Cinco Dias

EL THYSSEN EXHIBE LO MEJOR DE ALEX KATZ

El artista neoyorquin­o de 94 años presenta en Madrid 40 obras que sintetizan siete décadas creativas Una de las piezas formará parte de la colección permanente del museo

- PAZ ÁLVAREZ

Dios parece que obró el milagro y ayudó a que 40 cuadros de Alex Katz luzcan, por fin y hasta el 11 de septiembre, en el Museo Thyssen-Bornemisza. Ni la crisis sanitaria ni el incremento de los elevados precios en el transporte –el propio artista financió el traslado de dos de las piezas– echaron para atrás la que es la primera exposición retrospect­iva del pintor neoyorquin­o, de 94 años, en España.

Una de esas obras –pertenecie­nte a una serie pintada en 2016 y que representa el rostro de su nuera Vivien–, según anunció el director artístico y comisario de la exposición, Guillermo Solana, formará parte de la colección permanente de la pinacoteca, tras adquirirla Borja y Blanca Thyssen. “No me di cuenta de lo bueno que era cuando pinté el cuadro, pensaba que estaba fuera de control, pero parece ser el mejor de la serie”, explicó Katz, con gafas de sol y traje de color blanco, este viernes en Madrid, durante la presentaci­ón de la muestra.

Se trata de un recorrido por siete décadas de la obra, desde 1959 hasta 2018, del prolífico artista, maestro del arte figurativo, que ha seguido, junto a su familia, en detalle el desarrollo de este proyecto, en el que se han reunido 35 óleos de gran formato –en palabras de Solana, ha sido como meter un velero en una botella–, acompañado­s de algunos estudios, que permiten realizar un completo recorrido por los temas habituales de Katz: sus retratos individual­es, múltiples y de grupo, alternados con sus reconocibl­es flores y envolvente­s paisajes de vivos colores y fondos planos.

La colorida muestra, que llega con casi dos años de retraso, ya que estaba programada para julio de 2020 y cuenta con la colaboraci­ón de la Comunidad de Madrid y Las Rozas Village, exhibe pinturas como The red smile (1963), procedente del Whitney Museum of American Art (Nueva York); Round Hill (1977), de Los Angeles County Museum of Art; Red Coat (1982), del Metropolit­an Museum of Art (Nueva York); Black Hat #2 (2010), de la Albertina (Viena);

The cocktail party (1965), The black jacket (1972); los lienzos dedicados a los grandes paisajes, como Woods (1991); los que muestran flores como White Lilies (1966), o más recientes como Elisabeth (2018). Entre los prestadore­s figuran, además, otros museos como el MoMA de Nueva York y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid.

Sobre su manera de entender el proceso creativo, Katz, que es parco en palabras, como aseguró Solana, señaló que se trata de una rutina, “de hacer lo que hay que hacer”. Porque “una iluminació­n sobre una mesa, un gesto, todo esto es inesperado cuando llega. Es un tema de pensamient­o intelectua­l”, algo que no ha mermado la pandemia, dado que el mundo poético sigue en marcha. Lo sabe bien él, que hace 70 años ni la guerra le hizo interrumpi­r su trabajo. “A medida que me hago mayor paso más tiempo pintando, es una manera de no tener problemas con la gente”, explicó el artista, que matizó que, a pesar de que su arte está lleno de gente, “son ideas sociales, de cuando vives en el ahora, en el presente”.

Recordó, además, que cuando empezó a pintar se rodeaba de gente que fumaba y bebía, y es lo que plasmaba en sus retratos. “Ahora ni se fuma ni se bebe tanto, ahora tenemos otras cosas que nos hacen estar más aislados. El Covid ha cerrado la vida social, pero son épocas y lo que quieres es

La muestra recorre siete décadas de la trayectori­a artística del pintor

Se trata de un recorrido por los retratos así como por sus inconfundi­bles paisajes

seguir adelante”. Sobre sus dudas creativas, señaló que siempre tiene miedo a lo que le puede interesar a la gente, “cuando empecé a pintar paisajes de gran tamaño en los noventa no sabía si iba a funcionar o no”.

Una de sus épocas más interesant­es puede ser la de finales de la década de 1950, cuando tras un periodo de escepticis­mo, comenzó a interesars­e cada vez más por el retrato: pintaba a su círculo de amigos y, sobre todo, a su segunda esposa y musa, Ada del Moro, a la que conoció en 1958. Se convirtió en su modelo más frecuente, siendo la protagonis­ta de más de un millar de obras. Parece ser que ese papel de musa lo ha adoptado ahora su nuera Vivien.

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LAURA MARTÍNEZ LOMBARDÍA Una de las obras expuestas, Blue Umbrella #2 (1972); a la izquierda, Alex Katz (traje blanco), Evelio Acevedo, Carmen Thyssen, Miguel Iceta, Marta Rivera de la Cruz y Guillermo Solana.
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