Necesitamos políticas de I+D+i eficaces, no buenos deseos
La inversión que destinan Google o Amazon a este ámbito es mayor que la de España
Si uno se toma el tiempo de buscar l as re fe re ncias que contienen los programas políticos de los partidos sobre I+D+i, tomando los presentados a las elecciones generales de 2016, rápidamente se hace una idea de cuál es la visión de los mismos sobre innovación y ciencia.
Prácticamente todas las propuestas tienen la siguiente formulación: el uso de un verbo como desiderátum (impulsar, estimular, fomentar) para a continuación añadir la muletilla “la I+D+i”. Incluso en algunos de ellos, las siglas I+D+i se repiten hasta 35 veces para los más variopintos argumentos, pero siempre usado como muletilla, nunca como eje sobre el que se articulan medidas concretas y ejecutivas.
Algunos, solo un par, proponen la celebración de inconcretos pactos de Estado por la ciencia –o por la innovación–, y otra minoría se compromete a cumplir con el celebérrimo 3% de inversión sobre PIB de la Estrategia Europea 2020, intentando convertir la obligación asumida como país miembro de la Unión en una propuesta propia. Por supuesto, ninguno se atreve a ir más allá del citado 3%. En resumen, si de algo carecen las propuestas de los partidos es de ser innovadoras.
Si uno hace una rápida búsqueda en Google para encontrar declaraciones públicas de los portavoces políticos de la materia, o de sus máximos responsables, la I+D+i raramente está presente en sus alocuciones; y si se nombra, se hace para repetir la fórmula antes descrita: verbo desiderativo (queremos, necesitamos) y la coletilla “más I+D+i”. Am- bas conductas nos permiten afirmar, sin miedo a la equivocación, que la innovación no está en la agenda política, y si lo está, no es una prioridad.
Esta desgana, insensibilización o apatía, como cabía esperarse, se traslada a la realidad de nuestra capacidad innovadora como país. Los últimos datos que se conocen sobrepasan el calificativo preocupante para alcanzar el de alarmante: España gastó poco más de 14.000 millones de euros en I+D+i en 2017. Por poner varios ejemplos, al menos dos empresas (Amazon y Google) invirtieron más dinero que España en innovación. Alemania multiplica por seis nuestra inversión. Francia la multiplica por tres. China y Estados Unidos, por 25.
Si analizamos otras métricas, por ejemplo, la que proporciona Cotec, la inversión en I+D por habitante en España es de 302 euros anuales mientras que la media europea se sitúa en 622 euros. Eurostat ha confirmado hace escasas fechas que el porcentaje de inversión sobre el PIB de 2017 fue de un 1,2% en España; en el puesto 17 de los 28 miembros de la Unión. Muy lejos de la media europea (2,07). A un abismo del 3% comprometido para 2020.
Y por si todo esto fuese poco, la progresión en términos de inversión ha sido francamente decepcionante: el total del ejercicio 2017 es inferior a la de 2008, con especial relevancia en el descenso de la inversión pública: un -9% desde 2009. Se trata de una década perdida en términos de innovación, investigación y desarrollo.
Asistimos a un fracaso político como país. La innovación es el pilar donde se sustentan las economías prósperas, tanto social como económicamente. Es insoportable mantener esta situación de abandono gubernamental.
En conclusión, necesitamos poner en marcha de una vez auténticas políticas de I+D+i y dejarnos de adornar la inoperancia política con frases vacuas y efectistas. Para ello se exige un viraje, permítanme de-
JOSÉ VARELA FERRÍO
Miembro del Foro de Empresas Innovadoras y responsable de digitalización en el trabajo de UGT cir radical, para ejecutar acciones eficaces en pro de la innovación patria. Necesitamos una agenda política por la innovación, exhaustiva, concreta y, por qué no, atrevida.
Desgraciadamente, ni los rechazados Presupuestos Generales del Estado para 2019 iban en la dirección correcta ni la parálisis gubernamental que sobreviene a un periodo electoral –y a la posterior conformación de Gobierno– van a ayudar a recuperar la década perdida y nuestra brecha con nuestros vecinos europeos. En resumen, malas, muy malas noticias para nuestro empleo, para nuestra economía y para la sostenibilidad de nuestro modelo social.
La parálisis gubernamental que sobreviene a un periodo electoral no va a ayudar a recuperar una década perdida