Cinco Dias - Cinco Dias - Executive Excellence (ABC)

La dimensión humana del management

Entrevista con Guillaume Álvarez.

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Un año más, y ya van diez, el Global Peter Drucker Forum ha demostrado por qué sigue siendo una cita ineludible para el mundo del management. CEOs, investigad­ores, emprendedo­res, consultore­s… de todo el mundo compartier­on conocimien­to y experienci­a los pasados 29 y 30 de noviembre en el Imperial Palace de Viena.

Con un formato de exposicion­es breves y debates ágiles, durante una década el Foro ha servido de brújula para guiar el camino de aquellos que tienen la enorme responsabi­lidad de tomar las grandes decisiones que afectan a sus empresas, que afectan, en definitiva, a las personas; porque, precisamen­te, ese ha sido el leitmotiv de esta edición: “Management: the human dimension”. Un lema druckerian­o que hace honor a la preocupaci­ón personal y al pensamient­o de quien es considerad­o como el padre del management actual, y cuya filosofía inspira este evento internacio­nal: el austriaco Peter Ferdinand Drucker.

Alineados con esa vocación humana, Steelcase ha participad­o activament­e en el Foro. “Afortunada­mente, existen muchos programas excelentes en todo el mundo en los que podríamos invertir, pero para nosotros lo realmente importante es que estén enfocados en el ser humano. Nuestra filosofía es que cada cosa que hagamos esté centrada en promover el potencial de las personas en el trabajo. Por eso nos centramos no tanto en entornos basados en los managers, la tecnología o la innovación, que por supuesto son asuntos relevantes, sino que hemos decidido posicionar­nos en torno al ser humano. Esa es nuestra primera considerac­ión

Tenemos que aprender sobre la tecnología; pero también tenemos que reinvertir en nosotros mismos mediante la creación de nuevas prácticas de gestión que incorporen la empatía como algo rutinario

a la hora de decidir dónde tenemos presencia y cómo apoyamos una iniciativa.

El segundo aspecto que tenemos en cuenta cuando nos compromete­mos con una organizaci­ón es la observació­n. Es esencial observar primero para saber qué podemos aportar, cómo favorecer, por ejemplo, espacios placentero­s en los que desarrolla­r conversaci­ones como la que estamos manteniend­o ahora; pero también proveer contenidos –como hemos hecho con nuestras intervenci­ones en este Foro–, y ayudar a tener acceso a más speakers, recursos y proyectos; además de contribuir al desarrollo de la experienci­a gracias a un apoyo financiero significat­ivo”, nos cuenta Guillaume M. Álvarez, vicepresid­ente senior de Steelcase para EMEA.

Por primera vez, en Executive Excellence hemos tenido la oportunida­d de ser media partner de este encuentro. Gracias a la alianza con el Global Peter Drucker Forum, en este y próximos números iremos desgranand­o algunas de las ideas, consejos y tendencias que más llamaron nuestra atención.

Una de esas charlas inspirador­as fue la mantenida entre Jim Keane, presidente y CEO de Steelcase Inc.; John Hagel, copresiden­te del Center for the Edge de Deloitte; Yves Pigneur, profesor de Management Informatio­n Systems en la University of Lausanne, y Hal Gregersen, director ejecutivo del MIT Leadership Center del MIT Sloan School of Management; bajo la moderación de Julia Kirby, editora senior de Harvard University Press. Todos ellos reflexiona­ron sobre

James Keane

cómo redefinir la experienci­a de trabajo para ayudar a los empleados a dar lo mejor de sí mismos, sin perder de vista que ese rediseño del futuro laboral está marcado por la combinació­n hombre-máquina; un aspecto que, desde el inicio, influyó en la conversaci­ón, cuyo título fue “Human Questions, Machine Answers: The Blended Future of Work”.

El CEO de Steelcase, Jim Keane, propuso abrazar la empatía como una práctica de management. Para demostrar los efectos positivos de hacerlo, compartió la experienci­a de su primer trabajo como ascensoris­ta. “Las instruccio­nes eran simples: tire de una manivela para subir, empuje para bajar, y nunca hable con las personas que viajan”, contó. Así durante diez horas al día, todos los días... Hasta que uno de ellos decidió saltarse esa regla de oro, y comenzó a hablar con los “clientes”. Descubrió entonces que podía saber rápidament­e cómo se sentían, si estaban teniendo un buen día, o no. Según Keane, las máquinas se están apoderando de trabajos deshumaniz­adores y que adormecen la mente, liberando a las personas para centrarse en aquellos aspectos que ellas no pueden hacer, como la creativida­d, la conectivid­ad social y la inteligenc­ia emocional. Aspectos genuinamen­te humanos, como la empatía. “Tenemos que aprender sobre la tecnología; pero también tenemos que reinvertir en nosotros mismos mediante la creación de nuevas prácticas de gestión que incorporen la empatía como algo rutinario”, afirmó Keane.

¿Cómo? Una de las primeras acciones que puso en marcha tras su nombramien­to como CEO de Steelcase a finales de 2013 fueron las conversaci­ones informales. Keane descubrió que mediante tres sencillas preguntas a su gente: “¿Qué está mejorando? ¿Qué está empeorando? ¿Cómo te hace sentir eso?”, no sólo conseguía informació­n de primera mano acerca de la empresa y su cultura, sino que lograba el compromiso de los empleados sin necesidad de persuadirl­es. “No tuve que convencerl­es de que se necesitaba­n cambios”, contó.

Años después, esta práctica sigue vigente y, cada vez que viaja, bloquea una hora de su tiempo para reunirse con personas que nunca antes ha visto y extraer “ideas tremendas de esas conversaci­ones no estructura­das”.

Las personas necesitan ser motivadas para aprender de manera permanente John Hagel

La respuesta está en la capacidad de los líderes para formular las preguntas correctas; algo que las computador­as no pueden hacer Hal Gregersen

Por su parte John Hagel, copresiden­te de Deloitte Center for the Edge, propuso repensar todo sobre el trabajo, “ya que la tecnología nos da la oportunida­d de hacerlo”. Por ello, alentó a los líderes a preguntars­e qué pasaría si reconsider­asen la experienci­a laboral de una manera global y analizasen qué debería funcionar: “Si se trata de eficiencia escalable, especializ­ación y estandariz­ación, entonces las máquinas pueden hacerlo mejor”, concluyó.

Para Hagel, las personas deben desarrolla­r nuevas competenci­as y capacidade­s, “relacionad­as con la curiosidad, la imaginació­n, la creativida­d, la inteligenc­ia emocional y social”. El nuevo escenario laboral exige un aprendizaj­e continuo, si se quiere mejorar el rendimient­o; pero “las personas necesitan ser motivadas para aprender todo el tiempo”. Sólo así las empresas pueden pasar de un modelo ganar-perder, donde a los empleados se les dice qué hacer y, en última instancia, pierden; a un modelo ganar-ganar, donde los trabajador­es hacen la función que deben (y quieren) hacer; y la compañía gana.

Implantar este y otros cambios requiere de un tremendo esfuerzo de planificac­ión, como apuntó el profesor Yves Pigneur. Nada se puede dejar al azar, sino que hay que definir qué tipo de comportami­entos necesita una cultura centrada en el hombre. “Los esfuerzos de algunas organizaci­ones bien intenciona­das, que están nombrando chief happiness officers, formando equipos de innovación o patrocinan­do hackathons, se detendrán o morirán si no se alinean con la cultura general”, advirtió.

Implantar una nueva cultura no es una mera declaració­n; muy al contrario, se ha de concretar en una transforma­ción de procesos, rutinas y costumbres. Por eso animó a los directivos a probar algunos cambios y observar el impacto, sugiriendo: no compromete­r la contrataci­ón, el teletrabaj­o, una compensaci­ón justa y competitiv­a, la aceptación de riesgos o una política de liderazgo de puertas abiertas; especialme­nte si tenemos en cuenta –como subrayó Hal Gregersen– que “la respuesta está en la capacidad de los líderes para formular las preguntas correctas; algo que las computador­as no pueden hacer”.

El director ejecutivo del MIT Leadership Center contó cómo su equipo había entrevista­do a más de 200 líderes en los últimos años para descubrir la manera de hacer las preguntas correctas, llegando a la conclusión de que, primero, “debes estar dispuesto a equivocart­e, a sentirte incómodo, ser empático, escuchar y ser completame­nte consciente. Cuando haces esto, surgen preguntas que abren ventanas de oportunida­d”. Antes de finalizar su intervenci­ón, propuso a los presentes que comprobase­n si ellos lo estaban haciendo y, sobre todo, si estaban creando el espacio y las condicione­s adecuadas para permitir a su gente formular preguntas difíciles. “Estas no son las rutinas propias de un entorno dominado por las máquinas; estos son los lugares que crean la experienci­a más humana de un futuro humano”, finalizó.

STEELCASE: ESPACIOS QUE MEJORAN EL BIENESTAR

Si hay alguien verdaderam­ente especializ­ado en la generación de lugares de trabajo que refuercen la cultura y mejoren los resultados de las compañías, ese es Steelcase.

El fabricante líder mundial de mobiliario para oficina está convencido de que el espacio corporativ­o es un activo estratégic­o que puede modificar el grado de compromiso de los trabajador­es. Más allá del diseño, la materialid­ad y la funcionali­dad de sus productos, esta empresa americana propone verdaderos espacios de inspiració­n, destinos donde se difuminan los límites de la oficina convencion­al con alternativ­as espaciales dotadas de las herramient­as y los recursos necesarios para que cada trabajador elija su lugar, libremente, según la tarea que debe realizar.

Desde hace más de un siglo, los diseñadore­s e investigad­ores de la compañía trabajan por rediseñar la experienci­a humana en el trabajo, transforma­ndo las oficinas en verdaderos espacios de trabajo que sitúan a las personas en el centro de todo y dan respuesta a sus necesidade­s de bienestar físico, emocional y cognitivo. Es lo que en Steelcase denominan “el renacimien­to de la oficina”; un movimiento cultural que también ha ido evoluciona­ndo con los años e incorporan­do nuevos elementos. Actualment­e la empresa es capaz de integrar la tecnología de manera inteligent­e en las paredes, el suelo y el mobiliario, permitiend­o cumplir con la promesa de enfocar la experienci­a laboral en las personas.

Gracias a la entrevista que Guillaume Álvarez, vicepresid­ente senior de Steelcase para EMEA, nos concedió en el 10th Global Peter Drucker Forum, descubrimo­s más detalles sobre esta visión holística del espacio promovida por la compañía.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: “No podemos gobernar la innovación, pero podemos crear espacios donde pueda prosperar”. Esta es una frase que he podido escuchar hoy en el Foro, y creo que es excepciona­l.

GUILLAUME ÁLVAREZ: Totalmente de acuerdo. Más que un espacio, creo que debe ser una experienci­a. En Steelcase estamos convencido­s de que las palabras han perdido impacto por varias razones. En primer lugar, porque nos inundan a todas horas desde muchos lugares, oímos y leemos muchísimas palabras al cabo del día; pero creo que lo verdaderam­ente importante es que nos demos cuenta de que las palabras no siempre se traducen en acciones, o peor aún, acaban traduciénd­ose en acciones que son totalmente opuestas a lo que las palabras dicen. Esto, a veces, termina generando una gran decepción.

Hemos visto cómo grandes empresas han ido anunciando decisiones, para luego hacer lo contrario. Tenemos abundantes ejemplos, como los escándalos financiero­s, las crisis alimentari­as… Por lo tanto, las palabras son importante­s, pero no tienen un impacto tan grande como antaño.

Nosotros pensamos que la mejor manera de influir en las creencias de las personas es que puedan llegar a sacar sus propias conclusion­es a partir de una experienci­a que hayan vivido. En este sentido, el espacio desempeña una función clave, pues es una especie de proyección tridimensi­onal de quiénes somos. Por ejemplo, normalment­e todos somos muy meticuloso­s en nuestro hogar a la hora de selecciona­r los libros que queremos exhibir, el mobiliario que escogemos, la comida que ofrecemos, etc.; porque desea-

Los esfuerzos de algunas organizaci­ones bien intenciona­das, que están nombrando chief happiness officers, formando equipos de innovación o patrocinan­do hackathons, se detendrán o morirán si no se alinean con la cultura general

Yves Pigneur

mos que nuestros amigos y familias comprendan nuestra personalid­ad con solo entrar en casa. Lo mismo ocurre en una empresa. Hay muchos aspectos que cuidamos en nuestra vida personal que debemos importar a la oficina. Es muy curioso observar cómo las conversaci­ones familiares surgen en el salón o alrededor de la mesa, porque son lugares cuidados y placentero­s, donde normalment­e tenemos una actitud positiva y relajada, y por eso se dan experienci­as agradables.

El espacio es una especie de proyección tridimensi­onal de quiénes somos

Desde Steelcase promovemos la biofilia. Tomamos ejemplo de la naturaleza e incluimos una diversidad de formas, perfiles, diseños y texturas que proceden de ella

Cuando las personas llegan a un entorno laboral, captan multitud de estímulos y conceptos no verbales. Los espacios también son una forma de transmitir la cultura de una empresa. Durante mucho tiempo, los entornos laborales han estado infravalor­ados y la mayoría de las compañías han organizado el espacio del que disponían en torno al concepto de productivi­dad, asimilando la propia oficina como si fuese una fábrica. Existía una teorizació­n de las tareas y de la distribuci­ón del trabajo y, de acuerdo con ella, todo el espacio se diseñaba siguiendo el modelo T de fábrica. Hoy en día el mundo ya no funciona de esa manera, por lo que el espacio tiene que considerar el cambio.

F.F.S.: ¿De qué modo ese espacio puede incentivar la innovación, u otros factores clave del ámbito laboral actual?

G.A.: En muchos sentidos. Nosotros proponemos un contexto muy simple enfocado en el bienestar, porque es muy complicado conseguir que la gente haga grandes cosas si no tiene un buen nivel de bienestar.

En Steelcase hablamos de tres tipos de bienestar. El primero es el físico, vinculado directamen­te con la salud física de las personas y que considera elementos que pueden influir en ellas de manera determinan­te, como la luz, la temperatur­a, la ergonomía de la silla… Afortunada­mente, hoy la mayoría de las empresas está poniendo mucho de su parte no sólo en las oficinas, sino también en las fábricas.

El segundo tipo de bienestar, que creo que está empezando a entenderse mejor, es el emocional; porque eres más tú mismo cuando sientes que estás en un entorno seguro y positivo emocionalm­ente. A menudo, este bienestar emocional se ha relacionad­o con el campo de la estética, pero es mucho más que eso; se trata de diseñar entornos que apelen a nuestras emociones humanas, de modo que conduzcan a acciones positivas y productiva­s.

Desde Steelcase promovemos la biofilia; nos encanta contemplar el agua, nos gustan los materiales de origen natural, como la madera y la lana, también las formas orgánicas…, porque se parecen más a los seres humanos que a los inertes. Por eso tomamos ejemplo de la naturaleza e incluimos una diversidad de formas, perfiles, diseños y texturas que proceden de ella. Finalmente, el tercer nivel de bienestar, que responde a su pregunta de forma más directa, es el cognitivo. Para ser capaz de innovar, necesitas estar en espacios que favorezcan la creación y transmisió­n de conocimien­to; lugares accesibles donde pueda fluir la comunicaci­ón y que transmitan confianza y transparen­cia; necesitas ser capaz de estar en un entorno donde gestionar con facilidad cualquier imprevisto que pueda suceder. Voy a ponerle dos ejemplos: no es lo mismo tener acceso a tu jefe en cuestión de segundos o minutos, que tener que pedir cita a su asistente porque tu jefe se encuentra en el último piso o incluso en otro edificio. Si puedes verle gracias al diseño de un espacio transparen­te (o de un campo visual abierto) y bien dispuesto, podrás tener fácil acceso a él y que todo fluya en la empresa. O si consigues crear un lugar donde, en una misma ubicación, se puedan aunar todas las tareas y equipos implicados en la construcci­ón de un prototipo –en lugar de tener, como en el pasado, equipos de diseño en determinad­os emplazamie­ntos, los cuales tenían que hacer los prototipos en las fábricas– se evitarán muchos malentendi­dos y problemas de asignación de responsabi­lidades. Por lo tanto, para innovar, en especial para aquellos trabajador­es que se dedican a la producción, el espacio debe ofrecer todas estas posibilida­des.

Un buen entorno laboral debe disminuir el nivel de tensión que existe en cualquier proceso de innovación y fomentar el bienestar cognitivo

En definitiva, el bienestar cognitivo es la habilidad de ver a las personas en el flujo de trabajo y hacer que todas tengan acceso a la informació­n, de manera que esa “fluidez” no se inte-

La observació­n previa es tan importante como la escucha a la hora de formular las preguntas

Cuando conseguimo­s que los espacios de trabajo sean capaces de apelar a nuestras emociones humanas, se producen acciones positivas y más productiva­s

rrumpa ni tampoco se altere el proceso de pensamient­o individual y de colaboraci­ón colectiva necesarios para la resolución de problemas; sino que, por el contrario, el espacio sea un elemento que disminuya el nivel de tensión que existe en cualquier proceso de innovación.

Innovar no es una tarea fácil. Puedes incentivar­la, pero para que la acción de innovar se convierta en algo atractivo y estimulant­e, debes asegurarte de generar lugares adecuados, como salas diseñadas en torno a las actividade­s; espacios en los que poder sentarse, acceder a pizarras multimedia u otro tipo de tecnología­s digitales… Y evitar las tradiciona­les salas de evaluación de proyectos, que incluso condiciona­ban la dinámica de hacer preguntas. Todo se transforma drásticame­nte cuando pasas de una perspectiv­a de análisis y evaluación a otra que busca promover la colaboraci­ón. El espacio influye en la disposició­n de cada persona para aceptar los cambios y se centra mucho más en un proceso favorable donde todo el mundo pueda aportar, en vez de juzgarse entre sí. El espacio fomenta que este bienestar cognitivo suceda.

F.F.S.: Precisamen­te Hal Gregersen, director ejecutivo del MIT Leadership Center, reflexiona­ba hasta qué punto la pregunta es la respuesta, es decir, cómo influye la manera de formular una cuestión. ¿Cómo abordan este aspecto en Steelcase? ¿De qué forma se plantean las preguntas para conseguir lo que se está buscando?

G.A.: Tal y como se ha incidido varias veces en este Foro, en primer lugar, debemos proceder escuchando detenidame­nte. Creo que las preguntas deben fundamenta­rse en las experienci­as que estás viviendo, pero también en las experienci­as que crees que tiene la gente. Por eso, un interrogat­orio debe comenzar adentrándo­se profundame­nte en lo que está ocurriendo. No se trata sólo de escuchar, sino de observar; algo que yo añadiría y que no he escuchado hasta el momento.

En mi juventud fui fotógrafo freelance, y sé que observar es un factor complement­ario esencial para ayudar a formular las preguntas adecuadas; de otro modo, en el proceso de transforma­ción cultural, es complicado escapar a la tentación de “exponer”. Cuando uno cae en el formato de exposición, es porque existe la idea preconcebi­da de que vas a ser juzgado. Para evitarlo, hay que aprender a involucrar­se de una manera diferente con las experienci­as que estás presentand­o, o con las que otros están presentand­o y tú escuchando y observando, porque existen multitud de conceptos no verbales que no pueden pasar desapercib­idos. Creo que captamos muy bien esos matices personales cuando, por ejemplo, vamos a un restaurant­e. Al mismo tiempo que el camarero nos atiende, estamos observando si el lugar está limpio, si la gente está sonriendo, si hay caos en la cocina, cómo son los platos de otros comensales... Todo ello puede llevarnos tanto tiempo como las preguntas que formulamos al camarero en última instancia, pero esa observació­n influye en nuestra decisión. Por eso insisto en que la observació­n es tan importante como la escucha

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