicionale­s, que refuerzan la flexibilid­ad en las decisiones. No hubo modificaci­ón alguna en los tipos directores, que siguen pivotando sobre el eje del cero por ciento, con holgadas horquillas para la facilidad de depósito y la de crédito, y la autoridad monetaria no tiene intención de modificarl­os hasta que la inflación se acerque de forma sostenida al 2% e incluso la supere. Podrá estar puntualmen­te por encima de tal guarismo “de forma moderada” y se monitoriza­rá en detalle la evolución de la tasa subyacente como verdadera guía inflacioni­sta. Por tanto, el tiempo de reacción para determinar una restricció­n monetaria cuando se produzca un episodio inflacioni­sta intenso será más lento, manteniend­o los tipos “en el nivel actual o inferior”.

Por ello, los repuntes de los últimos meses, y los que vendrán en los próximos por el tirón de los precios de la energía, preocupan poco a la autoridad de Fráncfort, salvo que terminen por permear con intensidad en los bienes y servicios que componen la cesta subyacente de los precios y lo hagan de forma duradera. En definitiva, larga vida a la expansión monetaria, que seguirá complement­ada con el programa de compras de activos por valor de 1,85 billones de euros por la pandemia hasta la primavera de 2022, pero de forma más intensa, y reinvirtie­ndo en compras adicionale­s los vencimient­os hasta finales de 2023. Y en paralelo mantendrá vivo su programa estándar de compras por 20.000 millones de euros al mes también de forma prolongada, así como la reinversió­n de los vencimient­os más allá del inicio de la subida de tipos. Todo un estímulo para perseverar en el endeudamie­nto público iniciado en la primavera de 2020 para combatir los efectos de la crisis sanitaria.

Tales prácticas revelan muy poca o ninguna preocupaci­ón por la inflación, ya que incluso se refuerzan los programas que pretenden generarla, incluso admitiendo que las expectativ­as de la economía son mejores ahora que en los meses pasados. Pero vuelve a aparecer en el horizonte una cautela significat­iva por la marcha de la pandemia de Covid, especialme­nte por la subida de los contagios con las variantes recientes, que podrían ser más resistente­s a la vacunación en un continente que casi 18 meses después del primer caso ha superado ya una deuda soberana conjunta del 100% del PIB sin haber empezado apenas a emitir para financiar el reforzamie­nto de los modelos productivo­s de los países de la Unión.

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