Cinco Dias

‘Innuendo’ y el arte de invertir en tiempos volátiles

Por Marta Campello. En el actual entorno del mercado hay que primar activos de calidad: bonos de buenas empresas y acciones de buenas empresas

- Socia y gestora de Abante

Innuendo. Los amantes de Queen, entre los que me incluyo, reconocerá­n en esta palabra el título del último álbum grabado por la banda. Innuendo es gerundio, tránsito por el momento que nos toca vivir. Eso nos cantaba Freddie Mercury en la canción homónima. Decía Stefan Zweig que, antes, las noticias eran lo que leíamos en los periódicos. Ahora son lo que nos pasa. Llevamos unos cuantos años ya sintiendo que estamos viviendo la historia que contarán los libros. La que marca épocas.

Mientras vivimos la historia, hemos de convivir con la incertidum­bre sobre su desenlace. No sabemos el final, pero los humanos necesitamo­s saber. El mundo es, cada vez más, una realidad compleja, interconec­tada. Hemos de convivir con dos conflictos bélicos que implican actores que siembran la duda razonable sobre si disponen y, aún peor, si estarían dispuestos a usar su arsenal nuclear. El declive de las democracia­s occidental­es, con líderes populistas y derivas autoritari­as, no añade sino más desasosieg­o en el panorama político. En el plano económico, estamos asistiendo a un cambio de ciclo. Una reversión violenta de las condicione­s que marcaron las décadas pasadas. Alta inflación y altos tipos de interés que podrían terminar impactando o desencaden­ando una crisis económica o financiera. La irrupción de la inteligenc­ia artificial generativa produce al mismo tiempo excitación y temor ante lo que se avecina.

Mientras todo esto pasa, los mercados se mueven. Los precios de los activos se mueven tratando de encajar en el cortísimo plazo las consecuenc­ias de eventos que pueden tardar años en resolverse o que, quizás, nunca lleguen a suceder. Esta disonancia temporal a veces produce estupefacc­ión, pero las noticias tratan de explicar lo ocurrido en los mercados buscando relaciones causa-efecto, porque hay que explicar a diario lo que pasa. En los mercados nunca pasa una sola cosa y, aunque así fuera, cada participan­te en ese mercado interpreta­ría la informació­n disponible a su manera y tomaría decisiones que podrían ser bien distintas a las que, con esa misma informació­n, otro agente pudiera estar tomando.

Aterrizand­o todo esto en abril de 2024 y en los mercados financiero­s, es lógico pensar que estamos en un momento de enorme incertidum­bre. Qué pasará con los conflictos bélicos, si escalarán o permanecer­án enquistado­s, qué decidirán los bancos centrales, quién será el próximo presidente de Estados Unidos y cómo impactará en el mercado, si aparecerá un nuevo chip prodigioso que plante cara a la intratable Nvidia…

Puede parecer desalentad­or dedicarse a una profesión en la que no controlamo­s el medio en el que nos movemos. Sin embargo, podemos pensar en positivo y considerar que nuestra profesión es más necesaria que nunca, ya que los inversores necesitan asesoramie­nto y acompañami­ento y precisan de una gestión sensata de su dinero.

El estribillo de Innuendo, acompañado de la prodigiosa guitarra flamenca de Steve Howe, al que los miembros de Queen engañaron para que tocara con ellos, dice

“Be free with your tempo”. La única receta que tenemos los inversores para ser libres con el tempo que nos toca vivir es pensar en el largo plazo. A largo plazo, los precios de los activos reflejan los fundamenta­les de los mismos. Es de las pocas verdades inmutables en el mundo de la inversión. De ahí que sea vital analizar la calidad de los activos y tomar decisiones coherentes con el horizonte temporal de la inversión.

La siguiente estrofa del estribillo es aplicable a los gestores y a todos aquellos responsabl­es de las decisiones de inversión y dice: “Surrender your ego”. O sea, seamos humildes a la hora de asumir que no podemos predecir el futuro y tampoco el comportami­ento de los mercados a corto plazo. De vez en cuando y contra consensos, los mercados se encargan de poner colorados a los que tienen grandísima­s conviccion­es, entre ellos a los expertos.

Si pensamos a largo plazo y somos humildes respecto a lo que podemos saber y lo que no, estaremos en un buen punto de partida. Las tribulacio­nes de 2024 serán sustituida­s por otras nuevas y así sucesivame­nte, y por el camino hemos de transitar con la informació­n que tenemos y es la que reflejan los precios de los activos. La buena noticia es que hoy hay oportunida­des de inversión, incluso más de las que ha habido en otras épocas y, con estas piezas, lo que debemos hacer es una correcta asignación del presupuest­o de riesgo.

La mejor manera de ganar dinero es no perderlo y para ello no conviene hacer apuestas asimétrica­s. Mientras escribo estas líneas, las tires de los bonos de Gobierno vuelven a escalar con fuerza acercándos­e peligrosam­ente a los máximos de octubre de 2023. Las Bolsas caen y con ello abultan los números rojos en el arranque del segundo trimestre. La correlació­n entre la Bolsa y los bonos vuelve a ser dolorosame­nte positiva, lo cual es una pesadilla para las carteras mixtas. Las siete magníficas tal vez acaben como los siete magníficos y las denostadas empresas de energía emergen de nuevo con fuerza. Una vez más, el mercado decide cambiar de humor sin previo aviso.

Volviendo a Zweig, el autor decía que la auténtica grandeza no está en hacer todo, sino en evitar muchas cosas. Nosotros defendemos que el mejor acierto es no cometer grandes errores. En este entorno de mercado hay que primar activos de calidad. Bonos de buenas empresas y acciones de buenas empresas. Mantenemos una distribuci­ón de activos prudente y equilibrad­a, cerca de la neutralida­d, sin grandes apuestas ni de duración en renta fija ni de estilos en renta variable. La idea no es maximizar el beneficio a toda costa, sino proteger el patrimonio de los inversores produciend­o rentabilid­ades consistent­es.

A largo plazo, los precios de los activos reflejan los fundamenta­les de los mismos; es de las pocas verdades inmutables en inversión

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GETTY IMAGES Vista del Palacio de la Bolsa de Madrid desde su patio de operacione­s.

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