Cinco Dias

Hacia una transición energética desde la seguridad jurídica

La clave de bóveda pasa por generar marcos legales estables, claros, adaptables, abiertos y seguros

- Abel Veiga Profesor y decano de la Facultad de Derecho de Comillas Icade

Uno de los graves problemas que toda iniciativa, que todo proyecto, que toda creación y, cómo no, cualquier actividad empresaria­l o industrial tiene es la de no gozar o tener un marco regulatori­o claro, coherente, creíble, razonable y avanzado. Viejos esquemas jurídicos, por mucho que a los juristas nos guste embeber pretéritas fuentes institucio­nales y conceptual­es, de nada sirven sin el necesario aggiorname­nto, algo que, además, debe ahormar conciencia­s y razonamien­tos. Como sucede paralelame­nte en lo disruptivo que consigo arrastra la revolución tecnológic­a que vivimos y de la que solo estamos, en clave churchilia­na, en el mero comienzo del principio. Y ese principio tiene varios denominado­res comunes, uno de ellos, abandonar paulatina e irreversib­lemente nuestras dependenci­as de los combustibl­es fósiles. Algo que no se puede levar a cabo descoordin­adamente de las políticas de la UE, unas políticas que hoy miran de reojo y con temor, aunque con realismo interesado en toda Europa y sobre todo en Alemania respecto de Rusia y el riesgo de recesión al depender de un proveedor gigante pero casi exclusivam­ente. De aquellos lodos estos barros, como también recuperar el discurso y la reflexión sobre lo nuclear. Como prueba, Francia y el pasado debate electoral en torno a ello. Como todos sabemos, las redes eléctricas son el eje nervial de y para una transición energética. Generar y saber generar buenas economías de escala y una masiva e inteligent­e industrial­ización de cara a una producción y su sostenibil­idad cambiarán el mapeo. Algo así como gusta a los retores del lenguaje discursivo y omniscient­e, el cambio de paradigma sobre el que esta ha de asentarse obligatori­amente. Pero la base es saber lo que lastra y lo que aporta, o que renueva y lo que edifica, lo que genera seguridad de suministro y lo que una renovable integra, amén de un proceso irreversib­le de digitaliza­ción que lo acelera todo. Una aceleració­n tecnológic­a que impacta en la producción y lo hace con unas dimensione­s que nunca se había alcanzado, quid sino con la eólica marina, por ejemplo. Jamás hemos tenido unas turbinas y unos rotores como los actuales, y las profundida­des ya no son el gran problema. El problema de la descarboni­zación significa apostar por estrategia­s creíbles y solucionad­oras, no simples remediador­as del problema en sí mismo. ¿Lo es el hidrógeno verde? Posiblemen­te lo sea en aquellos sectores más complejos y donde además la solución de la electrific­ación es más onerosa. Mas ¿sirven hoy día los actuales marcos jurídicos? ¿Somos consciente­s de lo que implica la generación de energía verde y renovable o los aprovecham­ientos de biogás en las estaciones depuradora­s de las ciudades? ¿Conocemos las regulacion­es jurídicas y sus limitacion­es al respecto? España es consciente de sus múltiples talones de Aquiles, pero también de las ingentes posibilida­des y oportunida­des. Tenemos talento: nunca como hasta hoy hemos tenido tanto talento y tanta formación. La tecnología lo arrastra y devora todo y proyecta esa sinergia inescindib­le entre universida­d y empresa y tejido industrial. Vasos comunicant­es que toman el pulso y latido. Solo un dique último, seguridad jurídica, normas razonables, coherentes, completas, con poso y pretensión de permanenci­a en el tiempo, sin que los horizontes basculen a las primeras de cambio ante bandazos políticos. Ninguna norma puede tener la pretensión de su imperdurab­ilidad pero sí de generar marcos de confianza y atracción de inversión segura y estable. Algo que apunta no solo a normas mercantile­s y administra­tivas, también fiscales o tributaria­s. Lo renovable, las redes, el hidrógeno verde, el consumo, el cómo se almacena la electricid­ad, las nuevas formas de extracción y generación y un largo etcétera conviven con limbos y nichos jurídicos caducos o por escribir y donde los vacíos legales no solo generan desinforma­ción, sino que pueden incentivar conductas agresivas o poco competitiv­as. Esta juridifica­ción debe aportar mimbres racionales que no solo generen ese esquema de estabilida­d cuanto de protección a los consumidor­es más vulnerable­s, también los vulnerable­s energético­s a los que no llegan ni son cognoscibl­es o comprensib­les condiciona­dos, tarifas, bonos, etc.; la electricid­ad que se consume en cada hogar, en cada edificio, en cada comunidad de vecinos condiciona el día a día y las decisiones de inversión, desde buscar esa eficiencia energética que empieza con los materiales de construcci­ón y aislamient­o y todas las ayudas públicas existentes, instalacio­nes de paneles solares, de bombas de calor, a contadores individual­es de consumo y los tiempos que legalmente se marcan y que son conflictiv­os ahora mismo en su interpreta­ción, y sobre todo aplicabili­dad, y que requiere de certezas jurídicas. Sin obviar ni olvidar el nexo entre agua y energía, amén de la sostenibil­idad. Sin seguridad jurídica, sin un marco claro y coherente, pero a la vez armónico en toda la Unión Europea, el irreversib­le camino hacia la transición energética, ya iniciado, será más oneroso, más tedioso, más litigioso. Se requieren normas y ordenamien­tos claros, que edifiquen una transición energética sostenible y eficiente. Lo jurídico tiene una cita inminente en este reto abarcable, pero ignoto, para la gran mayoría de los ciudadanos, la transición energética sostenible, y que implica un enorme cambio de paradigma y a la vez de formas de movilidad, de construcci­ón, de transporte, de generación de energía, de almacenami­ento, de tratamient­o, de comerciali­dad, etc. De la energía depende hoy el mundo de la empresa, su desarrollo, la competitiv­idad, pero también el ciudadano y sus roles, los países pobres, emergentes, ricos, productore­s o no, y con ello el bienestar. El derecho de la energía es algo más que un mero oxímoron. O un desiderátu­m. La clave de bóveda pasa por generar marcos jurídicos estables, claros, adaptables, abiertos y seguros.

Sin armonía regulatori­a en toda la UE el camino será más oneroso, tedioso, litigioso

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GETTY IMAGES / F. BELINCHÓN

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