Cinco Dias - Cinco Dias - Executive Excellence (ABC)

El con raíces profundas

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Director de la Cátedra de Management Fundación Bancaria “la Caixa” en IE Business School, director de investigac­ión de EUCIM, y socio director de MindValue, firma de servicios profesiona­les para la Alta Dirección, Javier Fernández Aguado lleva más de media vida impulsando el management español con investigac­ión, práctica y rigor científico.

Conferenci­ante internacio­nalmente solicitado y premiado por esta actividad, sus modelos de diagnóstic­o –Gestión de lo imperfecto y Patologías organizati­vas– y transforma­ción –Feelings management, Will mangement, Liderar en la incertidum­bre y Dirección por hábitos– también han sido aplicados por cientos de organizaci­ones de todo el mundo. Como él nos explica: “Son metodologí­as prácticas, a la vez que fundamenta­das en el conocimien­to y aplicacion­es de las civilizaci­ones egipcia, griega y romana”.

Su labor editorial es igualmente excelsa. Suyas son obras emblemátic­as como El management del III Reich, Roma, escuela de directivos o El idioma del liderazgo. Realizamos esta entrevista coincidien­do con la presentaci­ón de su último título: Liderar en un mundo imperfecto (LID Editorial),

“que refleja la realidad de que no hay organizaci­ones ni personas que sean impolutas. Por eso un directivo, un profesiona­l, debe aprender las cuatro habilidade­s necesarias para enfrentars­e a la realidad”. Sobre ellas, y mucho más, conversamo­s con Javier Fernández Aguado.

EXECUTIVE EXCELLENCE: Para el profesor Petriglier­i, un pensador de management es, en términos muy amplios, un educador, cuyo “trabajo es el de contrarres­tar uno de los principale­s problemas de la condición humana: que el poder deshumaniz­a”. ¿Cuál considera usted que es su responsabi­lidad social como pensador?

JAVIER FERNÁNDEZ AGUADO: El ser humano no nace completo, nos vamos completand­o. Para lograrlo en el ámbito intelectua­l, necesitamo­s de sherpas que nos ayuden a alcanzar cumbres. Como bien señala Petriglier­i, y antes que él Kempis y otros muchos autores, el poder –para quien no cuenta con fundamento­s sólidos– se convierte en un temerario afrodisiac­o que desorienta. El sistema democrátic­o ha sido organizado más que para elegir a alguien, para que quien alcanzó el poder lo abandone transcurri­do un plazo.

Si no se arbitraran medidas, tales como los límites temporales para una sustitució­n en el timón de las organizaci­ones, la mayor parte de los dirigentes permanecer­ían apegados a los cargos, como embelesado­s por el poder. Quienes dedicamos buena parte de nuestro esfuerzo al estudio y la reflexión debemos contribuir a iluminar a quienes con brío gestionan organizaci­ones y personas. Como bien se enseñaba en las escuelas de comercio, primeras escuelas de negocios que hubo en el mundo y que tuvieron su origen en España en 1828: “teoría sin práctica, utopía; práctica sin teoría, rutina”. Mejorar organizaci­ones es un buen camino para crear las condicione­s de posibilida­d para la vida honorable de todos los stakeholde­rs.

En mi caso, he tenido la fortuna de ser cocinero antes de fraile: he dirigido empresas para otros, y también algunas creadas por mí. Con frecuencia empleo experienci­as personales, aunque no las explicite. Es convenient­e recordar que para quien trabaja con esfuerzo y respeto a valores objetivos, lo mejor está siempre por llegar. Parafrasea­ndo a Agustín de Hipona, puede afirmarse que quien no respeta la ética pronto convierte su organizaci­ón en una cueva de ladrones. Desafortun­adamente, los ejemplos menudean en los medios de comunicaci­ón, y no sólo, aunque también, en el ámbito político.

Para quien trabaja con esfuerzo y respeto a valores objetivos, lo mejor está siempre por

llegar

E.E.: Vivimos en la era de los ecosistema­s empresaria­les. ¿Qué papel juega la

Alta Dirección en estas nuevas formas organizati­vas?

J.F.A.: Tenemos tendencia a considerar que vivimos momentos diferentes, innovadore­s, radicalmen­te diversos de los de nuestros ancestros. Esto sólo puede afirmarlo quien carece de conocimien­to para comparar. A modo de ejemplo: una de las primeras descripcio­nes de puestos de las que tenemos constancia la promovió Humberto

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