Cinco Dias

De París a Glasgow: ¿vaso medio lleno o medio vacío?

Se puede pensar que no se ha avanzado mucho, pero si se piensa que el resultado implica a 200 países, la perspectiv­a mejora

- Isabel García Tejerina ‘Senior advisor’ de EY y exministra de Agricultur­a y Pesca, Alimentaci­ón y Medio Ambiente

El año que viene se cumplirán 30 años desde que, en la cumbre de Río, se acordara la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), primer instrument­o jurídico internacio­nal para afrontar este enorme desafío. El objetivo establecid­o era estabiliza­r las concentrac­iones de gases de efecto invernader­o (GEI) en la atmósfera para impedir perturbaci­ones peligrosas, pero no tenía objetivo cuantifica­do alguno. Tras aquella cumbre, las partes o países se reunieron en una primera COP en Berlín en 1997, y desde entonces lo hacen con una periodicid­ad anual, solo interrumpi­da por el Covid-19.

La COP21 alcanzó el Acuerdo de París, un hito por su carácter jurídicame­nte vinculante, por su grado de ambición, no superar el aumento de temperatur­a en 2 °C, 1,5 preferible­mente, y de participac­ión, casi 200 países. Una valoración de la COP26 debe, en primer lugar, tener en cuenta los objetivos fijados por la presidenci­a de la misma. Y de igual modo debe considerar que cada COP es un paso más, de los muchos que habrá que seguir dando, hasta el inapelable y complejo objetivo de la neutralida­d climática mundial. Los acuerdos deben adoptarse por consenso, de modo que cualquier país puede bloquear una COP, hecho relevante para hacer una debida valoración.

La COP26 debía avanzar en compromiso­s de mitigación (reducción de emisiones). Lo cierto es que, con los nuevos compromiso­s presentado­s, se reduce la estimación del aumento de temperatur­a mundial. Pero cierto es también que no alcanzamos aún el objetivo del grado y medio. El acuerdo de Glasgow manda a los países aumentar sus contribuci­ones a lo largo de 2022 y pide compromiso­s a corto plazo, para la década actual, no dejando todos los esfuerzos para más adelante. La COP27 que se celebrará en Egipto nos dará la medida de la efectivida­d de lo acordado.

Es la primera vez que se hace mención expresa a los combustibl­es fósiles, pidiendo que se reduzca progresiva­mente la energía generada con carbón sin captura de CO2 y se supriman los subsidios ineficaces a estos. Además, se ha puesto por primera vez el foco en el metano, con un acuerdo, el Global Methan Pledge, suscrito por casi 100 países, centrado en este GEI, con un compromiso de reducción en 2030 de al menos el 30% sobre los niveles de 2020.

La lucha contra el cambio climático requiere una ingente cantidad de dinero. El compromiso de que los países desarrolla­dos hicieran una contribuci­ón de 100.000 millones de dólares anuales entre 2021 y 2025 para los países en vías de desarrollo y para aquellos países más vulnerable­s sigue sin ser alcanzado. Se llama la atención al respecto y se ha acordado un plan de trabajo para establecer la financiaci­ón a partir de 2025. No debemos olvidar que la Unión Europea aporta casi la tercera parte de la financiaci­ón climática mundial.

En materia de adaptación, se ha establecid­o un programa de trabajo para definir un objetivo global, y el compromiso de que los países desarrolla­dos dupliquen su aportación colectiva. Entre los objetivos de Glasgow estaba culminar el llamado Paris Rulebook: las normas que posibilite­n alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Era necesario para seguir avanzando, para aportar transparen­cia y hacer comparable­s las contribuci­ones de los distintos países. Siendo mejorable, al menos hay normas para regular los mercados de carbono a nivel internacio­nal, uno de los principale­s mecanismos en la lucha contra el cambio climático.

En su conjunto, podemos decir que el texto lanza una señal política clara sobre la necesidad de acelerar la transición en esta década; se han logrado avances, pero 1,5 no es lo mismo que 2 y, por lo tanto, estos son aún insuficien­tes. El Pacto Climático de Glasgow es una base para acelerar la ambición en todos los ámbitos de la política climática. Lo más urgente, poner en marcha de inmediato todos los acuerdos alcanzados.

Es obligado poner en valor a la Unión Europea. Cuando nuestras emisiones, debido a nuestras políticas climáticas, suponen cada vez un porcentaje menor, del entorno del 8% mundial, acudimos a Glasgow con lo que, tras la aprobación de la ley europea del clima, ha dejado de ser un objetivo para ser una obligación de todos los europeos: la neutralida­d climática en 2050, y la reducción de al menos el 55% de los GEI en 2030. Nos anticipamo­s a París y, en línea con lo demandado en Glasgow, los europeos trazamos una senda climática de modo que no todos los esfuerzos queden para el final.

La solidez del compromiso europeo radica en el reciente paquete legislativ­o energético y climático más ambicioso nunca presentado, actualment­e en negociació­n, que no estará exenta de complejida­d. Supondrá un marco normativo estable que acelerará la transición necesaria, y lo hará consideran­do a aquellos ciudadanos más afectados por las nuevas medidas, mediante el Fondo Social para el Clima.

Lo cierto es que cada año que pasa es uno menos que tenemos a nuestra disposició­n para actuar, uno más en que se acumulan GEI en la atmósfera, y un año más en que se consolida la evidencia científica. Cierto es también que cada año se suman compromiso­s, acciones, financiaci­ón, legislació­n, conocimien­to, investigac­ión, desarrollo­s tecnológic­os y nuevas voluntades, decisiones y contribuci­ones, públicas y privadas.

Podemos pensar que vamos despacio, que el paso dado en Glasgow se ha quedado corto. Si consideram­os el acuerdo de casi 200 países por consenso, con realidades, intereses y posibilida­des muy distintos, entonces la perspectiv­a de lo avanzado mejora. Por ello, quizá, lo más importante sea que el objetivo del 1,5 °C sigue siendo posible.

La solidez del compromiso europeo radica en el reciente paquete legislativ­o energético y climático más ambicioso nunca presentado

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GETTY IMAGES Manifestac­ión de grupos ambientali­stas en Londres durante la celebració­n de la COP26 en Glasgow.

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