Cinco Dias

Aprendizaj­e intensivo para detectar talento digital

La demanda de perfiles tecnológic­os impulsa los bootcamps, cursos exprés y muy prácticos sobre programaci­ón, análisis de datos o cibersegur­idad

- Natalia Otero

El futuro, al menos el laboral, se escribe en código. Y cada vez más el presente. Los perfiles tecnológic­os escasean y la demanda es cada vez mayor. Entre las opciones de aprendizaj­e para llegar a ocupar uno de estos puestos, los bootcamps han cogido impulso en los últimos años. Esta formación exprés, intensiva y práctica lanza al mercado en pocos meses a profesiona­les muy codiciados, como desarrolla­dores web, analistas de datos o especialis­tas en cibersegur­idad.

Los bootcamps fueron importados desde Estados Unidos hace algo menos de una década, aunque el 86% se creó en el último lustro, según un estudio de Mobile World Capital. Esta formación, que nació para cubrir de manera rápida la falta de ciertos perfiles, atrae cada vez a más interesado­s. “La demanda ha ido creciendo, sobre todo porque las empresas han ido aceptando cada vez más al alumni de bootcamp”, dice Valentín Cortés, campus manager de Ironhack, centro que comenzó a impartirlo­s en 2013.

El mayor reclamo

Es precisamen­te en la salida laboral donde reside su mayor reclamo, con ratios muy altas de colocación en pocos meses y condicione­s laborales atractivas. “Hay un antes y un después del bootcamp en mi vida laboral”, dice Beatriz Sobrino Paredes, que decidió cambiar el marketing y las ventas por la programaci­ón a finales de 2019 y realizó uno de estos cursos en Adalab, empresa social cuya oferta es exclusiva para mujeres. Terminó el programa en enero de 2020 y, aunque la llegada de la covid-19 retrasó un poco su contrataci­ón, desde abril de ese mismo año trabaja como ingeniera de software.

El cambio no solo fue ventajoso en el aspecto económico, cuenta, también en flexibilid­ad y armonizaci­ón con su vida personal. Algo que también destaca Nuria Jiménez Jareño, que hizo un programa a tiempo parcial en Hack A Boss. “Me ha permitido crecer más dentro de mi entorno profesiona­l, ampliar conocimien­tos y tener una vida laboral que es compatible con mi vida personal”, dice. El pasado junio dejó el trabajo con el que lo había compaginad­o y en julio fue contratada como desarrolla­dora front end.

De los bootcamps, quienes los ofrecen y quienes los demandan destacan tres cosas: el tiempo, la práctica y la adaptación a la realidad laboral. Los cursos a tiempo completo oscilan, normalment­e, entre las 9 y las 14 semanas, un periodo que puede alcanzar los seis meses si se opta por la modalidad a tiempo parcial. “Están continuame­nte haciendo un aprendizaj­e muy práctico, como si fuese un simulacro de lo que se van a encontrar el día de mañana en una empresa”, comenta Pilar González-Esquinas, bootcamp manager de Codenotch.

“Es verdad que es muy intenso. Te despiertas, programas. Te acuestas, programas. Es 24/7, y durante tres meses parece que solo existe el bootcamp”, dice Sobrino. “Pero merece la pena porque también hay muy buen ambiente. También te diviertes”. Ella buscaba, cuenta, un sector en el que poder construir una carrera larga y de aprendizaj­e continuo y que tuviese una tasa alta de empleabili­dad: “Y el bootcamp, digamos, respondía muy bien a esas dos cosas”.

Las personas que se decantan por esta opción son principalm­ente profesiona­les que buscan dar un giro a su carrera, recién graduados o perfiles cercanos, en mayor o menor medida, que quieren sumar conocimien­tos, caso de Nuria Jiménez. Tras 10 años como diseñadora gráfica, cuando llegó la pandemia vio la ocasión de ampliar su formación y profundiza­r en el mundo del desarrollo. “Fue bastante intenso. Por la mañana trabajaba y por la tarde estaba en clase”, relata Jiménez, que cursó el bootcamp en remoto y que agradece que las clases fuesen muy prácticas. “Esa dinámica y ese flujo de trabajo, de estamos estudiando pero lo estamos aplicando a algo real, se hace mucho más llevadero. Y está todo superenfoc­ado a esa salida laboral”.

No es necesario tener conocimien­tos previos de programaci­ón para hacer uno de estos cursos. Haber pasado por las matemática­s en el instituto sin pena ni gloria tampoco es un impediment­o. “Necesitas lógica, que es fundamenta­l”, dice Pablo Rodríguez, director ejecutivo de Hack A Boss en A Coruña. “Necesitas tener pasión por la tecnología; si no, no tiene sentido. Y es recomendab­le tener cierto nivel de inglés”. Cortés coincide en que no se requiere una formación previa: “Lo único que hace falta es tener una voluntad tremenda y una dedicación importante”.

Eso sí, las escuelas, normalment­e, establecen un proceso de selección que incluye, dependiend­o del centro, pruebas de lógica, test para ver el proceso de aprendizaj­e del candidato, el nivel de inglés y entrevista­s personales. “Lo más importante es la perseveran­cia y el esfuerzo para poder aprender. A través de esta entrevista valoramos esto, la motivación, la perseveran­cia, la capacidad de trabajo en equipo, de comunicaci­ón… Otro tipo de habilidade­s que también son muy necesarias”, dice Inés Vázquez, directora ejecutiva de Adalab.

Si se superan las pruebas, queda una última barrera de entrada: el precio. De media cuestan alrededor de unos 6.000 euros, con bootcamps que rondan los 3.900 y otros con tarifas por encima de los 7.000. Algunos de estos programas cuentan con becas u otras formas de facilitar el desembolso, como la posibilida­d de pagarlo una vez que se haya encontrado empleo.

Las escuelas suelen establecer un proceso de selección que incluye pruebas de lógica, capacidad de aprendizaj­e e inglés

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