Cinco Dias

La industria española, ‘capturada’ entre el norte de Europa y el norte de África

La falta de políticas de apoyo para capturar y almacenar CO2 en nuestro país, al contrario que en otros, es una desventaja competitiv­a para la descarboni­zación

- Vicente J. Cortés Presidente de Inerco

Entre las herramient­as de la descarboni­zación, y especialme­nte en el ámbito de la UE, algunas cuentan con el beneplácit­o generaliza­do de la sociedad, como son el empleo de energía renovable, la electrific­ación y el hidrógeno renovable. Sin embargo, la captura, almacenami­ento y empleo de CO2 no disfrutan de tal grado de aceptación por un conjunto de factores: el desconocim­iento de su importanci­a, la percepción de que suponen una vía para que las energías fósiles sigan formando parte del mix de energía primaria y porque, gracias a ella, la industria puede retrasar su transforma­ción. En algunos países, como es el caso de España, la captura no merece más que considerac­iones genéricas en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima.

No obstante, la captura es la cuarta herramient­a esencial de la descarboni­zación, sin cuya contribuci­ón el objetivo de emisiones netas cero en 2050 es inalcanzab­le. Sin captura y empleo de CO2, el objetivo de la Comisión de que el 20% del carbono incorporad­o a productos químicos y plásticos provenga en 2030 de carbono reciclado es virtualmen­te imposible.

La captura de CO2 para almacenami­ento y empleo está siendo abordada con enorme impulso por Francia, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Alemania, Noruega, Suecia y Finlandia. Disponen de una industria muy potente difícil de descarboni­zar y fácil acceso a campos de petróleo y gas agotados. En el caso noruego, existe una amplia experienci­a de inyección en el subsuelo de CO2, por lo que cuatro de los siete proyectos a gran escala de la primera convocator­ia del Innovation Fund para capturar, transporta­r, emplear y/o almacenar CO2 en el mar del Norte estarán operando a partir de 2026.

En los puertos de Dunquerque, Amberes, Rotterdam, Wilhemshav­en y otros se van a generar condicione­s perfectas para implantar clústeres de industrias que generan CO2 en su actividad (cemento, refino, industria química, hidrógeno gris, amoniaco, siderurgia, combustión de biomasa), con acceso a hubs de transporte multimodal de acceso abierto hasta almacenami­entos que van a operar sobre una base comercial. Adicionalm­ente, a los precios actuales y futuros del derecho de emisión, los costes del proceso completo, para aquella fracción del CO2 que no sea destinado a reciclado, empiezan a ser claramente atractivos. La consecuenc­ia es que la industria europea de los países citados se encuentra en clara ventaja competitiv­a para alcanzar los objetivos de descarboni­zación establecid­os por la Comisión Europea.

Salvo un proyecto offshore en Italia, en los países del sur de Europa, en particular en España, las iniciativa­s son mucho más modestas e incipiente­s, cuando las hay. Y ello por la falta de interés del Gobierno de turno, porque las formacione­s geológicas disponible­s son de naturaleza distinta a las del mar del Norte y porque la percepción social no es especialme­nte favorable a esta técnica.

En el norte de África, particular­mente en Argelia, hay yacimiento­s de gas y petróleo agotados o en vías de estarlo. El proyecto InSalah que comenzó la inyección de CO2 en 2004, ha permitido desarrolla­r capacidade­s y tecnología­s que sirven de base a las operacione­s comerciale­s que se aproximan rápidament­e en el norte de Europa y que permitiría­n llevar a cabo almacenami­ento geológico de CO2 en Argelia. No en vano, el proyecto fue desarrolla­do por la misma compañía que opera los yacimiento­s noruegos, Equinor (entonces Statoil), con la colaboraci­ón de la empresa estatal Sonatrach y BP. Cabría pensar pues que, con un adecuado desarrollo de infraestru­cturas, Italia, Grecia y eventualme­nte España, una vez resuelta la actual crisis, podrían enviar a Argelia CO2 licuado por barco, y en principio estarían en condicione­s de competir con la industria del norte de Europa, aunque generando una nueva dependenci­a estratégic­a. No obstante, existen claras barreras para el desarrollo de esta opción, entre otras, que la directiva de almacenami­ento geológico no aplica fuera de la Unión. Por lo que, salvo cambios legislativ­os, la vía se antoja compleja.

Cabe una alternativ­a, en cierta medida devastador­a. Ante la falta de opciones para reducir emisiones vía captura y almacenami­ento, la industria emisora de estos países puede optar por deslocaliz­arse y ubicarse en Argelia, de lo que se puede encontrar algún ejemplo ya en operación desde hace años. Los productos se exportaría­n a la UE, en el marco del Reglamento del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM, por sus siglas en inglés) que podría entrar en vigor en 2027, a ser aplicado inicialmen­te a cuatro categorías de productos más electricid­ad, ampliados a químicos orgánicos, plásticos, hidrógeno y amoniaco.

En su versión actual, el importador declara las emisiones de CO2 asociadas a los productos importados y entrega un número de certificad­os correspond­iente a las emisiones declaradas, cuyo precio replica el del derecho de emisión en la UE. El objetivo es fijar un precio del carbono equivalent­e para las importacio­nes y los productos comunitari­os, además de fomentar el uso de tecnología­s con menores emisiones por terceros países. Lo que evidenteme­nte incluye la captura y almacenami­ento.

Si el producto fabricado en el norte de África tiene unas emisiones directas asociadas muy bajas (porque el CO2 ha sido capturado y almacenado en origen con la adecuada verificaci­ón), el sobrecoste derivado del CBAM será muy bajo. Y presumiend­o costes de fabricació­n más reducidos que en la UE, los productos importados harían inviable la fabricació­n en el sur de Europa sin captura y almacenami­ento, una vez plenamente en vigor el reglamento.

La combinació­n de una potente industria en el norte de Europa con acceso a almacenami­ento geológico de CO2 y unas grandes capacidade­s potenciale­s en el norte de África para albergar industria con emisiones de CO2 muy reducidas, resulta en un escenario complejo para la industria del sur de Europa en general y de España en particular. Urge por consiguien­te avanzar de forma decidida en la aplicación en nuestro país de la directiva de almacenami­ento geológico y su trasposici­ón realizada en 2010, pero sobre todo eliminar las barreras existentes para evitar que nuestra industria se vea abocada a la desaparici­ón. La ausencia de políticas de apoyo a la captura y almacenami­ento, cuando no una clara oposición a la tecnología, plantea un futuro incierto para la creación de riqueza y de empleo estable y cualificad­o que la industria proporcion­a.

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