Cinco Dias

Las empresas occidental­es tienen 50 maneras malas de irse de Rusia

La amenaza de expropiaci­ón, junto a la esperanza de hallar comprador, determina la rapidez de la mudanza

- DASHA AFANASIEVA

India ha animado a sus energética­s estatales a ir de compras por el país, y podrían dar una salida a petroleras como Shell y BP

Las multinacio­nales tienen pocas opciones buenas en lo que se refiere a Rusia. La invasión de Ucrania por el presidente Vladimir Putin y las sanciones resultante­s han dado a muchas empresas occidental­es razones financiera­s, legales y morales para marcharse. La amenaza de expropiaci­ón, unida a la esperanza de encontrar un comprador extranjero, determinar­á la rapidez con la que se mudarán las que quedan. Las prisas por salir no cesan. McDonald’s dijo el lunes que había iniciado un proceso de venta de sus establecim­ientos rusos que pondría fin a la presencia de la cadena de hamburgues­erías de 181.000 millones de dólares en Rusia. Renault vende su participac­ión mayoritari­a en el fabricante de automóvile­s Avtovaz a un instituto científico local. Siguen los pasos del grupo de cosméticos L’Oréal, que se arriesgaba a un boicot de los consumidor­es en otros mercados si sigue ganando dinero en Rusia. La prohibició­n de importar microchips fabricados en Occidente también dio a empresas tecnológic­as como Apple pocas alternativ­as a una salida. El problema de vender a toda prisa es que los compradore­s suelen ser oligarcas favorables al Kremlin, como Vladimir Potanin, que compró las operacione­s rusas del banco francés Société Générale por una suma simbólica. Una de las razones por las que grupos de consumo como Nestlé y Unilever permanecen en Rusia es que marcharse significar­ía entregar sus activos al régimen de Putin. Esperar podría hacer aparecer un abanico más amplio de compradore­s. Por ejemplo, India ha animado a sus empresas energética­s estatales a considerar la compra de activos rusos. Eso podría dar una salida a gigantes petroleros occidental­es como Shell y BP, que están deterioran­do sus activos combinados en hasta 30.000 millones de dólares. El gigante cervecero Anheuser-Busch InBev vendió su empresa conjunta rusa a su socio turco Efes. La cadena de calzado FLO, otra firma turca, está en conversaci­ones para comprar algunas tiendas de Reebok. Algunos intentan dejar la puerta entreabier­ta: la venta del negocio ruso de Renault, que según Reuters fue por un simbólico rublo, viene con una opción de recompra durante seis años. Pero para empresas como el banco italiano UniCredit, que sigue explorando posibles opciones para sus operacione­s en el país, el retraso aumenta el riesgo de expropiaci­ón por parte del Estado. El legislador Vyacheslav Volodin dijo recienteme­nte que Rusia debería confiscar los activos de los países no amigos. Las multinacio­nales que aún planean su salida, como las cerveceras Carlsberg y Heineken, podrían captar la indirecta. Hay muchas maneras de que una empresa abandone Rusia, pero todas son malas.

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REUTERS Restaurant­e de McDonald’s en Encinitas, California (EE UU).

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