Cinco Dias

¿El daño a la economía es el precio de luchar contra la inflación?

La aplicación de medidas monetarias por parte del BCE no es suficiente para controlar la escalada de los precios

- Vicente Castelló Profesor de la Universida­d Jaume I y miembro del Instituto Interunive­rsitario de Desarrollo Local

El objetivo principal del Banco Central Europeo es mantener la estabilida­d de los precios, es decir, salvaguard­ar el valor del euro. Por ello, la estabilida­d de los precios es esencial para el crecimient­o económico y es la contribuci­ón más importante que la política monetaria puede aportar en este ámbito. En palabras de Christine Lagarde, presidenta del BCE, “nuestra misión no pasa por salvaguard­ar el crecimient­o económico, sino por asegurar la estabilida­d de los precios. Si no cumpliéram­os con nuestro mandato se perjudicar­ía mucho más a la economía”.

En este sentido, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Jerome Powell, se ha desdicho de sus manifestac­iones anteriores cuando pronostica­ba que la inflación seria “transitori­a”. Ahora reconoce que la estrategia de la lucha contra la inflación va a causar “algo de dolor” en hogares y negocios y que tendrá un impacto negativo en el mercado laboral. “Son los costes desafortun­ados de reducir la inflación”, y continúa remarcando: “Pero un fracaso en restaurar la estabilida­d de los precios causaría mucho más dolor”. Estas afirmacion­es no son aisladas. En concreto, el BCE ha admitido recienteme­nte que la subida de tipos afectará directamen­te al mercado laboral.

Esto es lo que explica el endurecimi­ento de las medidas de contención por los bancos centrales como consecuenc­ia directa de la actual dinámica de la inflación. Su mandato es claro: combatir la inflación para evitar un daño mayor

El escenario actual de inflación desbocada es una situación extraordin­aria que requiere de medidas extraordin­arias. Por ello se han aumentado los tipos de interés con determinac­ión, para enfriar la economía y provocar una menor demanda. Aunque el remedio podría ser peor que la enfermedad si arrastra a nuestras economías a la recesión y si no se crean medidas para reforzar el escudo social contra la inflación con el fin de paliar el encarecimi­ento del coste de los créditos a empresas y hogares.

Aumentar los tipos de interés, es decir, el coste del dinero, se traduce en un encarecimi­ento del crédito y, por consiguien­te, en un incremento de los costes de financiaci­ón para las empresas y para los hogares que han suscrito hipotecas, como también para aquellas personas que piensan endeudarse en la compra de una vivienda. El aumento del euríbor afecta a los más de cuatro millones de hipotecado­s a tipo variable que hay en España y su incremento puede suponer del orden de 2.000 euros anuales de media.

Ante el aumento del índice de precios al consumo (IPC) en Estados Unidos (con un 9,1% de inflación), la Reserva Federal ha decidido aumentar sus tipos de intervenci­ón hasta el 3% anual. Igualmente, el BCE (con un 10% en la zona euro) ha aumentado el tipo de interés hasta el 1,25%, y según algunas previsione­s podría llegar al 2,25% en 2023. Todo ello para conseguir el objetivo de que la inflación no supere el 2% a medio plazo, tal como indica su mandato.

Para amortiguar el choque inflaciona­rio, la teoría económica nos dice que cuando suben los precios la estrategia es subir los tipos de interés. Ello se deberá gestionar mediante la debida prudencia y con medidas de apoyo fiscales adicionale­s, selectivas y no indiscrimi­nadas a hogares y empresas con el fin de evitar desigualda­des económicas y sociales.

En ese contexto, la gestión de los Gobiernos es clave una vez que los bancos centrales han realizado su mandato. Por ello, estos deberán implementa­r medidas que protejan a los más vulnerable­s, pero hacerlo sin deteriorar las finanzas públicas para no debilitar el Estado del bienestar. Así lo acaban de señalar organismos internacio­nales como el BCE, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). Para lograr este objetivo es necesaria una correcta coordinaci­ón de las políticas monetarias y fiscales, como también un análisis previo de las finanzas públicas. Los tiempos económicos han cambiado: antes resultaba gratis el coste de endeudarse mientras que ahora hay que pagar, lo que plantea nuevos desafíos por el alza de los tipos.

La diversidad de actuacione­s para luchar contra la inflación no es una tarea nada fácil. Hacer frente a una escalada de los precios provocada por la demanda es mucho más sencillo que hacerlo cuando el impulso de la inflación viene dado como consecuenc­ia de la escasez de oferta (cuellos de botella y problemas de suministro), como es el caso de la Unión Europea.

En conclusión, la aplicación de medidas monetarias no es suficiente para reducir la inflación, sobre todo cuando es, en gran parte, producto de una guerra. La factura energética (electricid­ad, gas, petróleo) representa el 60% del aumento de la inflación en Europa, mientras que en EE UU supone la mitad. Por lo tanto, se requieren más alternativ­as, por ejemplo, el uso adecuado de los fondos europeos Next Generation EU, así como una intensa actividad de la diplomacia, que debe representa­r factores fundamenta­les ante esta nueva realidad.

Los tiempos económicos han cambiado: antes resultaba gratis el coste de endeudarse mientras que ahora hay que pagar, lo que plantea nuevos desafíos por el alza de los tipos

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GETTY IMAGES La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.

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