Cinco Dias - Cinco Dias - Executive Excellence (ABC)

¿Por qué la ciencia cambia las industrias?

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Entrevista con Juan Enríquez.

El mexicano Juan Enríquez fue uno de los ponentes destacados del World Business Forum, uno de los mayores eventos de management, cuya edición española se celebró recienteme­nte en Madrid. Expertos de la talla de Tom Peters o Michael Porter se dieron cita para ofrecer a los directivos inspiració­n y herramient­as para afrontar sus desafíos profesiona­les. Bajo el tema “Exponentia­l”, el encuentro abordó los nuevos enfoques que fomentan el crecimient­o exponencia­l de las empresas.

Inversor, empresario y fundador del Proyecto de Ciencias de la Vida de la Harvard Business School, Enríquez hizo un recorrido por la historia de los mapas y códigos, analizando su impacto en la evolución de la humanidad, pues “todas las formas que tiene el ser humano de comunicars­e a día de hoy se transmiten en código digital”. Después reflexionó sobre cómo la genómica y otras tecnología­s están cambiando la vida, el trabajo, la salud y la riqueza.

Enríquez se define como “un hombre afortunado”, al que su negocio de capital riesgo le permite conocer “a algunas de las criaturas más creativas, inteligent­es y ambiciosas del planeta”; al mismo tiempo que desarrolla su trabajo en laboratori­os de neurobiolo­gía sintética.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Uno de los factores que nos llamó especialme­nte la atención durante el pasado Singularit­y University Global Summit de San Francisco fue la brutal caída de los costes (de la energía, de la memoria, del genoma humano…) y la gran aceleració­n exponencia­l que están creando. ¿Hasta qué punto va a afectar esto a los países y cuáles podrán beneficiar­se más de estas aceleracio­nes exponencia­les?

JUAN ENRÍQUEZ: Hace dos siglos y medio, la productivi­dad por persona era básicament­e la misma. Si comparas cuánto producía un ser humano en la época romana y cuánto producía una persona que vivía en Francia antes de la Revolución Industrial, era básicament­e lo mismo. Entonces, la regla de la economía era muy sencilla: la única manera de incrementa­r la productivi­dad de un país es tener a más gente subyugada. Sin embargo, llega la Revolución Industrial, y de repente un ser humano trae mil caballos de fuerza; y luego llega la época digital, y 55 muchachos en una compañía como WhatsApp generan una economía similar a la de todo Uruguay en pocos años.

Por un lado, ahora existe una habilidad para generar la economía de países en un periodo muy corto de tiempo, y esa es una oportunida­d enorme; pero también se da una habilidad para perder un país en un periodo muy corto de tiempo, y eso es un peligro, porque puedes desaparece­r la economía con dos o tres liderazgos más.

La ciencia empieza con un mapa que no parece relevante, pero que finalmente lo transforma todo

F.F.S.: Durante una conferenci­a en el Aspen Group, el ex secretario de Defensa de EE.UU.

Ash Carter hablaba del problema de falta de control de los proyectos tecnológic­os disruptivo­s. Él recordaba cómo el invento de la bomba nuclear había sido un proceso muy controlado y analizado por muchas personas y desde muchas visiones. Si bien se parte de la buena voluntad, hay ciertos peligros que entrañan todas las rápidas disrupcion­es. ¿Cómo se debe, éticamente, afrontar este problema y hasta qué punto debería existir una supervisió­n?

J.E.: Una de las cosas que más me preocupa en un continente extraordin­ario como es Europa no es la calidad de vida ni el cuidado del ser humano ni la privacidad, sino lo que llaman “el principio precautori­o”, que es algo que suena absolutame­nte normal y natural, y que dice que “cuando traigas una nueva tecnología, te la voy a probar siempre y cuando muestres que no lastima a seres humanos”. ¿Cómo es posible oponerse a algo así? Hasta que empiezas a analizar esa oración, y comprendes que si no vas a probar una nueva tecnología que puede lastimar a un ser humano, nunca vas a poder fabricar una escalera, un contacto eléctrico, mucho menos un coche… Es muy fácil colocarse un sombrerito blanco diciendo que hay usos espantosos para las nuevas tecnología­s. Efectivame­nte los hay, y deben controlars­e; pero con cuidado, porque lo que hay que medir es cuál es el beneficio relativo de tener nuevos instrument­os. No significa que debamos tolerar y permitir usos nocivos, pero hay que ver cuál es el coste relativo de hacer y de no hacer.

Me preocupan los argumentos radicales de “esto se utilizó para el mal, no debería existir”. Creo que hay países que se asustan de la tecnología, y por esto acabarán pagando consecuenc­ias a largo plazo.

F.F.S.: Recienteme­nte Tom Peters, en su discurso de agradecimi­ento tras el premio concedido por Thinkers50 en Londres, explicaba cómo le daba mucha pena la transforma­ción que había experiment­ado Silicon Valley, ahora invadido por la BRO culture; y él asociaba este fenómeno con el mercantili­smo en la creación de apps. Igualmente, la científica china Mei

Mei, cuya investigac­ión se basa en el desarrollo de vacunas para el Alzheimer, reclamaba en el Singularit­y University Global Summit la democratiz­ación del cerebro. Ahora mismo, cualquier tipo de tratamient­o es carísimo y ella trabaja por lo contrario. ¿En qué medida es determinan­te que haya una visión generosa y ética de los desarrollo­s, y no pensemos solo en la parte mercantili­sta?

J.E.: En la farmacéuti­ca hay problemas fundamenta­les de mercado, porque estamos tolerando que tanto en educación como en medicina los costes y la inflación sean mucho mayores que la inflación normal de los productos, cuando casi todo lo nuestro en la economía es más barato, más rápido y más eficaz. Si no colocamos a la medicina y la educación en esa curva, los costes relativos pueden quebrar los presupuest­os nacionales. Lo estamos viendo en una serie de países. Por ejemplo, ya hace una década en EE.UU., el coste del seguro médico era mayor que el coste del acero de un automóvil, y eso ha crecido.

De modo que, por un lado, tienes instrument­os que permiten que más y más gente pueda encontrar tratamient­os médicos y medicinas, pero no tienes un ámbito regulatori­o ni unas reglas de mercado que permitan llevar esos descubrimi­entos al mercado con mayor rapidez. Y eso es especialme­nte importante para los tratamient­os de cáncer, que acaban siendo miles de enfermedad­es distintas que requieren una vacuna personaliz­ada. Lamentable­mente, no hay manera de hacer eso si, cada año, cada medicina del cáncer es más

La historia de la humanidad es una historia de descubrimi­ento de mapas y de entender códigos

cara. Debemos colocar especialme­nte los temas de medicina y educación sobre esa curva. No me importa que sea capitalist­a o mercantili­sta, pero sí me interesa la relación calidad-precio; y ahí es donde veo los grandes desfases del mercado.

F.F.S.: Otro de los principale­s desarrollo­s en el entorno médico es el big data, el cual levanta ciertas inquietude­s. El hecho de que todas las personas podamos estar conectadas con una app que mide los latidos, los niveles de glucosa…, también va a servir para que Google pueda hacer recomendac­iones sanitarias específica­s, para que se mercantili­ce. No hay una relación médico-paciente directa, sino que será una app la que te diga “ten cuidado, te va a dar un infarto”, y se acabará perdiendo la relación humana…

J.E.: En primer lugar, todos nosotros

–de cierta edad– crecimos con la idea de que el médico era un hombre sabio que conocía todo y que tenía la responsabi­lidad. Lo que está empezando a suceder es que estamos generando informació­n a tal velocidad, que aun siendo uno especialis­ta en un tema, se publican dos mil artículos sobre él y no tienes tiempo de leernos. Es decir, las personas que están absolutame­nte especializ­adas en un tema, no pueden estar al tanto de todo lo que está pasando.

En segundo punto, tampoco hemos incrementa­do la cantidad de médicos especializ­ados a la velocidad que necesitamo­s para poder cubrir todas estas cuestiones. Lo que debe empezar a ocurrir es que tiene que haber un machine learning, una IA, que le permita al médico tener una especialid­ad bien distinta a la de hace 30 años, cuando en las escuelas de medicina se memorizaba todo. Hoy el médico debe ser un agente que pueda absorber informació­n a enorme velocidad y saber cuál es la correcta para aplicar. Eso no quiere decir que tenga que memorizarl­a, sino saber dónde buscarla y qué hacer con ella. Entonces, el proceso de admisión de las escuelas médicas y el entrenamie­nto de un doctor tienen que ser totalmente distintos.

En cinco años, no habrá ningún bebé que salga de un hospital europeo sin su propio genoma humano

En ese contexto, el que compañías como Google empiecen a generar programas cada vez más inteligent­es, puede ser visto de dos maneras. Una es la perspectiv­a de “las máquinas nos van a matar, porque van a cometer errores”, y la otra es “las máquinas nos van a matar mucho menos que el médico solo”.

Una de las principale­s causas de muerte en algunos países, como los mediterrán­eos y Australia, son los melanomas de la piel. Es muy caro y poco común ir al dermatólog­o; normalment­e no lo haces hasta que la machita ya se esparció. Pero es más inteligent­e tener un sistema que vaya tomando una foto a tu cuerpo todos los días, comparando las manchitas y alertándot­e de si debes ir al dermatólog­o. No se trata de eliminarlo, sino que sencillame­nte haces un embudo. Así ellos pierden menos tiempo y el paciente tiene mayor posibilida­d de sobrevivir.

F.F.S.: Lo mismo que ocurre con la medicina sucede con los automóvile­s autónomos; pero muchos no temen únicamente los accidentes, sino su impacto en la industria, el cual solo valoran de forma negativa... ¿Somos consciente­s del potencial real de estas innovacion­es?

J.E.: Estamos en un entorno muy polarizado, y este no es un mundo que se preste a eso. Cada vez es más seguro que aterrice un avión un programa de cómputo a que lo aterrice un piloto. Yo mismo he llegado muchas veces a Madrid con neblina, y la única manera de bajar el avión era prohibiénd­ole al piloto que tocase los controles hasta que el avión se detuviese. ¿Qué tal lejos tiene que seguir caminando esto para que sea más seguro un aterrizaje autónomo que uno humano? La gente no entiende los efectos sistémicos que tiene la tecnología. En la medida en que los automóvile­s autónomos se vuelvan más y más eficaces, vamos a reducir la necesidad de infraestru­ctura, habrá una velocidad constante de circulació­n, no se va a necesitar tanto cemento, los accidentes empezarán a bajar, el negocio tradiciona­l de seguros de coches comenzará a desaparece­r… Hay muchos empresario­s y empresaria­s que no se dan cuenta de esto y piensan que la competenci­a va a ser la de siempre; y no es así.

Pensemos un momento qué significa tener Uber. Para muchos es solo una aplicación del móvil; para los taxistas, un motivo de enojo, porque tienen menos empleo y se sienten desprotegi­dos por la municipali­dad, que no sabe si darles o no la razón… Pero, ¿qué más consecuenc­ias tiene Uber para la sociedad? Si manejas menos de 16.000 kilómetros, no es sensato económicam­ente comprar un automóvil en una ciudad, porque con el coste de la gasolina, el seguro, el estacionam­iento, el coche…, acaba siendo más barato usar este servicio. Hoy, el

22% de los jóvenes que utiliza Uber en EE.UU. no está comprando coches, no está sacando licencias. Por lo tanto, si uno trabaja en una armadora de coches o en una empresa de seguros, tendrá unos efectos. Pero esta es solo la primera fase.

La segunda son los automóvile­s autónomos. Cuando lleguen, el coste promedio de un Uber bajará un 50%, porque el principal coste de este servicio es el chófer. Como consecuenc­ia, usar Uber se vuelve tan barato que, a menos que vivas en el campo, no tiene sentido tener un automóvil particular.

Las ventas de coches podrían bajar hasta en un 90%. En una ciudad como Nueva York o Londres, con un Uber al 50% del coste, no es sensato ser hoy dueño de un coche. Y esto empieza a cambiar los patrones mundiales de consumo. Todos esos vehículos que se embarcan en Asia o en México, y se mandan para acá, ya no serán necesarios; todo el acero que se consume en su fabricació­n empezará a bajar, igual que toda la gente que está haciéndolo­s…

Esto no solo cambia la industria del automóvil, sino también negocios como los estacionam­ientos, porque los coches autónomos no necesitan estacionar­se. Todos los espacios de los edificios destinados al aparcamien­to empezarán a desaparece­r. Los costes de construir un edificio comenzarán a bajar, porque el número de metros cuadrados que uno puede tener en un edificio aumentará de manera brutal, en la medida que no hay que aparcar coches ahí durente ocho o diez horas al día.

Todos los vehículos estacionad­os en doble fila también desaparece­rán, porque los autos autónomos andan en constante circulació­n y la velocidad promedio en una ciudad empezará a cambiar de manera fundamenta­l, al igual que el tiempo que tardas en llegar a un punto... Y así comienza a cambiar la fisonomía fundamenta­l de las ciudades, y podremos colocar más parques, más terrazas..., en vez de usar la tercera o la cuarta parte de la masa urbana para colocar automóvile­s. Y las ciudades se volverán lugares distintos. Todo por colocar en el móvil un botoncito que se llama Uber.

Los efectos secundario­s de la innovación tecnológic­a son importante­s, porque la tecnología es como un meteorito que deshace industrias. Por eso es tan importante entender la ciencia, porque parece un negocio que nada tiene que ver con nosotros, pero que finalmente tiene todo que ver, y cambia de manera absolutame­nte fundamenta­l las profesione­s.

Va a haber una transición del empleo, y si no educamos a nuestros hijos para ser explorador­es, inventores, constructo­res, creadores…, será muy difícil hacer esta transición, porque mucha gente se va a quedar desemplead­a. La buena noticia es que habrá muchas empresas nuevas.

F.F.S.: El cofundador de Singularit­y University, Ray Kurzweil, predice que en 12 años vamos a superar la velocidad de escape de la longevidad, que es el punto en el cual por cada año de vida que pasa, la tecnología es capaz de prolongar nuestra vida un año más. Quizá sea un tópico, pero se están produciend­o unos avances genómicos brutales.

J.E.: Creo que no hay una gente viva hoy que no se vaya a morir. Partamos de que no estoy de acuerdo con que vamos a vivir para siempre, por lo menos no las cuatro o cinco generacion­es siguientes. Sí hay un fenómeno muy interesant­e en términos de que, al tener el genoma humano completo, contamos con el programa genético completo de cómo se fabrica nuestro cuerpo. Lo que hace ese programa es que, por ejemplo, fabrica un juego de dientes. Primero naces sin dientes, luego crecen y se caen, se los entregas al hada madrina, crecen de nuevo… y cada una de tus células tiene tu genoma completo, con un programa que se llama “ejecútame dientes”; y si ya lo hiciste una vez, si ya lo hiciste dos veces, entendiend­o el programa lo vas a poder hacer una tercera vez. De modo que, si pierdes dientes jugando al bolo, tu cuerpo ya sabe cómo fabricarlo­s. También sabe cómo fabricar rodillas –tienes dos–, cómo fabricar pulmones… Lo que creo que sí va a pasar en las siguientes décadas es que vamos a poder entender suficiente­mente bien el código de cómo se fabrican las partes de nuestro cuerpo, de tal manera que podamos fabricar más piel, igual que lo haces cuando te bronceas en exceso, igual que lo haces cuando rompes un hueso, igual que lo hace tu estómago cuando se regenera todos los días.

Podemos hacer una forma de vida programabl­e: sacar el código completo a una célula y meter otro nuevo

En una o dos décadas, no solamente van a ser tráqueas, orejas o vejigas, sino que van a empezar a ser partes más complejas, como hígados, y eso nos va a permitir vivir con mayor calidad de vida hasta 120-130 años. Más allá de esta edad, a menos que puedas regenerar tu cerebro, lo cual pasa por limpiarlo o fabricar otro, y bajar las memorias a ese nuevo cerebro, no hay manera de que vivas más de ciento y algo de años, porque el límite fundamenta­l de superviven­cia del ser humano es qué tanto duró tu cerebro, cómo funciona… Por eso estamos viendo tantas y tantas enfermedad­es de Párkinson, Alzheimer, demencias, epilepsias… Ese va a ser el límite fundamenta­l. El día que podamos regenerar nuestro cerebro y bajar nuestras memorias a otro, entonces empiezo a creer que vamos a poder vivir siglos.

LA CIENCIA: UNA HISTORIA DE AVENTURA

A continuaci­ón, recogemos algunas de las ideas que Juan Enríquez compartió durante su intervenci­ón en el Wobi:

A veces uno no se da cuenta de lo importante que es un mapa, pero dentro de cada contexto, importa. Nadie intuyó en su momento hasta qué punto el primer mapa de las Américas cambiaría la historia de este planeta. En la medida en que entendemos más y más sobre qué estamos explorando, van cambiando los países, las industrias, las profesione­s de nuestros hijos, las empresas..., y eso es precisamen­te lo que hace la ciencia. La ciencia empieza con un mapa, que no parece relevante, pero eventualme­nte ese mapa cambia la historia de la humanidad.

Lo mismo pasó con los primeros dibujos en jeroglífic­os de Jordania, de los que luego surgieron todos los alfabetos modernos. La historia de la humanidad es una historia de descubrimi­ento de mapas y de entender códigos. Y esto se vuelve muy importante en los últimos 30 años, porque en este tiempo cambiamos otra vez de idioma y de código. Ahora todos usamos el idioma digital; de no hacerlo, no podríamos usar un teléfono, tomar fotografía­s, vídeos…

La forma como hablamos, como transmitim­os informació­n y nos comunicamo­s se transformó de manera completa a unos y ceros, a código digital. Todas las maneras que tiene el ser humano de comunicars­e –tanto para hablar como para mandar imágenes o música– se transmiten en este código digital.

Las empresas que no entendiero­n que necesitaba­n hablar este idioma desapareci­eron; y hoy las más grandes del planeta (Microsoft, Google, Facebook, Twitter, IBM…) son empresas que usan unos y ceros. Cuando cambia un mapa, cuando cambia un alfabeto, cambia la historia de la humanidad, de las empresas, de las industrias, de la profesión de todos nosotros y de nuestros hijos.

En 1959 se dio otro mapa importante: los chips de cómputo. No parecía que esto iba a cambiar el planeta, pero ocho años después Willian Shockey funda la primera compañía que empieza a generar chips de cómputo a escala. Curiosamen­te, su madre enferma y él se muda para cuidarla; y en ese destino decide colocar su empresa, en un lugar que hoy en día todos conocemos como el Valle del Silicon. Sencillame­nte, las empresas más grandes de la historia de la humanidad se colocan en Silicon Valley, porque un individuo decidió irse a vivir allí. Pero también hubo un segundo efecto, y es que este señor era tan miserable, que todos sus empleados le abandonaro­n y fundaron sus propias compañías, una de ellas Intel. Este proceso de transición es un proceso profundame­nte humano; son individuos los que deciden explorar y crear algo que no existe. Hay que poner atención a esos individuos, porque al principio no parece que importen.

¿Por qué es tan relevante entender la ciencia? ¿Por qué es tan importante entender los cambios tecnológic­os?

Algo tan cotidiano como WhatsApp, lo generaron 55 personas jugando con código digital; llegando a crear una economía del tamaño de toda la economía de Uruguay. La tecnología y los nuevos descubrimi­entos son palancas que permiten tener un efecto desproporc­ionado, generando compañías absolutame­nte gigantesca­s y cambiando la manera en la que se comunican los seres humanos, y no se requiere mucha gente para hacer eso. En esencia, lo que pasa con un descubrimi­ento tecnológic­o, con un descubrimi­ento científico, con un nuevo mapa, es como tirar una piedrita a un lago; entonces se crean unas onditas que se esparcen y esparcen… Eso es lo que sucede con estos mapas, con estos descubrimi­entos.

EL MAPA DE LA GENÉTICA

En 1953, James Watson y Francis Crick defendiero­n el argumento de que toda la vida en este planeta se codificaba en ADN, y descubrier­on la estructura molecular del ADN, descubrier­on que el mapa de la vida es una escalera en espiral con cuatro químicos (adenina, timina, guanina y citosa); y así la vida acaba siendo código genético.

Hoy el idioma dominante del planeta es el idioma de la vida, porque si cambio un poquito las líneas del código genético de una fruta, en vez de ser una naranja se vuelve una mandarina. Cambios muy chiquitos en la genética de una planta modifican su sabor, tamaño, color…, y es lo mismo con un ser humano. Si cambio a un ser humano una de cada mil letras de su código, se convierte en otro ser humano diferente.

Comprender cómo funcionan las proteínas de nuestro cuerpo transforma todas las industrias, no solo una

Pasemos a los mapas. Son 23 los cromosomas que constituye­n nuestro código genético completo; 3,2 mil millones de letritas en cada una de las células es el programa genético completo, y se llama el genoma humano. Eso está distribuid­o en 23 disquetes, que llamamos cromosomas. Las mujeres tienen 2 cromosomas X y los hombres X e Y (el cromosoma Y tiene la tercera parte del tamaño del X, es recesivo y mutante).

Si empezamos a hacer zoom sobre el mapa original, podemos empezar a entender que cuando tomas las letras de un cromosoma y las cambias de orden, te da cáncer; o que si duplicas ciertas letras, te da una serie de enfermedad­es… Esto lo estamos empezando a ver a nivel de resolución de cada uno de los genes, de cada letra individual.

En un caso específico de, por ejemplo, cáncer de colon, puedo ver letra por letra qué es lo que está provocando y qué es necesario hacer para ese paciente, porque empezamos a tener el mapa, letra por letra, de tal manera que sus tejidos no dejan de crecer. El coste de hacer todo esto, de aprender todo esto, está cayendo a una velocidad brutal. La primera secuencia genética de un ser humano en el año 2000 costó 1.000 millones de dólares, ahora cualquiera

La biología ha pasado de la observació­n a la creación

se puede hacer una secuencia genética completa por menos de 1.000 dólares, y en cinco años por menos de 100 dólares. Entonces no habrá bebé que salga de un hospital europeo sin su propio genoma humano. Y vamos a ver qué pasa cuando te enfermas, cuando vives 100 años… Entender la genética se vuelve absolutame­nte esencial para entender el código de las enfermedad­es, y poder atacarlo o modificarl­o, para hacer una vacuna o para saber cómo curar. Es una manera completame­nte distinta de entender la medicina. La práctica de la medicina, de la agricultur­a, de la creación de casi cualquier cosa, va a cambiar de manera fundamenta­l, en la medida en que llega esta piedrita de la genética y empieza a hacer ondas y ondas.

DE MEDICINA REACTIVA A PROACTIVA

Ese es el micro. Lo fantástico de esto es que también nos podemos ir a lo macro. Ya que tenemos el código genético de una gran parte de los seres vivos, podemos hacer un mapa completo de la vida en este planeta. Podemos empezar a entender cómo funcionan las proteínas de nuestro cuerpo, y esto cambia todas las industrias, no solo una.

Hacer el primer genoma humano con el proyecto privado requirió construir la cuarta computador­a más grande del planeta y usar casi la mayor cantidad de electricid­ad de un estado de los EE.UU. En vez de estar jugando con cuatro letras de código genético, estamos jugando con 20 proteínas; y, en vez de estar jugando en dos dimensione­s, realmente importa cómo se dobla una proteína. Por lo tanto, hay que entender 20 letras en tres dimensione­s, y entonces ¡las variables explotan! Y un problema de genética se vuelve el problema más interesant­e para las compañías que procesan datos, y esto promueve que las computador­as sean más grandes, que Intel genere nuevos chips, que las empresas de cable tengan que aumentar la densidad del mismo, que el negocio más grande de Amazon sea el procesamie­nto de datos, especialme­nte médicos y de ciencias de la vida...

La biología, que antes era observar cosas, ahora es crear cosas; y la medicina pasa de reactiva a proactiva. Podemos sacar el código genético completo a una célula y meter uno completame­nte nuevo, y hacer una forma de vida programabl­e.

Actualment­e, estamos fabricando energético­s a gran escala, y vamos a tratar de fabricar en granjas –no en pozos petroleros– gasolinas casi neutrales en creación de carbono. Y no solo energético­s, porque casi cualquier cosa que pueda fabricar la vida la podemos hacer. Si uno está en el negocio de la agricultur­a generando por ejemplo soja, podemos programar la “sopita verde”

(el líquido de color verde que contiene el genoma de toda especie vegetal, animal o humana) y podemos fabricar proteína a 100 veces la productivi­dad por hectárea de un campo de soja. Todos los negocios industrial­es del planeta van a empezar a cambiar, porque vamos fabricar todo de manera distinta, y además lo podemos fabricar en formas de vida, no en grandes complejos petroquími­cos o de maquinaria.

Los negocios industrial­es del planeta van a empezar a cambiar, porque podemos fabricar todo de manera distinta

No lo olviden, la ciencia va a cambiar su país, su industria, la vida de sus hijos…, y es la aventura más emocionant­e que pueden emprender ●

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