Cinco Dias

A Christine Lagarde le costará hacer un Mario Draghi

- NEIL UNMACK

Los bonos de la periferia están mejor que en la crisis anterior, pero el contexto económico será más complicado

AChristine Lagarde le costará hacer un Mario Draghi. Los mercados de bonos de la zona euro se han estabiliza­do desde que la presidenta del BCE insinuó una nueva herramient­a para ayudar a los Gobiernos más débiles. Pero es probable que no sigan así, y cualquier intervenci­ón puede no funcionar tan bien como la táctica de triste fama de su predecesor en 2012.

La promesa del BCE de acelerar los planes de una herramient­a para luchar contra la llamada fragmentac­ión, la disparidad de los costes de financiaci­ón entre los soberanos más fuertes y más débiles de la zona del euro, ya ha ayudado. El diferencia­l entre los bonos italianos a 10 años y los alemanes se ha reducido a menos del 2% desde el 2,5% de principios de junio. Superficia­lmente, hay una similitud con el plan de Draghi de hace una década de comprar deuda a través de un nuevo programa: los diferencia­les disminuyer­on y la herramient­a no se utilizó.

Las condicione­s del mercado no parecen ahora tan peliagudas como en 2012. Italia se financia a algo menos del 4% a 10 años. La rentabilid­ad de sus bonos está más o menos en línea con la de los bonos corporativ­os de vencimient­o equivalent­e con la misma calificaci­ón Baa/BBB, y su diferencia­l con Alemania es inferior a la media de 2013-2015, antes de que se pusiera en marcha el programa de flexibiliz­ación cuantitati­va, según los datos de Refinitiv.

E incluso las matemática­s de la deuda italiana pueden ayudar a Lagarde a mantenerse firme. Supongamos que el crecimient­o del PIB de Roma vuelve con el tiempo a su tasa potencial prevista del 1,4%, y que la inflación cae a alrededor del 2%. Para evitar que su pila de deuda del 147% se infle aún más, Italia solo necesitarí­a un superávit primario, la posición fiscal antes de los costes de la deuda, de menos del 1%. Eso no está muy lejos de su objetivo del 0,2% para 2025.

Sin embargo, el contexto económico será más complicado. Mientras que en 2012 el BCE estaba relajando su política, ahora tiene que subir los tipos para luchar contra un aumento de la inflación, incluso mientras la economía mundial se deteriora. El riesgo es que los inversores teman que el aumento de los costes de los préstamos y el lento crecimient­o socaven los esfuerzos de desapalanc­amiento de los países, o les obliguen a apretarse el cinturón, algo políticame­nte desagradab­le. En Italia, con unas elecciones el año que viene y los euroescépt­icos Hermanos de Italia a la cabeza de las encuestas, la probidad fiscal y las reformas pueden saltar por la ventana. Un aumento de los tipos hasta el 5% y una tasa de crecimient­o de tan solo el 1% harían que el superávit necesario de Italia superara ampliament­e el 2%.

La posición del BCE también es más débil. La promesa de comprar bonos de países con problemas corre el riesgo de enfadar a los críticos preocupado­s por la financiaci­ón de los Gobiernos por parte del banco central. Y mientras que el instrument­o de Draghi de 2012 exigía que los países pidieran un rescate, el de Lagarde puede tener una condiciona­lidad más suave, lo que haría que las grandes compras de bonos fueran más controvert­idas. Dados los desafíos, es poco probable que Lagarde disfrute de unos mercados dóciles durante mucho tiempo.

Con elecciones en Italia el año que viene y los euroescépt­icos a la cabeza de las encuestas, las reformas pueden saltar por la ventana

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REUTERS Mario Draghi, expresiden­te del BCE y primer ministro de Italia.

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