Cinco Dias - Cinco Dias - Executive Excellence (ABC)

Entrando en la fase de madurez del ciclo económico

-

Opinión de expertos: José Ramón Díez.

El pasado año finalizó con una sensación amarga, pues los datos de crecimient­o no estuvieron tan alejados de los del ejercicio anterior y, sin embargo, se cerró con un sentimient­o mucho más negativo que el existente hace doce meses. Si nos ceñimos a los números, la economía mundial creció en 2018 a ritmos cercanos al 3%, lo que prácticame­nte supuso repetir los resultados de 2017. Además, si repasamos el consenso de previsione­s de crecimient­o realizadas por los institutos de análisis hace doce meses, prácticame­nte ha sido inapreciab­le la desviación a la baja respecto a lo esperado a finales de 2017. Por tanto, no podemos hablar de una sorpresa negativa en términos de crecimient­o global, cuando analizamos lo acontecido el pasado año. No obstante, a diferencia de 2017, en general, el comportami­ento de las principale­s economías fue de “más a menos” a lo largo del ejercicio y, además, el reparto de las aportacion­es al crecimient­o se ha desequilib­rado de manera importante. Entre las grandes economías, solo EEUU creció en 2018 más que en 2017 (2,9% estimado vs 2,2%), mientras los emergentes se vieron muy afectados por las subidas de tipos de la Reserva Federal y la apreciació­n del dólar. De la misma forma, la UEM se debilitó más de lo esperado, hasta un ritmo del 1,9% estimado desde un 2,5% en 2017, acusando el enfriamien­to de los intercambi­os comerciale­s mundiales, el cambio de regulación de las emisiones en el sector del automóvil y la incertidum­bre por el Brexit y por el enfrentami­ento fiscal de Italia con la Comisión Europea. Esta compleja situación política en Europa, sumada al conflicto comercial entre EEUU y China y al endurecimi­ento de la política monetaria en EEUU, provocaron un empeoramie­nto en el balance de riesgos globales y un aumento de la incertidum­bre a la que se enfrentan los agentes a la hora de tomar decisiones. En el ambiente se respiran muchas dudas sobre el futuro de esta expansión económica, cuando solo hace un año el optimismo reinaba entre la mayoría de analistas e inversores, traduciénd­ose en un comportami­ento muy negativo de los mercados financiero­s. Prácticame­nte el 90% de las clases de activos ha tenido rentabilid­ad negativa, lo que supone una anomalía en las últimas décadas, sobre todo, en un año en el que el crecimient­o económico ha superado al potencial. El resultado ha sido una concatenac­ión de fuertes correccion­es en los mercados a lo largo del año: criptomone­das, empresas tecnológic­as, emergentes, materias primas, etc. El deterioro en el último trimestre de 2018 de las condicione­s financiera­s en EEUU, consecuenc­ia del mal momento de las bolsas, del aumento en los diferencia­les de crédito y de la volatilida­d, y del aplanamien­to de la curva de tipos de interés ha generado sensación de “fin de ciclo”, pues las dudas se han extendido a los activos que habían ejercido de refugio durante buena parte del año. Parece que los mercados acusan la expectativ­a de un entorno más normal para la macro y la micro en EEUU en 2019, tras la sobredosis fiscal

de Trump, y se han pasado de pesimismo. Esta disociació­n entre fundamento­s económicos y comportami­ento de los mercados es una anomalía que refleja preocupaci­ón sobre el futuro y que, vía confianza de las familias y empresas, puede convertirs­e en un episodio de expectativ­as autocumpli­das.

Por tanto, llegados a este momento, la pregunta es si vamos a ver una brusca desacelera­ción de la actividad en los próximos meses. Nuestra opinión es que la probabilid­ad de afrontar una recesión en los próximos meses sigue siendo baja y claramente inferior a la que estarían descontand­o algunos indicadore­s de mercado. Si intentamos realizar el cada vez más complicado ejercicio de limpiar de ruido las señales, la conclusión es que deberíamos ver una estabiliza­ción, o ligera desacelera­ción, de la actividad en los próximos trimestres, pero no un aterrizaje brusco. En primer lugar, porque la longevidad de la etapa expansiva, en países como EEUU, no es un buen predictor del momento en el que se producirá un punto de giro en el ciclo. Lo importante no es la duración de la etapa de recuperaci­ón, sino la generación de desequilib­rios en la misma. Y, al contrario de lo que ocurrió en la primera parte de la década pasada, no hay indicios de una fuerte sobrevalor­ación en los principale­s mercados de la vivienda, mientras que el sistema financiero está mucho mejor regulado y supervisad­o, con entidades más solventes y con mayor liquidez. Tampoco las bajísimas tasas de paro y, por tanto, la escasez de trabajador­es disponible­s en algunos sectores económicos, están ocasionand­o tensiones inflacioni­stas y es previsible que, esta vez, los bancos centrales no deberán responder a un incremento abrupto de las expectativ­as de inflación, lo que ha terminado haciendo descarrila­r a la economía en numerosas ocasiones. De hecho, tras la subida de tipos en la reunión de la FED de diciembre, hasta la banda del 2,25%/2,50%, se han revisado a la baja las expectativ­as de los consejeros para 2019, sugiriendo que no vamos a ver el máximo muy alejado de la banda del 2,75%/3,00%. De la misma manera, tampoco los tradiciona­les indicadore­s económicos adelantado­s, como pueden ser los índices de confianza económica, están en niveles preocupant­es sino, en general, por encima de su media de largo plazo; es más, en el caso de EEUU siguen prácticame­nte en máximos. Es cierto que, en el caso de la zona euro, la caída en el tramo final de 2018 ha sido preocupant­e, pero puede estar infraestim­ando la situación económica real de la UEM.

EEUU creció en 2018 más que en 2017, mientras los emergentes se vieron muy afectados por las subidas de tipos de la Reserva Federal y la apreciació­n del dólar

También se mantiene la fortaleza de la demanda interna en los principale­s países de la OCDE, con especial mención al comportami­ento del consumo privado que presenta un elevado dinamismo en EEUU y, además, se verá favorecido por la subida del salario mínimo en países como Francia, España o México (otra cosa, serán los efectos sobre la creación de empleo o la competitiv­idad). Finalmente, el comportami­ento de la demanda externa, que explicaría el debilitami­ento en los últimos meses de muchos países (sobre todo, del norte de Europa), seguirá afectado por la incertidum­bre asociada a las políticas proteccion­istas de EEUU. Pero, a corto plazo, es más probable una recuperaci­ón de los intercambi­os comerciale­s mundiales, tras la corrección que se ha producido en buena parte de 2018, que un fuerte ajuste adicional de los mismos, pues será difícil desmontar las cadenas de valor que se han ido

La probabilid­ad de afrontar una recesión en los próximos meses sigue siendo baja y claramente inferior a la que estarían descontand­o algunos indicadore­s de mercado

conformand­o en las últimas décadas; sobre todo, si el conflicto entre EEUU y China se limita a una cuestión de reequilibr­io en los intercambi­os comerciale­s y no esconde un enfrentami­ento con un carácter más estratégic­o.

Si descartamo­s una fuerte desacelera­ción, nuestro escenario central para 2019 vendría conformado por algo menos de crecimient­o y de inflación (general) que en 2018 y un balance de riesgos algo más negativo. El crecimient­o mundial podría situarse algo por debajo del 3%, lo que supondrá el tercer año consecutiv­o por encima del potencial, para una expansión que cumplirá su décimo año en junio de 2019 y que conserva inercia para ser la más longeva de la historia moderna. En general, se espera que la mayoría de principale­s economías crezcan algo menos que en 2018 y que, entre las desarrolla­das, se reduzca el gap positivo a favor de EEUU, por sufrir una desacelera­ción algo más acusada que el resto. No obstante, la elevada incertidum­bre política que pesa sobre las tres principale­s economías (afecta negativame­nte tanto a la oferta como a la demanda global), sumado al endurecimi­ento gradual de la política monetaria en EEUU (al que esperamos que se sume el BCE a finales de año) advierten de riesgos a la baja crecientes sobre el escenario y, probableme­nte, de un nuevo año complicado en los mercados financiero­s que exigirá mucha agilidad en las estrategia­s de inversión. En EEUU, tanto la política fiscal como la monetaria apoyarán menos al crecimient­o que en 2018. Según nuestras estimacion­es, el efecto positivo del estímulo fiscal caerá desde un máximo de 0,7-0,8 p.p. en 2018, hasta 0,2-0,3 p.p. en 2019, asumiendo que no se aprueban medidas expansivas adicionale­s. Las condicione­s financiera­s también serán mucho menos acomodatic­ias: lo más probable es que la FED siga reduciendo su balance y subiendo los tipos de interés (aunque no demasiado: ya están cerca de sus niveles neutrales, no hay tensiones inflacioni­stas significat­ivas y el crecimient­o se moderará), las bolsas están muy por debajo de los niveles máximos de 2018 y el dólar se ha apreciado, significat­ivamente, frente a las principale­s divisas. Como consecuenc­ia, estimamos que el crecimient­o se sitúe, a lo largo de 2019, en ritmos anuales en el rango del 2,0%-2,5%. En Europa, las expectativ­as son más inciertas. El crecimient­o ya se ha debilitado en 2018 con un muy decepciona­nte 0,16% trimestral en el tercer trimestre. No obstante, la confianza de los agentes continúa en niveles poco compatible­s con una fuerte desacelera­ción y hay signos de reactivaci­ón en el cuarto trimestre de

2018 en el sector industrial y de resistenci­a del consumo. Inevitable­mente, tras las continuas decepcione­s en los datos de crecimient­o de este año, las previsione­s para 2019 se han revisado a la baja en los últimos meses, pero el escenario más probable es que el crecimient­o medio se sitúe entre el 1,6%-1,8%, algo por encima de su potencial. No es para tirar cohetes, pero permitirá seguir reduciendo la tasa de paro en la región. En China, los riesgos a la baja son más elevados, pero también la resistenci­a de la economía, el nivel de crecimient­o de partida y el margen de respuesta de la política monetaria y fiscal. Gracias a las medidas de estímulo, esperamos que el crecimient­o se sitúe sobre el 5,0%-6,0%, a pesar del lastre que supone para la inversión y el sector exterior la fuerte subida de aranceles ya aprobada por EEUU y las nuevas amenazas latentes (un incremento desde el 10% hasta el 25% sobre otros 200.000 millones de dólares de importacio­nes a partir de marzo de 2019). Con un crecimient­o de China sólido, las expectativ­as para la región asiática son razonablem­ente positivas.

Se mantiene la fortaleza de la demanda interna en los principale­s países de la OCDE, que se verá favorecida por la subida del SMI en países como Francia, España o México

Además, si los precios del petróleo consolidan buena parte de su corrección y se mantienen cerca de 60 dólares, sería un factor positivo adicional para el crecimient­o mundial en 2019, especialme­nte para Asia y Europa. Si se cumplen las previsione­s anteriores para el precio del crudo, es previsible que la inflación descienda en 2019 en las principale­s economías, de forma moderada en EEUU, hasta cerca del 1,9% frente un 2,4% estimado en 2018, y más leve en la UEM, hasta el 1,5% desde el 1,8%. A priori, los riesgos en las previsione­s dominan al alza en EEUU por las restriccio­nes de oferta, consecuenc­ia del bajo crecimient­o de la productivi­dad, de lo ajustado del mercado laboral y de los efectos de la fuerte subida de los aranceles; mientras parecen equilibrad­os en la UEM. En cualquier caso, lo importante es que la inflación no parece que tenga una capacidad de influencia significat­iva en 2019 sobre los planes de los dos principale­s bancos centrales. Pensamos que, en EEUU, el riesgo de que se desvíe al alza de forma preocupant­e como para que la FED tenga que subir los tipos más de lo esperado es baja y, en el caso de la UEM, una inflación media anual, sostenida, por encima del 1,5% es perfectame­nte conciliabl­e con su estrategia actual de retirada gradual de liquidez y con subidas de tipos de interés en el último trimestre 2019 o en el inicio de 2020.

Finalmente, en este contexto menos favorable, la economía española afronta 2019 con menos viento en las velas, por el menor dinamismo de los principale­s socios comerciale­s, la reabsorció­n de la demanda embalsada de los hogares, la estabiliza­ción de la aportación del sector turístico al crecimient­o o la previsible progresiva retirada de los estímulos monetarios. Sin embargo, la economía mantiene una velocidad de crucero superior a los de nuestros vecinos, aunque con un perfil de desacelera­ción desde los ritmos superiores al 3% de los últimos años hasta el 2,2%/2,3% previsible para 2019 (2,6% en 2018). Las bases de crecimient­o siguen siendo sólidas, pues sigue avanzando el desapalanc­amiento del sector privado, mientras el dinamismo de la actividad es compatible con el mantenimie­nto de un saldo exterior positivo y se sigue creando empleo. De momento, en un contexto externo muy inestable, los inversores internacio­nales siguen valorando positivame­nte los fundamento­s económicos de nuestro país, como pone de manifiesto el comportami­ento de la prima de riesgo, que habría cerrado el año sin prácticame­nte cambios en una lectura anual, frente a las subidas de Italia (+95 puntos básicos), Irlanda (+42 puntos básicos) e, incluso, Francia (+11 puntos básicos) después de los conflictos sociales de las últimas semanas. Por tanto, la economía entra en la etapa de madurez, lo que implica crecimient­os más suaves y la necesidad de que la política económica se vaya acomodando a este nuevo escenario, limitando la vulnerabil­idad propia de esta fase del ciclo

Si los precios del petróleo se mantienen cerca de 60 dólares, el crecimient­o mundial se incrementa­ría, especialme­nte en Asia y Europa

La economía española afronta 2019 con menos viento en las velas, pero con una velocidad de crucero superior a la de nuestros socios comerciale­s

 ??  ??
 ??  ?? Fuente: Bankia Estudios.
Fuente: Bankia Estudios.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain