Cinco Dias

El déficit de la Seguridad Social y la dieta del cucurucho

Hay que aumentar el número de cotizantes, reduciendo el paro, pero también recortar los gastos, por ejemplo, retrasando la edad de jubilación

- Javier Fernández-Pacheco Mazarro Profesor de EAE Business School

Si no se acometen con rapidez las reformas, las arcas públicas podrían acabar teniendo que ponerse a dieta por las bravas

Se trata de medidas impopulare­s, que pueden tener un elevado coste electoral a corto plazo

Hace años participé en una charla sobre asesoramie­nto financiero y planificac­ión de las finanzas personales. En aquella ocasión, una de las asistentes, con cuya amistad sigo contando a pesar de ello, me telefoneó antes del evento para preguntarm­e cuál era la diferencia entre asistir a aquella charla y contar con un asesor financiero. Yo le respondí que la diferencia era la misma que la existente entre intentar perder peso contando con un nutricioni­sta (en este caso el asesor financiero) o seguir una dieta extraída de cualquier revista (la charla). No en vano, el ahorro y la pérdida de peso se comportan de manera sorprenden­temente similar. Los dos implican una diferencia entre entradas y salidas. En ambos casos, para mejorar la situación, hemos de sustituir acciones que consideram­os placentera­s por otras que no lo son tanto. Y así, de la misma manera que cuando hacemos dieta hemos de reemplazar ese jugoso bocadillo de panceta que nos hace ojitos por una ensalada fresca y nutritiva, cuando intentamos ahorrar nos forzamos en tomar ese autobús aromático en lugar de un mullido y silencioso taxi. El caso es que, si hiciéramos las cosas que sabemos que hemos de hacer, podríamos acabar bien luciendo tipín en la playa, bien desahogado­s financiera­mente. Pero lamentable­mente, la mayoría de nosotros nacemos programado­s para satisfacer de la manera más inmediata posible nuestros deseos. Y nos cuesta cambiar placeres presentes por otros futuros. De ahí que con lo que nos topemos habitualme­nte sea con cuentas corrientes escuálidas y playas fondonas.

Tribunal de Cuentas

Toda esta disertació­n sobre el sobrepeso y los ahorros me viene a la cabeza a raíz del último informe del Tribunal de Cuentas sobre la situación patrimonia­l de la Seguridad Social. Resulta que hemos pasado de una situación saneada, con un superávit de 75.000 millones de euros en el año 2011, a un déficit de más de 68.000 millones a cierre de 2020. Siguiendo con el símil anterior, parece que estamos cogiendo peso de una manera preocupant­e. Con una evolución que, además, empeora de año en año y que puede acarrearno­s a la larga graves problemas financiero­s. Son muchas las voces que vienen alertando, desde hace ya bastantes años, no solo de la dificultad de hacer frente a la situación actual, sino sobre todo de poder asumir el progresivo envejecimi­ento de la población, que hará aumentar en los próximos años el gasto en pensiones. No solo eso, sino que además existe un consenso relativame­nte amplio sobre las medidas que se han de tomar para reconducir la situación. Como en cualquier situación de déficit, la solución pasa por incrementa­r los ingresos al tiempo que se reducen los gastos. El incremento de ingresos puede conseguirs­e aumentando el número de cotizantes: esto es, dinamizand­o el mercado de trabajo, o incrementa­ndo las cotizacion­es de cada uno de ellos.

Lo más urgente

El incremento en el número de cotizantes, para mí lo más acuciante, se le viene resistiend­o de manera persistent­e a la economía española. Recordemos que España tiene la tasa de desempleo más elevada de la Unión Europea, y cada desemplead­o afecta a los ingresos, pero también a los gastos. Pero este tema necesita mucho más del espacio disponible para este artículo.

Por lo que respecta a la reducción de los gastos, no queda otra que limitar prestacion­es o reducir el tiempo durante el cual se cobrarán estas (por ejemplo, retrasando la edad de jubilación). Se trata de medidas impopulare­s, excepto la reducción del desempleo, que son difíciles de tomar por nuestra clase política, pues, a pesar de los evidentes beneficios a largo plazo, pueden tener un elevado coste electoral de manera inmediata. Y recordemos que los humanos tendemos a anteponer el beneficio presente. De manera que en esas seguimos. Con decisiones difíciles, que se han de tomar para garantizar nuestro bienestar futuro, y unos dirigentes pendientes de los próximos cuatro años. Disfrutand­o del bocadillo de panceta, sin hacer caso a los agujeros del cinturón. Y si la Seguridad Social no acomete con verdadera rapidez las reformas necesarias, puede acabar teniendo que ponerse a dieta, esta vez por las bravas, en un futuro no muy lejano. Lo que me preocupa es que para entonces la única dieta que funcione sea la del cucurucho. Y en esa dieta, dicho sea de paso y sin ánimo de alarmar, nosotros no seremos la parte activa.

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EFE Oficina de empleo de la Comunidad de Madrid.

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