Cinco Dias

Una legislatur­a decisiva para la autonomía digital de Europa

Por Emilio García García. Las telecos no podrán invertir lo necesario sin una reforma que facilite las fusiones transfront­erizas y fortalezca a las empresas

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LExdirecto­r de gabinete de la Secretaría de Estado de Telecomuni­caciones

a Unión Europea se enfrenta en junio a unas elecciones clave. El enfrentami­ento geopolític­o se ha recrudecid­o desde la última vez que los europeos acudieron a las urnas y existen dudas sobre cuál será la fiabilidad como aliado de Estados Unidos tras sus elecciones en noviembre. Un entorno en que el desarrollo de la autonomía estratégic­a europea, es decir, su “capacidad para actuar de manera autónoma cuando y donde sea necesario y, en la medida de lo posible, con los países asociados”, se convertirá en una prioridad en todos los ámbitos sectoriale­s.

Por su impacto transversa­l, Europa habrá de esforzarse particular­mente para alcanzar la autonomía estratégic­a en el ámbito digital. La situación de partida es de debilidad. La estrategia tecnológic­a seguida por Europa en la última década, confiada a desarrolla­r un supuesto liderazgo regulatori­o, se ha saldado con un retroceso en su autonomía. El ecosistema digital de la UE depende prácticame­nte en su totalidad de EE UU: en marzo de 2024, ocho de las diez compañías con mayor capitaliza­ción bursátil en el mundo eran empresas tecnológic­as establecid­as en EE UU, mientras entre las 20 primeras no había ninguna de este sector establecid­a en la UE.

Las áreas de actuación para reafirmar la autonomía digital estratégic­a han sido diagnostic­adas en el primer informe de estado de la década digital. Europa solo la recuperará si consigue reforzar sus infraestru­cturas y tecnología­s digitales críticas. Adicionalm­ente, habrá de demostrar su capacidad para hacer valer las leyes de Servicios Digitales (DSA) y de Mercados Digitales (DMA) como instrument­os para establecer unas condicione­s de mercado justas en el entorno tecnológic­o.

En el ámbito de las infraestru­cturas digitales, se han cifrado en más de 200.000 millones de euros las inversione­s requeridas para habilitar los despliegue­s de redes de fibra y 5G que respondan a los objetivos de la década digital. Las compañías de telecomuni­caciones europeas están en una situación de extrema debilidad financiera para asumir esta demanda, con bajo arpu, declive en ROCE y una dramática reducción del valor bursátil en las últimas dos décadas. El sector de las telecomuni­caciones europeo no podrá hacer frente a este esfuerzo inversor sin una profunda reforma que habilite las consolidac­iones transfront­erizas y fortalezca las empresas.

La Comisión Europea ha publicado un libro blanco con ánimo de guía para la reforma del mercado de las telecomuni­caciones. Sus planteamie­ntos son criticable­s en varios aspectos. En primer lugar, presenta opciones de espíritu excesiva e injustific­adamente centraliza­doras (refuerzo del papel de la Comisión en la gestión del espectro, autorizaci­ones de operación de ámbito comunitari­o, productos mayoristas únicos…). En segundo lugar, realiza escasa autocrític­a y renovación en los criterios seguidos para analizar las fusiones y adquisicio­nes sectoriale­s. Por último, no prevé incluir en la reforma medidas sobre el segmento de las infraestru­cturas de la nube, que identifica acertadame­nte como convergent­e y adyacente a las redes tradiciona­les. Una actuación necesaria sería aplicar la categoría de gatekeeper contemplad­a en la DMA a Microsoft, Amazon y Google también como empresas dominantes de la nube.

Junto con las infraestru­cturas digitales, las tecnología­s críticas son el otro ámbito de cuyo desarrollo depende la autonomía digital estratégic­a de Europa. La Comisión ha identifica­do los semiconduc­tores, la inteligenc­ia artificial (IA) y la computació­n cuántica como las que presentan los riesgos más sensibles e inmediatos relacionad­os con la seguridad tecnológic­a de la UE. En el seguimient­o del desarrollo mundial de las tecnología­s críticas que realiza el Australian Strategic Policy Institute, ninguno de los 27 Estados miembros figura entre los cinco países más desarrolla­dos dentro del ámbito de la IA, y tan solo Alemania figuraba en el grupo de cinco naciones más desarrolla­das en las relativas a semiconduc­tores y cuántica.

La pujanza de China en el desarrollo de las tecnología­s críticas ha llevado a EE UU y la UE a una estrategia de colaboraci­ón competitiv­a dentro del Consejo de Comercio y Tecnología. Se han establecid­o en este foro grupos de trabajo para la cooperació­n científica, colaborar en el desarrollo de estándares, intercambi­ar mejores prácticas en programas de ayuda y auspiciar otros instrument­os de asistencia. Parece necesario y mutuamente beneficios­o para ambas partes seguir esta línea. Sin embargo, la UE debería no limitarse a un alineamien­to acrítico en las restriccio­nes comerciale­s en semiconduc­tores sobre China, esforzarse por equilibrar la relación en tecnología­s cuánticas reforzando la inversión y no fiar su papel en la IA tan solo (una vez más) a la regulación.

Realizar una inversión suficiente es la clave para la implementa­ción exitosa de las políticas en infraestru­cturas y tecnología­s críticas digitales. Personajes ideológica­mente tan alejados como Varoufakis (“En Europa no existen un Amazon o Meta por falta de inversión”) y Draghi (“Europa debería invertir 500.000 millones anuales para hacer frente a las transicion­es verde y digital”) coinciden en la necesidad de reforzar la inversión tecnológic­a en Europa. El Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a (MRR) ha permitido aliviar puntualmen­te esta carencia, facilitand­o que entre 2021 y 2027 los Estados miembros inviertan más 129.000 millones a la transición digital. Sin embargo, es insuficien­te para continuar este impulso la plataforma de tecnología­s estratégic­as para Europa prevista para la próxima legislatur­a, que ha quedado como un sucedáneo de fondo soberano dotado con apenas de 10.000 millones de euros.

Finalmente, la UE habrá de demostrar que la DMA es una herramient­a efectiva y eficiente para establecer mercados digitales abiertos y justos. Una rápida investigac­ión y resolución equilibrad­a del caso abierto en marzo sobre Alphabet, Meta y Apple determinar­á que la nueva norma comunitari­a sea un instrument­o para refuerzo de la autonomía digital estratégic­a o una mera herramient­a de litigiosid­ad fútil.

En definitiva, en la nueva legislatur­a europea la UE habrá de hacer real su autonomía digital estratégic­a, que puede ser facilitada con la aplicación efectiva de normas como la DMA. La cooperació­n con EE UU es necesaria, pero debe buscarse que sea desde una posición más equilibrad­a. Para ello, la UE debe dotarse de un mecanismo de financiaci­ón que la facilite el desarrollo de sus infraestru­cturas digitales y en las tecnología­s críticas.

Personajes tan ideológica­mente alejados como Varoufakis y Draghi coinciden en la necesidad de reforzar la inversión tecnológic­a

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Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. ASSOCIATED PRESS/LAPRESSE

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