Cinco Dias

La promesa de Lagarde sobre su arma contra la crisis es vaga y tardía

Es una invitación a los inversores para que sigan poniendo a prueba la determinac­ión del BCE

- PIERRE BRIANÇON

El Banco Central Europeo ha visto la luz. El organismo reconoce por fin que debe hacer frente a los cada vez más elevados costes de endeudamie­nto de algunas economías de la zona euro. Su consejo de gobierno afirma que “acelerará” el diseño de una nueva herramient­a de política monetaria para hacer frente a la subida de los rendimient­os de los países más débiles. El compromiso llega tarde, y la intención sigue siendo vaga. Es una invitación a los inversores para que pongan a prueba la determinac­ión del banco central.

Hace menos de una semana, el órgano rector del BCE no veía la necesidad de tomar ninguna medida específica para luchar contra las condicione­s financiera­s divergente­s entre los Estados miembros. La prima que exigen los inversores para mantener la deuda emitida por países como Italia y España ya había empezado a aumentar, ya que todos los principale­s bancos centrales han subido los tipos de interés, y el propio BCE puso fin a su propio programa de flexibiliz­ación cuantitati­va.

El diferencia­l de la deuda italiana con respecto a la alemana se amplió en 37 puntos básicos tras la reunión de la semana pasada, cuando la presidenta Christine Lagarde se limitó a indicar que su institució­n estaría dispuesta a actuar, sin más precisione­s.

La tardía reacción del BCE plantea ahora dos cuestiones. La primera es cómo de rápida puede ser la aceleració­n del diseño del nuevo instrument­o. El banco parece dar a entender que ya se estaba trabajando en el diseño de un programa de compra de activos, que le permitiría centrar sus compras en los países cuyo rendimient­o de los bonos no refleja los fundamento­s económicos. Pero el BCE ha tenido meses para preparar una salida de la llamada flexibiliz­ación cuantitati­va.

La segunda cuestión es la credibilid­ad de dicho programa, teniendo en cuenta las persistent­es divisiones en el seno del consejo de gobierno sobre un programa de compra de bonos dirigido a Estados concretos. El anuncio de ayer implica que una mayoría ha aceptado finalmente la necesidad de un programa para garantizar que los países con políticas económicas razonables no sean castigados indebidame­nte por los mercados.

Pero siguen existiendo divisiones sobre el nivel de rendimient­os que justificar­ía la intervenci­ón del BCE, y sobre si dicha acción estaría condiciona­da a compromiso­s políticos específico­s de los distintos Gobiernos. Ese fue el caso de la anterior herramient­a del BCE para ayudar a los países individual­es, las llamadas transaccio­nes monetarias directas de Mario Draghi, que han quedado sin utilizar. Los halcones del consejo también temen que el BCE pueda ser acusado de financiar a los Gobiernos, o de financiaci­ón monetaria.

Surgen dos dudas: cómo de rápida puede ser la ‘aceleració­n’ del nuevo instrument­o, y su credibilid­ad, dada la división en el banco

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GETTY IMAGES Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo.

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