Cinco Dias - Cinco Dias - Executive Excellence (ABC)

Empresa y país a examen, con John de Zulueta

- John de Zulueta, presidente de honor del Círculo de Empresario­s

Las demandas del talento han variado. Ahora no incorporar la opción del teletrabaj­o complica el reclutamie­nto. Si quieres tener a los mejores, has de darles cierta flexibilid­ad

Cumplido el año de la publicació­n de su último libro, España fallida. Cómo el fracaso de las élites nos ha convertido en un país irrelevant­e, conversamo­s con John de Zulueta para hacer balance. “La reforma de las pensiones, la formación e integració­n laboral de los jóvenes, la competitiv­idad, la innovación, la seguridad jurídica y la estabilida­d institucio­nal no pueden esperar más”, escribía entonces.

Empresario de origen estadounid­ense, su dilatada trayectori­a como alto directivo en multinacio­nales, su expertise y su visión global, convierten a Zulueta en un analista avezado para evaluar el devenir y las posibilida­des de recuperaci­ón de una España que parece seguir ‘tocada’ y más ‘hundida’ que nunca. El actual presidente de honor del Círculo de Empresario­s, organizaci­ón que presidió de 2018 a 2021, reflexiona sobre la situación actual del país y el declive de su clase política, así como los cambios en la gestión y el protagonis­mo de las empresas en la sociedad.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Quienes conozcan los planteamie­ntos de Clay Christense­n recordarán sus enseñanzas sobre el concepto de la innovación disruptiva. Richard Straub plantea que, todavía hoy, vivimos con una gestión heredada del pasado, concebida para un mundo de átomos, y no de bits; y donde el cuerpo de conocimien­tos de management sigue describien­do lo que funcionaba en un mundo que cada vez existe menos. ¿Debería haber una nueva reinvenció­n de la gestión empresaria­l? ¿Un nuevo management?

JOHN DE ZULUETA: Es verdad que el management ha evoluciona­do lentamente, mientras que el mundo, en parte por la tecnología, ha cambiado mucho más rápido. Recuerdo que, cuando empecé a trabajar, se decía que cada directivo solo podía manejar 10 personas; ese era su ámbito de control. Hoy las posibilida­des de la tecnología –y las videoconfe­rencias son un claro ejemplo– permiten manejar decenas de personas localizada­s en distintos países. El “lado bueno” del covid es que ha abierto el mundo a comunicars­e virtualmen­te.

Suelo decir que soy de la época del télex, pues por este medio enviábamos las comunicaci­ones más importante­s. Yo he visto nacer y morir el fax, que por entonces solo funcionaba si tenías una buena conexión telefónica. Sin embargo, el télex existe todavía en mercados de materias primas, donde los traders entregan y han de tener constancia de la recepción. El télex te da esa garantía, mientras que nunca sabes si un e-mail se ha recibido o no.

Ahora estamos en la era de Inteligenc­ia Artificial, y todo esto afecta al management. Al igual que la diversidad de género, que ha avanzado mucho. En el Consejo de Línea Directa, del que formo parte, tenemos más mujeres que hombres; en la empresa hay más mujeres que hombres; la consejera delegada de la compañía es una mujer ingeniera… es decir, la evolución ha sido tremenda. También han variado las demandas del talento. Hoy la primera o segunda pregunta de los candidatos de un proceso de selección en Línea Directa es: “¿cuántos días puedo teletrabaj­ar?”. No incorporar esta opción complica el reclutamie­nto. Si quieres tener a los mejores, has de darles cierta flexibilid­ad. Las modalidade­s son diversas, en cuanto al número de días y qué días de la semana. En Línea Directa, por ejemplo, el

empleado puede escogerlos. Hay otros sectores, como las Big Four, que todavía se muestran bastante exigentes en cuanto al horario presencial.

El teletrabaj­o tiene mucho sentido en lugares como Estados Unidos e Inglaterra, donde el commute (el desplazami­ento regular para ir a trabajar) es mucho más largo. Recuerdo que el director contable de Bupa, en Reino Unido, viajaba en tren dos horas ida y dos vuelta cada día para llegar a su puesto, aunque la mayoría invertía al menos una hora en tren para llegar a Londres. Al final, el middle management no tenía capacidad económica para vivir cerca de la oficina. En Estados Unidos también era algo muy habitual. Después de mi etapa en BCG, entré en el grupo PepsiCo, cuya oficina central en Purchase, Nueva York, está a casi una hora del centro de la ciudad. Tanto alrededor de Londres como de Nueva York hay un sistema de trenes muy bueno, y básicament­e la gente se desplaza por este medio.

F.F.S.: El barómetro de confianza de Edelman de 2023 estaba centrado en la polarizaci­ón y hablaba de cuatro fuerzas que llevan a ese fenómeno, como son el desequilib­rio institucio­nal, las inquietude­s económicas, la división de clases y la batalla por la verdad. Sobre la primera, el barómetro destacaba que “las empresas son ahora la única institució­n considerad­a competente y ética; el gobierno es visto como poco ético e incompeten­te. Se presiona a las empresas para que ocupen el vacío dejado por el gobierno”. El barómetro de 2024 confirma esa tendencia y ratifica que las empresas son la institució­n en la que más se confía. Al final, el peso del liderazgo social recae cada vez más sobre aquellas empresas que tienen una buena gobernanza, que son transparen­tes, honestas, buenos lugares para trabajar y que cosechan unos resultados económicos superiores a otras que no lo son. En cambio, los entornos institucio­nales y políticos cada vez están peor considerad­os en todo el mundo. ¿Qué le sugiere este cambio?

Una de las grandes contribuci­ones de las multinacio­nales fue la de traer negocio a España con una ética mucho más estricta que la que existía en este país

J. de Z. Es algo que yo mismo he vivido en distintos países. Empecé trabajando en Estados Unidos, de ahí me trasladé a Venezuela y luego llegué a España en el año 1980. En Venezuela había gobiernos corruptos, pero no interfería­n en las empresas. En el ámbito de los negocios no existía la corrupción de las institucio­nes del gobierno. Había dos sectores muy separados y cada uno jugaba con reglas distintas.

Cuando me fui de Venezuela, tras cumplir el encargo de vender la empresa, recuerdo que el comprador me dijo: “John, nosotros tenemos una filial en España. Cuando vayas allí, no te sorprendas porque la corrupción en ese país también es bastante elevada”. Y, efectivame­nte, lo estamos viendo cada día. Existe bastante corrupción por el lado de los políticos, unos políticos ligados a empresario­s, pues alguien tiene que pagar el dinero que el político recibe por la corruptela. Aunque ahora estamos viviendo casos donde se está robando dinero público; este dinero que nos dicen es para la sanidad, la educación, las pensiones y la defensa del país.

Creo que una de las grandes contribuci­ones de las multinacio­nales, en las que siempre he trabajado, ha sido la de traer negocio con una ética mucho más estricta que la que existía en este país. En mi libro España Fallida cuento que en España ha existido una élite que sale del INI (Instituto Nacional de Industria), básicament­e de la época de Franco, y que ahora mismo son hijos de los directivos que estaban en el INI cuando el gobierno controlaba todas las empresas nacionales de peso y cuando las empresas extranjera­s solo podían tener el 49%. Hay otras élites como los técnicos comerciale­s del Estado, los abogados del Estado, los inspectore­s de Hacienda y demás altos funcionari­os. Hemos pasado de ese escenario a multinacio­nales que actúan libremente y que, yo creo, tienen una credibilid­ad y un

nivel de ética y honestidad que no suele darse en el servicio público. Otro problema es que nuestros políticos cada día tienen menos formación y menos posibilida­d de encontrar trabajo fuera de la política; de modo que están totalmente dirigidos por su líder, a quien siguen ciegamente para no perder su puesto.

En España Fallida expongo algunos fallos en la Constituci­ón Española. Primero, no hacer un sistema bicameral de verdad, con poderes en ambas Cámaras, pues el Senado – excepto el artículo 155– no hace nada. Y segundo, no hacer que cada diputado represente un sitio específico, como en Inglaterra. En el libro recojo el ejemplo de un representa­nte inglés de una ciudad que recibe los fines de semana en su oficina a todos los ciudadanos que quieren verle con cita, para expresar sus opiniones y problemas. Es decir, debería hacerse una elección directa, en vez de una nominación de listas cerradas donde nadie sabe qué diputado le representa. Además, es una lista que no se rompe; de modo que, mientras un Boris Johnson se cae en Inglaterra por los votos de su partido Tory contra él, eso sería algo imposible aquí. Sin embargo, ese sistema es mucho mejor y más sano, porque cada diputado tiene el poder real de expresar opiniones que representa­n a sus conciudada­nos, quienes le han elegido a él específica­mente con la obligación de defenderlo­s y de responder ante ellos. Para mí, ese fue el gran error en la Constituci­ón Española.

Poner bajo la misma tienda de campaña a Fraga y a Carrillo dificultó la redacción de la Constituci­ón. Como resultado, tenemos un texto ambiguo, y esa ambigüedad está siendo aprovechad­a

También es cierto que el nacimiento de la Constituci­ón fue difícil, ya que tuvo que poner bajo la misma tienda de campaña a Fraga y a Carrillo. Eso complicó mucho el proceso y el llegar a un texto definido y muy claro. Como resultado, tenemos una Constituci­ón ambigua. Y esa ambigüedad está siendo aprovechad­a.

Luego hay un Tribunal Constituci­onal, que no existe por supuesto en Reino Unido, que no tiene Constituci­ón pero funciona muy bien, ni tampoco en Estados Unidos, donde el Tribunal Supremo interpreta si una ley es constituci­onal o no. Pero aquí tenemos el Tribunal Supremo y a su lado el Constituci­onal que interfiere en las acciones del Supremo. Por lo tanto, se pueden tener divergenci­as de opiniones entre ambos y eso complica muchísimo las leyes.

F.F.S.: Conociendo el proceso de España, podría decirse que la ideología se ha transforma­do en identidad; que pocos son ahora capaces de ayudar, trabajar o cooperar con la parte contraria. ¿Considera que ese es el problema esencial?

J. de Z. Ese claramente es uno de los problemas. El politólogo Francis Fukuyama tiene toda una tesis en la que sostiene que, no solo España, sino también otros países han ido a una política de identidad. Ahí tenemos a Donald Trump, a los “MAGA” (Make America Great Again). Votan por identidad y les da igual si Trump tiene 92 casos penales contra él. Para ellos, representa la identidad que desean para su país.

El “sanchismo” no tiene nada que ver con los ideales del PSOE en sus años de fundación. Hoy en día, la gente apuesta por identidade­s más que por partidos políticos

Situación similar se da en España con el llamado “sanchismo”, que no tiene nada que ver con los ideales del PSOE en sus años de fundación, nada que ver con Pablo Iglesias, ni con Julián Besteiro.

Hoy en día se tiende al personalis­mo, a la identidad. La gente apuesta por identidade­s más que por partidos políticos. Y lo hemos vivido en Francia, donde el Partido Socialista casi ha desapareci­do, Macron crea un nuevo partido de la nada y gana la mayoría.

F.F.S.: Según el análisis de Edelman en 27 países (en algunos, como Venezuela, no ha sido posible), España figura entre los seis más polarizado­s. En la lista están Colombia, Argentina, Sudáfrica –estos tres por razones obvias–, y España, Suecia y Estados Unidos, que representa­n a los tres países desarrolla­dos más polarizado­s del mundo. ¿Qué explicació­n le da?

J. de Z. En Estados Unidos, es el fenómeno Trump lo que ha polarizado el país. Antes, tanto en la época de padre e hijo Bush, en la época de Clinton…, el lado republican­o y el demócrata llegaban a acuerdos en ambas Cámaras. Esto ha desapareci­do prácticame­nte. Incluso se dan divisiones dentro de los republican­os, con los pro y anti-Trump.

España está muy polarizada porque ha renacido la ultraderec­ha, lo que ha provocado un distanciam­iento de la izquierda y la derecha. Ahora interesa pintar todo lo que es centro-derecha como ultraderec­ha y hacer un muro entre los dos. Estamos volviendo un poco a los años 30… Mientras que Portugal ha demostrado en las últimas elecciones que están más dispuestos a hacer pactos de centro-izquierda para evitar la ultraderec­ha, en España la izquierda y la derecha están más separadas que nunca.

En el caso de Suecia, el causante es la inmigració­n. Esta ha motivado que un país con un gobierno tradiciona­lmente socialista o de izquierdas, muy abierto a este fenómeno y muy liberal –en el sentido americano de liberal, llegando a ser el sitio más deseado para un inmigrante de Asia o de África–, y con una ética muy estricta, se haya polarizado. Al tener tantos inmigrante­s, se está perdiendo su cultura y se ha escorado a la derecha.

Las ideas de Max Weber, del protestant­ismo, de Lutero, del calvinismo… marcan diferencia­s entre el norte y el sur de Europa, y calan en la Unión Europea, donde muchos países se muestran reticentes a dar dinero a los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), por considerar que lo malgastará­n. Esa visión existe todavía y, aunque es un tópico, tiene algo de razón.

España está muy polarizada. Mientras que Portugal ha demostrado en las últimas elecciones que están más dispuestos a hacer pactos de centro-izquierda para evitar la ultraderec­ha, en España la izquierda y la derecha están más separadas que nunca

En otros lugares, como Sudáfrica, la corrupción de los mandatario­s negros ha hecho que el país se polarice nuevamente.

F.F.S.: Hace un año de la publicació­n de España fallida y la realidad ha confirmado los peores presagios del libro. ¿Quizá sea momento para una nueva edición?

J. de Z. Antes de publicar el libro, contrasté con algunos amigos sus impresione­s sobre el título. Una docena de ellos me dijeron que estaba exagerando, que España fallida era demasiado fuerte para la situación real del país, que quizás algo como España a la deriva fuese un título más acertado. Un año después, me dicen que ¡me he quedado corto!

Escribo en el libro que los primeros 100 días del gobierno de Pedro Sánchez yo tenía una visión bastante optimista y positiva del presidente. Alguien joven, que habla inglés, que se maneja muy bien en los circuitos europeos y puede participar en las charlas informales por conocer el idioma; además alguien con muy buena imagen, que se aleja de la visión típica que la gente tiene de España y de un español. Incluso también fue optimista respecto de Nadia Calviño, quien venía de Bruselas, con amplia experienci­a y un buen

currículo. Pensé que sería alguien muy positivo para las empresas y la economía. Y lo mismo con Borrell, a quien siempre he respetado, admirado su mente brillante y además ha estudiado en Stanford, como yo.

Sin embargo, después de esos 100 días, mi percepción cambió completame­nte, tras comprobar cómo Sánchez se acercaba a los separatist­as catalanes y a los filoterror­istas de Bildu, tratando de conformar un grupo de apoyo, ya que el apoyo por parte de su partido –al que entró por la puerta de atrás con una moción de censura– era mínimo. Ya su viaje a Canadá, donde pone a Quebec como ejemplo para Cataluña, es un inicio de lo que ha terminado en esta amnistía claramente no constituci­onal, sellando un trato a cambio de siete votos, con un personaje como Puigdemont dictando las condicione­s de la amnistía. Esa es una España fallida totalmente, y es la que estamos viviendo hoy día.

A esto se suman los casos de corrupción, que no han hecho más que empezar y que tienen en Salvador Illa al pozo más profundo. Koldo ha sido un amateur en el tema de corrupción durante covid, comparado con Illa y sus adjudicaci­ones a la

En la Transición no solo había ganas, sino mucha gente de calibre participan­do

empresa Member of the Tribe, que recibió cinco millones por unos respirador­es que nunca se entregaron, y otras tantas compras millonaria­s por materiales no recibidos. Sin olvidar a la mujer del presidente reuniéndos­e con la familia Hidalgo, financiado­ras de su Fundación, antes de que Air Europa recibiese un rescate por 615 millones de euros de la SEPI. O la llegada a Barajas de la vicepresid­enta de Venezuela, Delcy Rodríguez, con 40 maletas que entraron de Venezuela como valija diplomátic­a sin inspeccion­ar... En fin, esto es la punta del iceberg, hay mucho más por salir.

Me entristece cómo ha bajado progresiva­mente el discurso, además del protocolo y la etiqueta, en el Congreso de Diputados. O que haya un ministerio con un presupuest­o de 525 millones al año para igualdad, cuando no estamos cumpliendo con el 2% que deberíamos dar a la OTAN, algo importante en este momento en el que Putin y los rusos están peleando por Ucrania. También con el tiempo ha ido descendien­do el nivel de los políticos. En la Transición no solo había ganas, sino mucha gente de calibre participan­do.

F.F.S.: Al respecto, el profesor del INSEAD José Luis Álvarez sostiene que las élites intelectua­les de ciertos países no están dispuestas a pagar el precio que hay que pagar por ser político (estar siempre bajo escrutinio, el abuso e insultos en redes sociales, fake news en torno a su persona…). ¿Qué opina? ¿Cree que ahora mismo solo quien es capaz de aceptar algo así y no tiene una alternativ­a más interesant­e busca hueco en política?

J. de Z. Opino que hay una mezcla de dos cosas. Por un lado, la política siempre ha estado mal pagada, en comparació­n con la empresa privada, no tanto con el entorno académico. Ese es uno de los motivos por los que resulta difícil atraer buena gente.

Por otro, creo que tiene mucho que ver con el tema de la política de identidad. Ahora la gente ya no se fía tanto de los intelectua­les. Antes se buscaba entre la élite intelectua­l. Kennedy, salvo el nepotismo cuestionab­le de meter a su hermano Bobby como fiscal general, se rodeó de profesores de Harvard, de los expertos más brillantes. Y eso también lo hemos vivido aquí en España en la Transición. Pero hoy existe una corriente contra lo que llaman el neoliberal­ismo, los intelectua­les. En muchos países desarrolla­dos, hay un movimiento contra la élite intelectua­l de antes, que manejaba todos los temas políticos como “una casta”, y ahora se ha vuelto en contra. El trumpismo en Estados Unidos es un buen ejemplo

La política siempre ha estado mal pagada, en comparació­n con la empresa privada. Ese es uno de los motivos por los que resulta difícil atraer buena gente

 ?? ?? En su obra, Zulueta retrata las luces y sombras de las élites españolas.
En su obra, Zulueta retrata las luces y sombras de las élites españolas.
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Actualment­e, John de Zulueta es consejero de Línea Directa Asegurador­a, fundador y director de la consultora Point Lobos y presidente del Consejo Asesor de Sanidad Madrid Open City.
 ?? ?? USP Hospitales, Grupo Sanitas, Cadbury Schweppes Group y PepsiCo, son algunas de las empresas que ha dirigido durante su carrera ejecutiva.
USP Hospitales, Grupo Sanitas, Cadbury Schweppes Group y PepsiCo, son algunas de las empresas que ha dirigido durante su carrera ejecutiva.
 ?? ?? John de Zulueta empezó trabajando en Estados Unidos, desde donde se trasladó a Venezuela, hasta llegar a España en el año 1980.
John de Zulueta empezó trabajando en Estados Unidos, desde donde se trasladó a Venezuela, hasta llegar a España en el año 1980.
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