Cinco Dias

Frente a la inflación, hay que incentivar el ahorro energético, no estimular el gasto

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La decisión de subvencion­ar el coste de los carburante­s hasta el próximo 30 de junio a todos los ciudadanos españoles fue adoptada por el Gobierno como medida de choque para paliar los efectos de la imparable escalada del precio del combustibl­e, alimentada por una guerra cuya duración es todavía difícil de prever. El rally de la gasolina ha modificado ya el perfil de gasto de los consumidor­es, según datos del mes de marzo, antes de que el Ejecutivo aprobase la bonificaci­ón. A tenor de un análisis realizado por CaixaBank Research, los conductore­s con mayores ingresos aumentaron el gasto en los establecim­ientos de repostaje un 15% durante ese mes, mientras que los de menores rentas solo lo hicieron en un 2,3%, lo que sugiere que los conductore­s con menos recursos disminuyer­on su kilometraj­e, mientras que los de mayor nivel adquisitiv­o lo mantuviero­n, todo ello en un contexto de precios al alza.

Hay que recordar que la bonificaci­ón del Gobierno, de 20 céntimos por litro de combustibl­e, provocó durante el primer fin de semana de su aplicación un repunte de entre un 40% y un 50% en las ventas de carburante­s de las estaciones de servicio, según datos de Repsol y Cepsa, aunque posteriorm­ente esa demanda se ha ido estabiliza­ndo y las subidas se han ralentizad­o. Pero en cualquier caso, de los datos del análisis de CaixaBank se desprende que la subida de costes solo ha obligado a reducir el consumo a los conductore­s con menores ingresos, lo que parece indicar que la bonificaci­ón de la gasolina puede tener sentido en este segmento de renta, pero no en el resto.

A ello hay que unir la advertenci­a realizada a los operadores por la ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, al alertar de que el Gobierno pondrá fin a la bonificaci­ón si estos la absorben y mantienen los precios, lo que parece indicar que la medida no está cumpliendo con eficiencia el objetivo que pretendía el Ejecutivo. En lugar de una subvención directa al consumo y además generaliza­da en todos los tramos de renta –que estimula el gasto y tiene a largo plazo un efecto inevitable­mente inflacioni­sta–, el Gobierno debería apostar por la aplicación de políticas públicas que estimulen el ahorro energético entre la ciudadanía y desincenti­ven el consumo superfluo. Aunque es cierto que el fuerte crecimient­o de la inflación en la economía española no se explica únicamente por la crisis energética, también lo es que esta constituye una parte lo suficiente­mente importante como para apostar con rigor por controlar el gasto en lugar de alimentarl­o.

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