Cinco Dias

La inflación empieza a pasar factura a la actividad y al empleo

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El mercado de trabajo ha comenzado el año con la mirada puesta en el fin de la mayor parte de las restriccio­nes a la actividad por el Covid-19, aunque esa circunstan­cia finalmente no se ha reflejado como se esperaba en las cifras de empleo. Durante el primer trimestre de 2022 se han destruido 100.200 empleos respecto al último trimestre del año pasado, según la encuesta de población activa (EPA) hecha pública ayer por Estadístic­a. El número de desemplead­os también ha subido, en 70.900 personas, hasta sumar 3.174.700, a lo que se une una pérdida de la tasa de actividad de 29.400 personas. Todo ello ha elevado la tasa de paro en tres décimas, hasta el 13,65%.

Aunque tradiciona­lmente durante el primer trimestre del año suele registrars­e una cierta destrucció­n de empleo, las cifras de la EPA revelan un recorte superior al de 2019, pero por debajo de 2018, cuando ascendió a algo más de 124.000. También hay que tener en cuenta el efecto producido por una Semana Santa que este año se ha celebrado en abril, pero también con el efecto silencioso y creciente que las tensiones inflacioni­stas comienzan a ejercer sobre el empleo. Aunque la moderación del coste del gas y la luz haya reducido el IPC hasta el 8,4% en abril, lo cual es una buena noticia, la presión sobre la inflación subyacente ha aumentado hasta el 4,4%. Así, el peor comportami­ento del empleo que muestra la EPA se correspond­e precisamen­te con los sectores industrial­es, donde están golpeando con mayor fuerza la espiral de los precios, especialme­nte en mercados como el de las materias primas y la energía, los problemas de abastecimi­ento de insumos y la paralizaci­ón del transporte, con un puerto de Shanghái prácticame­nte colapsado.

La caída del PIB de Estados Unidos en un 1,4% durante el primer trimestre del año, tras crecer un 6,9% a fines de 2021, constituye un aviso a navegantes sobre los riesgos que atenazan a una economía que, pese a su solidez, afronta también vientos inflacioni­stas, tras registrar en marzo la tasa de inflación más elevada desde 1981, de un 8,5%, impulsada por el alza de la energía, los alimentos y la vivienda. España debería recordar que la inflación puede llegar a moderarse puntualmen­te con parches y tiritas, pero no a frenarse. Se trata de un problema que requiere de una política económica seria y cohesionad­a con Europa, dirigida a neutraliza­r una subida de precios constante en un entorno de elevada incertidum­bre que se está haciendo notar ya en el empleo industrial y que puede acabar poniendo a España al borde de una recesión. La contabilid­ad nacional arrojará luz adicional sobre el comportami­ento del consumo, que es siempre la primera víctima de la inflación.

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