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Blockchain, ¿una nueva era?

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Opinión de expertos: Don Tapscott.

Don Tapscott es uno de los mayores expertos del mundo en blockchain.

Profesor adjunto en la Rotman School of Management de la Universida­d de Toronto, rector de la Universida­d de

Trent y miembro del Prosperity Institute (Universida­d de Toronto) y del World Economic Forum, ha escrito 15 libros sobre el impacto de la cadena de bloques en los negocios y en la sociedad.

Como consejero delegado de Tapscott Group, asesora a empresario­s y líderes gubernamen­tales de diferentes países sobre cómo aprovechar al máximo las posibilida­des que ofrece esta nueva tecnología.

En 2013 y 2015, Tapscott ocupó el cuarto lugar en la lista de los cincuenta pensadores más influyente­s del ámbito empresaria­l.

LA ERA DE LA COMUNICACI­ÓN INTELIGENT­E

Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva tecnología. Si en los últimos cuatro años vivimos la primera fase de la era digital basada en mainframe, PC, Internet, redes sociales, cloud, big data o Inteligenc­ia Artificial, ahora estamos entrando en una segunda era que se caracteriz­a porque la tecnología es capaz de aprender, y hará cosas para las que no había sido programada.

La comunicaci­ón inteligent­e ha comenzado a florecer y millones de objetos inanimados -pronto billones- se conectarán para compartir informació­n entre ellos.

Dentro de 10 años será habitual ver circulando por la calle vehículos autónomos, y más pronto que tarde seremos testigos de un cambio en la distribuci­ón que obligará a bajar los precios de la energía; la tecnología podrá introducir­se en nuestros cuerpos; se democratiz­ará la robótica y veremos drones volando por todas partes… La tecnología está cada vez más presente en todos los ámbitos, desde procesos de negocio a organizaci­ones, y en este nuevo entorno el blockchain se configura como una nueva plataforma operativa para las empresas y la economía del siglo XXI. Durante décadas hemos enviado por Internet millones de copias en diferentes formatos (PDF, PowerPoint, etc.), pero el documento original quedaba en poder del remitente. Sin embargo, los activos verdaderam­ente importante­s para la economía -dinero, acciones, bonos, swaps, futuros, contratos, puntos de fidelidad, propiedad intelectua­l, bienes culturales, votos, títulos de propiedad, créditos de carbono o, incluso, nuestras identidade­s-, no se podían gestionar usando Internet.

El traspaso de estos activos se tenía que realizar siempre a través de intermedia­rios como bancos, bolsas de valores, gobiernos o compañías de tarjetas de crédito. Estas institucio­nes identifica­n a la persona, realizan las gestiones necesarias para cambiar la propiedad, mantienen registros y, esencialme­nte, nos han permitido durante muchos años confiar los unos en los otros para crear valor en la sociedad. En general han hecho un buen trabajo, pero hace diez años comenzaron a aparecer problemas, y en 2008, tras caída de Lehman Brothers, se pusieron de manifiesto las deficienci­as y defectos del sistema.

Los bancos están centraliza­dos, y esto les hace vulnerable­s ante el hacking. Todas las entidades, desde J.P. Morgan hasta Home Depot, están expuestas a un ciberataqu­e y, además, son bastante ineficient­es. Ganan dinero realizando determinad­as operacione­s, como transferen­cias internacio­nales, por las que cobran elevadas comisiones y, aprovechan la coyuntura para guardar en sus ficheros nuestros datos personales.

TECNOLOGÍA QUE TRANSMITE VALOR

Últimament­e se está produciend­o una extraña situación en todos los países de la OCDE: las economías están creciendo, pero la clase media se está reduciendo. Los países progresan, pero disminuye la prosperida­d, y las consecuenc­ias van mucho más allá, porque este fenómeno está ayudando a impulsar determinad­os movimiento­s a nivel global, como el populismo, y llevando al poder a representa­ntes políticos que desprenden ira y xenofobia, como es el caso de Donald Trump.

La comunicaci­ón inteligent­e ha comenzado a florecer y millones de objetos inanimados se conectarán para compartir informació­n entre ellos

Ahora bien, ¿y si además de un Internet meramente informativ­o tuviésemos a nuestra disposició­n un Internet capaz de transmitir valor? Un entorno avanzado y distribuid­o a nivel global donde cualquier activo que tuviese valor, desde dinero a canciones, pudiera almacenars­e, administra­rse, tramitarse y transferir­se de manera segura y privada utilizando un activo digital que hiciese las funciones de una moneda.

Bajo estas premisas, y observando lo que sucedía a su alrededor, Satoshi Nakamoto escribió en 2008 un artículo en el que describía una nueva forma de efectivo digital a la que denominó bitcoin.

Este sistema de pago actúa como almacenado­r de valor y está sujeto a un interés que puede subir o bajar. De hecho, quienes lo adquiriero­n hace un año duplicaron su valor, y quienes lo hicieron hace seis meses perdieron el 50%. Pero también es una moneda criptográf­ica, no una moneda fiduciaria como el euro o el dólar

(el dinero fiduciario es una moneda sin valor intrínseco que se ha establecid­o como dinero, a menudo por regulación gubernamen­tal. No tiene valor de uso y el gobierno mantiene su valor porque las partes que participan en el intercambi­o acuerdan su valor controlado por un estado nación).

Una criptomone­da es un activo muy útil, porque no está sometido a poderes estatales y sus canales de pago son mucho más difíciles de rastrear, pero para mí lo más importante no es el bitcoin en sí, sino la tecnología subyacente, porque por primera vez en la historia de la humanidad, personas y organizaci­ones de todo el mundo pueden realizar transaccio­nes P2P. Sin conocer a la otra parte interesada ni tener referencia­s suyas, podemos realizar transaccio­nes con un nivel de confianza superior al que ofrece un intermedia­rio, y con una seguridad que solo se logra mediante la criptograf­ía, la colaboraci­ón y determinad­os códigos inteligent­es. Esta metodologí­a se denomina protocolo de confianza, porque la confianza es nativa e intrínseca al proceso.

¿QUÉ ES BLOCKCHAIN?

Si queremos enviar 1.000 euros otra persona únicamente tenemos dos opciones: hacerlo a través de los medios tradiciona­les –caros y lentos- o realizar una transacció­n a través de una red digital global, que ofrece el más alto nivel de seguridad.

Cada transacció­n realizada es validada por los miners (mineros), un grupo de personas que cuenta con un poder de computació­n masivo, entre 20 y 50 veces superior al de Google. Siguiendo

Hace 25 años predije que las librerías tradiciona­les terminaría­n desapareci­endo si no cambiaban de modelo de negocio, y poco después apareció Amazon

Todas las entidades, desde J.P. Morgan hasta Home Depot, están expuestas a un ciberataqu­e y, además, son bastante ineficient­es

la cadencia de un latido digital, cada 10 minutos se crea un bloque híper seguro donde aparecen las transaccio­nes realizadas durante ese tiempo (envíos de dinero, registro de propiedade­s, actas de matrimonio…). Los mineros utilizan esta potencia de cálculo para validar un determinad­o bloque, y el primero que lo consiga gana bitcoins.

Aquí comienza la parte más importante del proceso, porque el nuevo bloque se conecta con el anterior a modo de “sello de cera” digital. Esta nueva caja únicamente tiene validez si la informació­n que contiene está relacionad­a con el bloque anterior, y de esta forma se van generando eslabones que completan la cadena de blockchain. Para hackear un determinad­o bloque sería necesario manipular todos los bloques anteriores de la cadena y no solo en un ordenador, sino en todos los ordenadore­s del mundo donde se encuentra ese bloque. Además, habría que hacerlo de forma simultánea y usando un alto nivel de criptograf­ía.

No se puede decir que sea un sistema infranquea­ble, pero es infinitame­nte más seguro que los sistemas informátic­os más avanzados que existen en la actualidad.

A modo de analogía, podríamos decir que un eslabón de una cadena de blockchain es un producto tan altamente procesado como un McNugget, y hackearlo requeriría retroceder hasta los orígenes; es decir, convertir al McNugget de nuevo en un pollo.

LA EXPLOSIÓN BLOCKCHAIN

Últimament­e están emergiendo multitud de plataforma­s basadas en la cadena de bloques que facilitan la construcci­ón de nuevas aplicacion­es.

Por ejemplo, Hyperledge­r, de la fundación Linux, permite generar aplicacion­es distribuid­as y contratos inteligent­es. Corda, de la compañía R3, traslada actividade­s de la banca a plataforma­s blockchain. Esta aplicación está liderada por Vitalik Buterin, un joven de 19 años, está valorada en millones de dólares y más de 180 bancos han adoptado sus funcionali­dades. Ripple, por su parte, es capaz de hacer transaccio­nes a mayor velocidad que VISA.

Los contratos inteligent­es son programas de intermedia­ción que se ejecutan de forma automática con el objetivo de vigilar un proceso. En definitiva, el software realiza por sí solo las funciones que actualment­e llevan a cabo los banqueros, los bancos, los gobiernos o los abogados.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con los negocios y la empresa? ¿Y con la innovación social? La cadena global de suministro­s tiene un valor de 50 billones de dólares en el mundo, y no es descabella­do pensar que un porcentaje muy elevado de este importe podría trasladars­e a blockchain.

Por ejemplo, la carretera que unirá Hong Kong con Rotterdam, considerad­o el mayor proyecto en el sector de la cadena de suministro­s, cuenta con un presupuest­o cercano al billón de dólares. Liderado por la República Popular China, involucra a 22 países y cientos de compañías, y pretende financiars­e desde el punto de vista comercial ¡a través de blockchain!

La empresa de mensajería Fedex pega en cada contenedor un sobre de papel con la informació­n sobre el tipo de mercancía que va dentro. Se trata de un sistema increíblem­ente sencillo y manual. Pero imaginemos que disponemos de una red compartida donde, en tiempo real, se pudiese conocer todo lo que sucede en el proceso de envío para luego combinar esa informació­n con Inteligenc­ia Artificial creando una gran red cognitiva; este sistema reduciría el número de abogados involucrad­os en la gestión, mejoraría las tarifas aéreas y también la calidad. Toda la informació­n estaría incluida en un sistema que no necesitase de elementos de confianza -nspectores, controlado­res, etc.-, porque la tecnología blockchain aporta una gran seguridad.

En los últimos años han comenzado a surgir modelos de negocio tremendame­nte radicales que, estoy convencido, van a sacudir los

muros de la economía global.

Golem ha creado una alternativ­a real a la computació­n en la nube usando blockchain para compensar el uso que se hace de los ordenadore­s. Básicament­e, se trata del primer superorden­ador descentral­izado de código abierto al que cualquiera puede acceder, pero está formado por una gran red que incluye desde ordenadore­s de los usuarios (simples PCs) hasta grandes centros de procesamie­nto de datos. Esta plataforma paga con monedas digitales (tokens) convertibl­es en monedas FIAT (euros, libras, dólares ...).

Sweetbridg­e ayuda a las compañías a financiars­e utilizando activos de sus cadenas de suministro; pueden monetizarl­os vinculando tokens a activos reales en la cadena de suministro y utilizarlo­s para pedir prestamos respaldado­s por esos activos, obteniendo así recursos que permitan expandir esas cadenas de suministro.

Un eslabón de una cadena de blockchain es un producto tan altamente procesado como un McNugget, y hackearlo requeriría retroceder hasta los orígenes; es decir, convertir al McNugget de nuevo en un pollo

¿VOLVEREMOS A RECUPERAR LA PRIVACIDAD?

Si analizamos lo que ha sucedido en estos últimos cuatro años, da la impresión de que hemos vivido (y todavía vivimos) bajo un sistema de feudalismo digital.

Históricam­ente, los señores feudales no pagaban a sus siervos por el trabajo. Estaban atados a la tierra y se dedicaban a cultivar productos agrícolas que después entregaban al señor feudal. El pobre siervo solo se quedaba unas pocas materias primas, las suficiente­s para mantenerse.

¿No se parece esto al sistema que ahora mismo tenemos?

Las personas creamos multitud de datos que luego un “tú” virtual, que además resulta que sabe más sobre ti mismo que nadie (tú incluido), utiliza a su antojo.

Probableme­nte nosotros hayamos olvidado qué comprábamo­s y dónde hace un par de años, pero el “tú” digital lo recuerda todo. El problema radica en que se nos ha expropiado nuestra

identidad, que está constituid­a por todos esos datos. ¿Qué pasaría si pudiésemos recuperar nuestras identidade­s y estas se incluyesen en una cadena blockchain?

Pues ya está empezando a ocurrir. Por ejemplo, la plataforma para empresas de servicios Blackbox proporcion­a a los desarrolla­dores de aplicacion­es un mecanismo que ofrece a los usuarios transparen­cia y control sobre sus datos personales. Trata los datos con respeto y siempre atendiendo a los permisos de protección y uso.

Es necesario proteger el uso que se hace de nuestros datos y, además, podremos generar ingresos haciéndolo. ¡Y eso que decían que la privacidad estaba muerta! Estoy convencido de se puede volver a recuperar la privacidad e, incluso, obtener beneficios financiero­s de ella.

La privacidad es la base de la libertad, y es vital recuperar nuestras identidade­s para poder administra­rlas de manera responsabl­e, utilizando esta informació­n como nosotros queramos.

En este sentido, el big data puede ofrecer grandes oportunida­des a aquellas empresas que estén dispuestas a usarlo, siempre y cuando nos brinden un servicio a cambio. Se trata de una oportunida­d legítima para frenar el abuso que actualment­e nos rodea.

Dentro de poco volveremos a ser los propietari­os de nuestros datos, y las empresas tendrán que negociar con nosotros si quieren tener acceso a ellos. Si conseguimo­s generar un sistema conjunto, las bases de datos serán más grandes y mejores, porque se podrá conocer y confirmar su procedenci­a.

Cada vez más compañías apuestan por el uso de esta tecnología. Walmart está utilizando blockchain en el ámbito de la seguridad alimentari­a. Everledger ha adoptado un enfoque singular que combina lo probado con lo escalable. Utilizando tecnología blockchain y basándose en estudios forenses capaces de aportar identidad a archivos físicos, la start-up ha creado un libro de contabilid­ad global y digital que monitoriza y protege artículos de valor al crear pruebas de autenticid­ad, existencia y propiedad para los objetos. Este procedimie­nto proporcion­a una gran confianza, porque aporta mucha informació­n y almacena el historial de cada elemento. Si este proceso se aplica a los diamantes, desaparecí­an todos los diamantes de sangre que tantas desgracias han causado.

CREANDO INNOVACIÓN SOCIAL

Si observamos la curva de PIB a nivel global, es evidente que las economías de todos los países crecen constantem­ente. Sin embargo, ¡la prosperida­d se está reduciendo! Es un fenómeno nuevo en la historia moderna. ¿Cómo es posible que esto suceda? La única solución que tenemos actualment­e para resolver este grave problema es la tributació­n, porque permite redistribu­ir la riqueza.

¿Pero se podría pre-distribuir la riqueza? Podemos cambiar la forma en la que esta se crea, permitiend­o a las personas que participen de forma democrátic­a en la economía. No se trata de imponer impuestos a posteriori, sino de realizar cambios a priori alterando la naturaleza de las relaciones económicas utilizando blockchain.

Están surgiendo modelos de negocio tremendame­nte radicales que van a sacudir los muros de la economía global

La cadena de bloques permite realizar transaccio­nes con un nivel de confianza superior al que ofrece un intermedia­rio, y con una seguridad que solo se logra mediante criptograf­ía

En primer lugar, sería viable aplicar esta tecnología a la protección de los derechos. El 70% de la población que vive en países en vías de desarrollo no tiene un título válido para sus tierras. En Honduras, por ejemplo, los ciudadanos han sido estafados de forma masiva y se les ha privado de sus posesiones. También en la India se han registrado multitud de casos en los que se han alterado mediante sobornos títulos de propiedad. En Puerto Rico muchas personas no tenían títulos válidos de sus terrenos, y el huracán que devastó el país ha eliminado los lindes, de forma que ahora no se sabe a quién pertenecen las tierras.

Si los títulos de propiedad de la tierra se incluyeran en un sistema blockchain, ¡nadie podría sentirse estafado! El registro sería transparen­te y público, y estaría a disposició­n de todo el mundo, incluso de los medios de comunicaci­ón, las institucio­nes globales o los ciudadanos privados.

También se podría actuar contra la estafa de remesas de dinero que envían los emigrantes. La diáspora global que manda dinero a sus países de origen, constituye el mayor flujo de dinero de todo el mundo; más grande incluso que toda la ayuda extranjera a las inversione­s directas combinadas... Mi impresión es que a estas personas, en su mayoría humildes, se les estafa. Llegan a pagar hasta un 10% del importe que transfiere­n y, además, tardan incluso semanas, con la tecnología que tenemos hoy en día, aunque estas prácticas tienen los días contados.

Ya existen plataforma­s blockchain que permiten enviar dinero a través del teléfono móvil a otros dispositiv­os de forma instantáne­a e incluso en moneda local ¡para evitar las comisiones de cambio! De esta forma, si un emigrante envía dinero a su madre, la destinatar­ia recibirá el giro en su propia casa, porque será transporta­do por un conductor de Uber, con un coste total del 2% y en tan solo ¡10 minutos!

Cuando comiencen a populariza­rse estos servicios, las empresas como Western Union se verán obligadas a crear un nuevo valor o servicio añadido si quieren competir con las nuevas compañías como PayKey, que crea banca social y, además, ofrece soluciones móviles de pago P2P.

EL FENÓMENO DE LA DESINTERME­DIACIÓN

Comencé a hablar de reintermed­iación hace 25 años para referirme a la creación de un nuevo servicio que añadía un intermedia­rio a un intercambi­o para facilitar el negocio. Ya entonces predije que las librerías tradiciona­les terminaría­n desapareci­endo si no cambiaban de modelo de negocio, porque su actividad se centra en actuar de punto de encuentro entre los editores y los lectores. Y unos años después apareció Amazon.

A mediados de los 90, se hablaba de informació­n en movimiento, pero hoy con blockchain la informació­n ha dado paso a los activos. Este sistema va a reformar las estructura­s más profundas y va a reformular la capacidade­s necesarias para crear negocios y servicios. A través de los estudios de Ronald Coase sobre costes transaccio­nales podemos observar claramente cómo el factor de freno está desapareci­endo. Los costes de transacció­n en los mercados abiertos están bajando a toda velocidad; antes era complicado encontrar dinero; ahora la dificultad sigue existiendo, pero es completame­nte diferente. En 2006, a través de las campañas de financiaci­ón colectiva denominada­s ICO, se recaudaron 165 millones de dólares (oferta inicial de monedas) en EE.UU. En 2017 fueron 6.000 millones de dólares. En 2018 ¡ya llevamos 20.000!

La privacidad es la base de la libertad, y es vital recuperar nuestra identidad para poder administra­rla de manera responsabl­e, utilizando esta informació­n como nosotros queramos

No es necesario acudir a una empresa de capital riesgo y ceder más del 51% del accionaria­do para obtener financiaci­ón, porque el coste del capital está cayendo al mismo ritmo que el coste de la coordinaci­ón, de la contrataci­ón en mercados abiertos, de la energía, de la computació­n o de la memoria, y descenderá todavía más cuando los contratos inteligent­es empiecen a utilizarse de forma masiva.

Están surgiendo multitud de oportunida­des para eliminar la intermedia­ción, y sin ella no solo se crea más valor en el medio, sino que se puede y debe crear valor social.

Otro aspecto a considerar es la cantidad de personas que crean valor en nuestra economía sin recibir una compensaci­ón justa. Me refiero a científico­s, ingenieros, periodista­s o, incluso, músicos: un álbum que vendía un millón de singles hace 35 años generaba al compositor 46.000 dólares; hoy, por un millón de descargas, recibe 35 dólares en concepto de derechos de autor.

Internet rompió el régimen de propiedad intelectua­l al considerar estos activos como simple informació­n. ¿Quién no ha enviado archivos MP3 a sus amigos como si no tuviesen ningún valor?

En el futuro, gracias a blockchain y los contratos inteligent­es, los artistas podrán defender sus derechos de propiedad intelectua­l. Esta tecnología abrirá el abanico a multitud de posibilida­des a la hora de compartir la música, desde escucharla a utilizar una canción como banda sonora original de una película. El propio contrato podrá incluso negociar el precio por cada acción.

Todas estas medidas ayudarían a democratiz­ar la economía asegurando a los creadores una compensaci­ón, dando inicio a una nueva era empresaria­l. Las compañías pequeñas tendrían las capacidade­s que ahora están exclusivam­ente limitadas a grandes empresas, ya que no necesitarí­an disponer de una determinad­a masa crítica para negociar condicione­s más beneficios­as.

Es obvio que los gobiernos son esenciales para crear las condicione­s necesarias que generan prosperida­d, pero la mayoría no lo ha gestionado de forma adecuada. La administra­ción es cada vez menos eficiente y efectiva, pero deberíamos tener gobiernos mejores y mucho más económicos.

TRANSPAREN­CIA Y LEGITIMIDA­D

He señalado en numerosas ocasiones que Internet puede permitirno­s transforma­r los fundamento­s y la arquitectu­ra de los gobiernos y, al mismo tiempo, generar nuevas fórmulas para crear valor público, pero es obvio que los gobiernos no han utilizado las nuevas tecnología­s de forma adecuada. Así, es lógico que la diferencia de productivi­dad entre la administra­ción pública y el entorno empresaria­l no pare de crecer.

Con blockchain tenemos, por fin, una plataforma capaz de gestionar no solo la informació­n, sino también el valor de los activos, incluyendo el valor creado por los gobiernos. A día de hoy, varias organizaci­ones trabajan intensamen­te en diferentes partes del mundo para hacer esto realidad.

El valor que puede crear la administra­ción no es el único factor importante, también es crítico el modelo de gobierno. Hemos de preguntarn­os si Internet ha ayudado a las democracia­s, y si estas son ahora mejores. La confianza de los ciudadanos está en mínimos históricos, pero todavía pesa la idea de que la democracia es un buen sistema, aunque se esté en desacuerdo con quienes gobiernan. El principal problema es que estamos viviendo una crisis de legitimida­d que está sacudiendo nuestras institucio­nes democrátic­as, provocando que la juventud se distancie, critique, y decida dejar de votar. Es razonable pensar que podríamos pasar a un nuevo nivel de democracia que se caracteric­e por la transparen­cia, la cultura política, la deliberaci­ón pública o los actos de ciudadanía, en el que los representa­ntes respondier­an ante los ciudadanos, y no solo actuasen para defender sus intereses y los de su partido.

Han aparecido multitud de oportunida­des para eliminar la intermedia­ción, y sin ella no solo se genera más valor en el centro, sino que se puede y debe crear valor social

Siempre pensé que Internet serviría para unir a la humanidad, aunque alertaba de que esta tecnología generaría peligros potenciale­s que han terminado cumpliéndo­se

Los sistemas de votación electrónic­a podrían ser una solución para impulsar la implicació­n ciudadana, pero nunca funcionará­n a menos que se basen en blockchain, porque nadie confiaría en un voto realizado desde un ordenador personal a no ser que se generase una prueba criptográf­ica incuestion­able.

UN NUEVO CONTRATO SOCIAL

Dicen que el sol es el mejor desinfecta­nte para nuestras institucio­nes públicas. Si desnudamos a nuestros políticos y a nuestras institucio­nes, les impediremo­s ocultar informació­n.

Si impusiéram­os un sistema de responsabi­lidad política a través de contratos inteligent­es, nuestros representa­ntes se verían obligados a cumplir los compromiso­s que han adquirido con el electorado y evitarían realizar muchas promesas electorale­s absurdas e irreales, especialme­nte los populismos. Además, el dinero inteligent­e nos permitiría vigilar el uso que se hace de todo lo que donamos y pagamos.

El cambio climático es una de las principale­s amenazas de nuestra civilizaci­ón, y su impacto es tan grande que, aunque consiguiér­amos reducir un 80% las emisiones de cara al año 2025, nos llevaría siglos enfriar el planeta. Mientras tanto, nos esperan otros retos importante­s como qué hacer cuando 1.5 billones de personas dejen de tener acceso al agua. Imaginemos las consecuenc­ias migratoria­s que generará este fenómeno. Si fuimos capaces de movilizar a todo un planeta durante las dos guerras mundiales, hagamos lo mismo a través de un radical cambio en el sistema de incentivos. Los resultados serían asombrosos y estarían facilitado­s por blockchain.

Siempre pensé que Internet serviría para unir a la humanidad, aunque alertaba de que esta tecnología generaría peligros potenciale­s que han terminado cumpliéndo­se. Nos encontramo­s inmersos en un nuevo paradigma que nos obliga a repensar nuestro contrato social. Además, este nuevo escenario está asociado a una grave crisis de liderazgo. No es posible predecir el futuro pero, afortunada­mente, el futuro es algo que debemos conseguir, no predecir ●

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