¿Habrá más control sanitario para coger un avión? ¿Y caerá por eso el negocio?
El problema para las aerolíneas es profundo. Amén de la caída del tráfico que ya se está produciendo, por obligación legal o por temor, hay que pensar en la etapa posterior a la pandemia. China, que da por controlada su crisis, ha establecido cuarentenas preventivas para quienes vienen de fuera. Aunque la enfermedad se agote en todo el mundo, la inquietud por un posible rebrote debe colocar en la palestra la posibilidad de que los países mantengan sus límites al flujo de extranjeros, no solo de los que huyen de las guerras y de los que buscan su supervivencia, sino también de los que viajan por placer y por trabajo, lo cual supondrá un desplome global de todo aquel viaje que no sea estrictamente necesario o deseado. Los controles y test sanitarios generalizados a todo aquel que quiera coger un avión se sumarán a los de seguridad, destinados a evitar atentados terroristas, y complicará el negocio de las compañías. Aunque, bien mirado, la incomodidad de los controles de equipajes y de identidad posteriores al 11S no han frenado un imparable crecimiento de los viajes aéreos. El ser humano se acostumbra a todo.
Como no podía ser de otra manera, y por si faltaba alguna duda demostró la elevada abstención de la primera vuelta de las elecciones municipales francesas celebradas el domingo, los Gobiernos gallego y vasco dejaron en suspenso ayer sus comicios autonómicos respectivos, previstos para el 5 de abril. La campaña electoral estaba ya desahuciada, y la cuarentena establecida en 15 días es probable que se alargue (o al menos, psicológicamente, es mejor asumir que se alargará; no necesariamente mucho más, que no hay que volverse locos). Después de una fiebre irrefrenable de convocatorias a las urnas anticipadas e incluso repetidas, es un contraste drástico que revela la naturaleza inédita de esta crisis, al menos en décadas.